Un montaje con imágenes del negocio del churrero Manuel.

Un montaje con imágenes del negocio del churrero Manuel. Cedidas.

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Manuel, el malagueño que le ha dado una vuelta al churro: “Lo sirvo con 'toppings' en cajas de pizza y doy servicio en bodas”

Este churrero de la zona de Campanillas ha sabido adaptar un negocio milenario a los nuevos tiempos sin perder el punto tradicional de la receta. Para él es clave la esponjosidad interior y el crujiente de fuera.

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Estamos en un mundo en el que todo está cambiando. Las modas van y vienen a toda velocidad y pocos elementos de nuestra vida cotidiana siguen siendo igual que hace veinte años. Por cambiar, ha cambiado hasta algo tan mítico como el churro. Uno de los grandes clásicos de la fritura española ha encontrado ya hasta nuevas maneras para llegar al público: con toppings coloridos y comiéndolos en los lugares que menos esperas.

En parte, gracias a la figura de Manuel Sánchez, un churrero de Santa Rosalía, en Málaga capital, que con casi una década de experiencia, ha sabido dar un giro moderno a un oficio milenario, llevando los churros desde la esquina del barrio hasta eventos como los convites de bodas.

A diferencia de muchos artesanos del churro, Manuel no heredó la churrería de su abuelo ni aprendió de niño junto a su padre. De hecho, su historia profesional empieza lejos del aceite caliente: “Soy maestro de Educación Física de formación”, explica, una historia que no descarta retomar algún día. Pasó por el mundo de la construcción durante casi una década y, tras comprobar que aquello tampoco le llenaba, descubrió en los churros un universo.

Todo arrancó, relata, gracias a un buen amigo que era churrero. "Él me enseñó lo básico y me prestó una máquina manual", dice. En resumidas cuentas, bromea, "me tiró a los leones". Sin demasiadas lecciones, le dijo un 'ahora hazlo tú' y la historia se cuenta sola. A base de práctica, errores y algunos churros menos bonitos que otros, fue perfeccionando la técnica, hasta encontrar su propio método, basado en la precisión y el buen hacer. “Todo se puede hacer a ojo, pero si mantienes las proporciones correctamente pesadas siempre obtendrás el mismo producto", asevera.

Sus primeros pasos en el mundo del churro fue en un puesto los domingos por la mañana. Poco a poco, viendo el interés de los vecinos de su barrio, abogó por ampliar su radio de acción. Se buscó un remolque y comenzó a hacer rutas por los barrios durante la temporada fuerte para los churreros. "A mí me encanta ir por los diferentes barrios de Campanillas con mi producto", expresa.

Aunque vende churros clásicos, la realidad es que su éxito viene dado por unas roscas que vende dentro de una caja de pizza con toppings como lacasitos, galletas oreo o María. Además, le echa salsas como kinder o chocolate blanco. Esta idea vuelve locos a pequeños y mayores. "Lo vi por Internet y dije... Vamos a probar. Y la verdad es que a la gente le encanta", sostiene.

Pero lejos de quedarse parado, pensó que aprovechando que tiene una food truck podría pensar en otro modelo de negocio ligado al churro. Llevarlo a eventos y hacer de este dulce todo un reclamo. "¿A quién no le entra algo dulce después de una noche de juerga en una boda?", reflexiona entre risas el churrero, que se encarga del after party de todos los novios que lo contratan.

Una imagen de cómo queda el producto de las bodas.

Una imagen de cómo queda el producto de las bodas.

"Lo ponemos todo muy mono, le damos a los invitados unos cuantos churritos con su chocolate caliente y la verdad es que es todo un éxito", añade. Manuel ofrece un servicio completo, con churros recién hechos o bolitas tipo buñuelo, chocolate caliente y personalización del cartón donde se entregan con los nombres de los novios. “Hasta pegatinas hacemos”, dice con orgullo.

Además, explica, va vestido con el vestuario adecuado para la boda o evento. "Nos adaptamos al cliente y cómo quiera él el evento", dice, eso sí, siempre dándole "churros recién hechos, nada aceitosos, crujientes por fuera y esponjosos por dentro".

Pero ojo, que no todo queda ahí, también le contratan los ayuntamientos para que haga churros en eventos navideños o actos infantiles. "En un colegio hicimos churros para 600 niños... La verdad es que hemos ido creciendo poco a poco", indica.

Las mesas dulces, pero de churros... existen.

Las mesas dulces, pero de churros... existen. Cedida

Sobre cómo está el mercado de las bodas, reconoce que en Málaga le da mucho trabajo. Si bien, no es algo que normalmente las parejas contemplen con demasiada antelación. "Hay gente que me ha reservado un día un año antes, pero muchos me llaman con una semana de distancia porque no sabían que existía un servicio así. Nosotros encantados de atender a todos", relata.

Las castañas.

Las castañas.

Actualmente, compagina los eventos con su local de toda la vida, abierto los domingos por la mañana en Santa Rosalía, además de una ruta semanal (en época de frío) por barrios como Zapata, El Peñón o El Tarajal, en la zona de Campanillas."Además, también tenemos en otoño un puesto de castañas... Aunque con ellas no innovamos tanto", concluye entre risas Manuel.