Victoria Lacalle, psicóloga y activista por los animales.

Victoria Lacalle, psicóloga y activista por los animales. Victoria Lacalle

Mascotario

Victoria Lacalle, la psicóloga que lideró a un 'ejercito' para frenar las capturas de gatos: "Tenía 3.500 personas listas"

Su profundo vínculo con los animales empezó desde pequeña, rescatando colonias felinas, hasta que llegó a organizar acciones contra el maltrato. 

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Victoria no solo es psicóloga y excoordinadora de servicios de asistencia a víctimas, sino también una de las activistas por los derechos de los animales más influyentes en las redes españolas.

Su vínculo con la causa trasciende el voluntariado, es parte de su propia esencia. Desde que era una niña, esta conexión la ha llevado a confrontar la crueldad, fundar movimientos de activismo digital y gestionar personalmente colonias de gatos, desafiando a las instituciones y, en ocasiones, al destino.

La ruptura con la cultura rural

El despertar del amor de Victoria por los animales se remonta a su infancia, cuando tenía entre 8 y 10 años, visitando el pueblo de su abuela, donde cuidaba de los gatos del corral. Sin dinero, se las arreglaba para alimentarlos yendo al mercado.

"Me dejaban entrar dentro de la carnicería y de la pescadería y de las cajas donde iban tirando todos los desperdicios y con eso alimentaba los gatos". Mientras otras niñas jugaban, ella leía cuentos a las gallinas.

Esta vocación, natural, chocó frontalmente con la cultura de abandono y maltrato que observó en su región. De hecho, uno de los motivos por los que Victoria dejó de ir a su pueblo en Toledo fue precisamente por esto.

"En las afueras, era común encontrarse con un galgo ahorcado, otro abandonado y muchos gatitos". El punto de inflexión definitivo ocurrió durante su última visita, cuando encontró una camada de bebés envueltos en una bolsa al contenedor de basura a las 3 de la tarde.

Victoria Lacalle con una gata de una colonia.

Victoria Lacalle con una gata de una colonia. Victoria Lacalle

A raíz de esta traumática experiencia, su decisión fue inmediata y drástica: "cogí el coche, cogí a mi perra, le dije a mi madre, no vuelvo y me fui y no he vuelto".

Victoria señala a Toledo, Andalucía y Canarias como los gigantes del maltrato animal. Una realidad marcada por cazadores y una concepción cultural donde, por ejemplo, los animales de granja se crían para ser sacrificados.

Ramira, la gata que desafió la ciencia

Durante su trabajo en la Policía Local de Leganés, Victoria comenzó a cuidar una colonia de gatos cercana a su oficina. El foco de esta colonia era Ramira, una gata "escuálida, llena de calvas, en mal estado".

El cuidado que Victoria proporcionó a Ramira y a su compañero, Tigre, era excepcional, ganándose el apodo de toda la colonia. "A pesar de su fragilidad física, ella era lo más fuerte del mundo".

A los dos o tres años de cuidarla, a Ramira le diagnosticaron un carcinoma de células escamosas inoperable. El veterinario le ofreció tres opciones: la eutanasia, soltarla de nuevo, o acogerla. Victoria optó por una vía que resultaría ser la más difícil para ella, pero la más respetuosa con el deseo del animal.

"Yo sabía que ella quería volver a la colonia con Tigre", explica. Una gata tan salvaje en una casa de acogida hubiese sido igual que eutanasiarla, así que tomó la controvertida decisión de soltarla, comprometiéndose a darle quimioterapia y antiinflamatorios diariamente en la calle.

Ramira vivió tres años con el diagnóstico, cuando la bibliografía no registra ningún gato que haya vivido más de diez meses con esa condición. Esperó a que llegara Lis, una gata que se unió a la colonia, para despedirse de este mundo. "Vivió por amor, yo la cuidé por amor y se fue cuando el amor se lo permitió".

El ejército de animalistas

Tras las elecciones de hace unos años, la psicóloga percibió un futuro sombrío para los animales y decidió escalar su activismo. Con gran visibilidad en redes, Victoria hizo una publicación impulsiva la noche de los resultados electorales: "Quiero un ejército de animalistas para luchar contra el maltrato institucional hacia los animales".

A la 1 de la mañana, ya tenía 3.500 personas dispuestas a luchar. Su primera acción fue en Almería, donde el Ayuntamiento estaba capturando gatos salvajes de una colonia para llevarlos a la perrera.

El equipo de Victoria coordinó un envío masivo de correos electrónicos a políticos, reseñas negativas en Google, y campañas en redes sociales. El activismo era estratégico: siempre usaban hashtags en positivo para aumentar la visibilidad.

Victoria Lacalle con otra gata de una colonia de Madrid.

Victoria Lacalle con otra gata de una colonia de Madrid. Victoria Lacalle

La acción culminó con una entrevista en la radio donde Victoria debatió con la teniente de alcalde de Almería. Le explicó que era "inviable" adoptar gatos salvajes y que mantenerlos en jaulas era maltrato animal. Logró derrotar el argumento municipal y la teniente de alcalde se comprometió, en público, a parar las capturas.

La clave del éxito de estas acciones era la presión mediática y la velocidad. Las páginas web de los ayuntamientos a menudo colapsaban ante las miles de reseñas negativas. En estos casos, el objetivo no era el rescate individual, sino cambiar políticas a nivel municipal.

El miedo de los alcaldes era la imagen. "Si tú maltratas a los animales, yo te hago famoso por ello, ya está. Que te conozcan por eso". En un pequeño municipio, lograron que el alcalde suspendiera la captura de gatos y se comprometiera a implementar el método CER en menos de 12 horas.

Una lucha infinita 

Sin embargo, este activismo la mantuvo en un estado de estrés constante y con mucha sobrecarga debido a su perfeccionismo y a la responsabilidad que implicaba gestionar las colonias, la asociación, su trabajo como psicóloga y la escritura para el periódico.

Tuvo que redimensionar la dimensión en la cual se había convertido su pasión activista y reducir la presión que sentía sobre sí misma. Hoy, continúa con su vínculo profundo con los gatos que quedan en su colonia original.

Tigre falleció el año pasado a los 16 años, y Timber, otro rescatado, murió cuatro meses después. Sigue yendo dos veces por semana a cuidar de Lis y Limón. "Me siento en ellos en el suelo dos o tres horas. Da igual si hace 40 grados o si hace menos 10".

Sin embargo, su lucha también ha estado marcada por la pérdida reciente. La colonia que mantenía en unos tejados cercanos, que cuidaba subiéndose a andamios, fue diezmada el año pasado tras una gran obra.

A pesar de sus amenazas legales y confrontaciones con el encargado, los gatos empezaron a morir uno a uno. El único superviviente de esa tragedia fue rescatado y enviado en adopción a Cuenca en marzo de este año, donde ahora vive en una gran parcela arbolada.

Para este gato, que nunca había pisado suelo, la adaptación fue dura, pero el resultado es una victoria personal. "No hay mal que por bien no venga y es gracias a lo que les ha pasado a los demás que puede tener una vida digna, fuera de peligro, mimado, querido, respetado".