Javier Nieves, un técnico de electrónica de Madrid, descubrió un mundo que cambiaría su vida por completo. Su historia comenzó, como muchas otras, con un amor temprano por los animales, pero sin conocer más allá del cuidado doméstico.
Un día, mientras paseaba a uno de sus perros, notó algo que captó su atención: "vi a unos chicos dentro de un recinto con unos chalecos de color amarillo, paseando unos perros", cuenta en una entrevista con Mascotario.
Al acercarse, descubrió que eran voluntarios de un refugio que albergaba en ese momento a unos 140 perros abandonados. Debido a esta gran cantidad, los animales apenas podían salir, por lo que los voluntarios iban a socializar con ellos y darles unos mimitos.
La experiencia lo conmovió profundamente y decidió apuntarse. "No podía imaginarme que este iba a ser el principio de un largo camino para convertirme en rehabilitador de perros".
De la voluntad al conocimiento
Javier comenzó su labor paseando perros dos o tres veces por semana. Pronto se fijó en jaulas, llamadas cheniles, que tenían carteles de advertencia: "no entrar o no sacar". La directora le explicó que se trataba de perros de "difícil manejo".
Según el experto, existen dos tipos: "unos extremadamente miedosos, y otros que son muy nerviosos". Él evita el término "agresividad" porque cree que ningún perro es violento de por sí, pero sí que pueden tener tendencias comportamentales más fuertes, más nerviosas.
A pesar del riesgo—o quizás a causa de él—el técnico de electrónica se sintió comprometido y le comentó a la directora que quería intentarlo. Los inicios fueron duros. "Ella confió en mí y al principio fue fatal, todo muy mal".
Se dio cuenta rápidamente de que, aunque tenía muchas ganas y voluntad, no poseía conocimiento. Esta revelación fue crucial. Por esto, hoy recalca la importancia de la formación en el voluntariado: "solamente con la voluntad no vale. Yo había visto cinco programas de televisión y me creía que podía ayudar".
Así, tomó la decisión de formarse para no dañarles. Su objetivo se centró en la conducta y la rehabilitación, estudiando a fondo temas como el miedo, la reactividad, la agresividad y, especialmente, el estrés canino. "Es el factor principal que del que derivan todas las conductas de los animales".
Gracias a la buena labor que realizaba sin cobrar y gastando su propio dinero en formación, educadores caninos de élite decidieron formarle gratuitamente. Actualmente, sus amigos los definen como el "psicólogo de perros".
Su método se distancia de los adiestradores que buscan una solución rápida, a menudo con métodos aversivos. En cambio, él busca la causa: "No quiero cortar su conducta, quiero ver qué le pasa y ayudarle a mejorarla".
Como ejemplo de esta filosofía, Nieves critica el uso del collar de ahogo: "Claro, el perro va a dejar de tirar porque se ahoga... pero yo no quiero eso. Yo quiero ver si un perro tira. Quiero ver ¿Por qué tiras? A lo mejor está nervioso o la correa es muy corta".
Un caso complicado
Durante los ocho años que pasó en una asociación, Javier conoció infinidad de animales en condiciones horribles. Uno de los casos que más lo marcó fue el de un perro potente, de unos 35 kg.
"Había sido rescatado de un entorno hostil donde estaba atado todo el día, con poca socialización, e incluso adiestrado para pelear con otros perros".
Javier Nieves con su perro.
Trabajar con animales tan grandes y miedosos requiere una formación específica. Javi tuvo que aprender a comunicarse con ellos utilizando las llamadas "señales de calma", practicando mindfulness antes de entrar a los cheniles para asegurarse de que estaba en un estado de tranquilidad.
Ganarte su confianza
"Es muy importante cómo te relaciones con ellos". El rehabilitador enfatiza que la clave no es la imposición o el liderazgo agresivo, sino la confianza.
"Lo que funciona es ganarte su confianza. Se crea un vínculo, te conviertes en un referente para ello". La dedicación al voluntariado le enseñó mucho sobre la paciencia. "He tenido que pasar dos meses simplemente yendo y sentándome en el suelo ahí hasta que el perro se quisiera acercar".
A nivel emocional, Nieves admite que la vida del voluntario es muy dura. Al principio, era difícil gestionar el dolor cuando perdía un compañero perruno. Confiesa que en ocasiones pensó en renunciar. Sin embargo, gracias al apoyo de sus compañeras, aprendió a canalizar sus fuerzas para seguir ayudando.
La misión de una vida
Hoy, a pesar de las dificultades, Javier se siente satisfecho. Aunque su trabajo principal sea en electrónica, el voluntariado es su hobby y su misión: "Yo no sé si he ayudado yo a ellos o me han ayudado ellos más a mí".
El experto concluye que la clave para una convivencia sana es la tenencia responsable. Anima a la gente a ser consciente de lo que implica adoptar y a conocer las opciones de voluntariado, incluso si solo es para dar un paseo de calidad o apadrinar a un perro.
Su objetivo sigue siendo el mismo: "mi misión es intentar transmitir lo máximo posible para que haya una convivencia pacifica. Es maravilloso tener una buena relación con tus animales"
