Apenas cuatro días después de la dolorosa pérdida de su perro, Jacobo, Irene Eguiluz (Madrid, 1987) recibió una llamada de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE). Habían aceptado su solicitud para convertirse en familia educadora de un cachorro destinado a ser perro guía.
El nuevo integrante de la casa es un labrador al que, por motivos de privacidad, se debe llamar K. "Es un verdadero terremoto que no para y que ya ha comenzado a devorar la casa", cuenta Irene en una entrevista con Mascotario.
En los últimos años de Jacobo, Eguiluz empezó a notar que se hacía mayor, aunque no estaba mal. Fue entonces cuando la idea de ser familia de acogida para un perro guía de la ONCE comenzó a rondarle la cabeza.
Presentaron la solicitud y la respuesta llegó en un momento clave. "Al final nos han dado un labrador. Tiene el tamaño que tenía mi anterior perro con cuatro meses. Creo que va a ser enorme. De hecho, se metía debajo del sofá hace dos días... y ya no entra".
A pesar del torbellino que supone el cachorro, la llegada de K ha servido como un bálsamo tras la reciente partida de su golden retriever, Jacobo, con quien convivió trece años y medio.
El arcoíris después del dolor
Jacobo falleció el 30 de junio debido a un tumor en el corazón que creció rápidamente. La decisión de no prolongar su sufrimiento fue difícil, pero necesaria. "La gente dirá lo que quiera, pero es como si tuvieras un hijo; depende de ti", afirma.
Irene confiesa que, aunque el luto es largo, la llegada del cachorro ha sido una distracción vital: "Parece que mi perro, desde el famoso arcoíris, ha decidido mandarme un cachorro para que deje de estar triste".
Una vida diferente
La fascinación de Irene por los perros guía no es nueva: la idea de ser familia de acogida llevaba años en su cabeza. Tras rellenar el formulario de la ONCE, fue seleccionada en parte por su estilo de vida como autónoma, que le permite adaptar sus horarios y pasar la mayor parte del tiempo con el cachorro.
El perro de la ONCE debe seguir normas estrictas. Puede estar solo como máximo dos horas al día, ya que necesita mantener un contacto continuo con la familia. Tiene que comer en horarios precisos, cantidades exactas y con un tipo de alimento específico.
"K" el perro guía de la ONCE por Madrid.
El objetivo de este voluntariado, que dura entre 13 y 14 meses, es completar la fase de socialización. Irene, junto a su pareja, debe exponer al cachorro a todo tipo de situaciones, viajes y lugares.
"Ahora mismo es cuando tiene que hacer todo lo posible: montar en barco, coger un tren, subir a la montaña, tocar la nieve, bañarse, ver el mar, todo". Irene cuenta que la ONCE cubre todos los gastos del perro —desde la comida hasta el veterinario—, y el cachorro sigue un horario estricto que incluye salir a la calle cinco o seis veces al día.
Un adiestramiento riguroso
El adiestramiento inicial de estos labradores es riguroso. Irene ha notado que son animales con una genética especial: "Tienen un carácter relajado, amigable. Todo el mundo puede tocarlos; no le ladran a nadie ni muerden".
Incluso sin entrenamiento formal, son muy inteligentes: "Sin enseñarle nada, ya se sentaba solo".
Para garantizar la seguridad futura de la persona ciega, existen reglas inquebrantables. El perro debe llevar su chaleco amarillo, collar rojo y chapa dorada de la ONCE cuando está en modo de trabajo.
Por ley, estos perros tienen derecho a acceder prácticamente a cualquier lugar: pueden entrar al supermercado, subir al metro o visitar museos.
Una despedida programada
Sin embargo, hay prohibiciones cruciales relacionadas con su concentración y seguridad: "No se le puede dejar que se distraiga con una pelota". Estos perros están destinados a guiar a personas ciegas, por lo que deben estar entrenados para no reaccionar ante estímulos externos, evitando así posibles accidentes.
Irene es plenamente consciente de que K se irá de casa para cumplir su misión. Para mitigar el dolor de separarse de un perro al que está educando y queriendo intensamente durante un año, ha adoptado una perspectiva pragmática: "Hay que pensar que es un Erasmus".
Al final, el destino del perro será un buen futuro. Estará todo el día en la calle, recibiendo estímulos y cuidando constantemente de otra persona.
Aunque existe una pequeña posibilidad de que la ONCE le ofrezca quedarse con él si el perro no resulta apto (por problemas de salud como displasia de cadera o fallos en la vista), Irene prefiere ser realista.
"No puedo hacerme ilusiones de que el perro se va a quedar conmigo... Lo más seguro, en un 90%, es que no se quede". Para ella, este proyecto es un acto de valentía y servicio: "Tanto quedártelo como dejar que se vaya".
Muchas personas a su alrededor le han contado innumerables historias sobre cómo los perros guía mejoran la vida de la gente, animándola a dar este paso. "Estos animales salvan la autonomía de muchas personas. Son imprescindibles en nuestra sociedad".
