Tuve una reunión de trabajo en una oficina ubicada en la calle Larios y atravesé la transitada y comercial arteria malagueña en hora punta, cerca de las doce del mediodía. Como tantas otras veces, jóvenes con diferentes distintivos apelaban a los viandantes para que les dedicaran unos segundos, en un ejercicio difícil de captación de donantes para las causas más diversas.
El entusiasmo de los captadores de fondos y las habilidades esquivas de los ciudadanos me hicieron pensar que tenía pendiente desde 2019, al menos, un artículo sobre los llamados “chuggers”, un neologismo británico resultado de la combinación de las palabras ‘charity’ -ya que suelen trabajar para organizaciones caritativas y sin fines de lucro- y ‘muggers’, que en inglés define a los asaltantes y ladrones callejeros, debido al uso de una presión excesiva para detener en la vía pública a sus objetivos y tratar de conseguir sus donaciones.
Descubrí este concepto despectivo en una publicación del Parlamento británico, que ya en 2019, como dije antes, dedicó uno de sus maravillosos briefings a este asunto. El documento, de 14 páginas (“Chuggers”: face-to-face charity foundation on the street), ya señalaba a los legisladores algunos de los asuntos polémicos que rodeaban las prácticas habituales de la financiación cara a cara en las calles británicas, y apuntaba la necesidad bien de regular, bien de respetar los propios códigos de autorregulación del sector. Si en 2019 este asunto ya me llamó la atención, veo que seis años después todo sigue más o menos igual en las calles españolas, no así en el Reino Unido.
Como persona que ha tenido ciertas responsabilidades en este ámbito, recuerdo que en una formación dirigida a la captación de fondos, organizada hace mucho tiempo por el Instituto de Empresa, la primera lección fue la siguiente: “por favor, no lo pidas por favor”.
Así que a lo largo de los años he hablado con muchos de estos jóvenes que hacen esta difícil y complicada tarea de captar fondos en frío, en las calles, para interesarme por sus vínculos laborales, la formación recibida y conocer de primera mano sus propias impresiones.
No siempre me agradó lo que escuché, la formación que suelen recibir es muy deficiente, pero al menos muchos de ellos trabajaban con un contrato laboral, lo que me dio cierta tranquilidad en su momento. No sé cómo estará ahora la cosa.
En el Reino Unido, el pasado 1 de noviembre entró en vigor el Código de Prácticas de Recaudación de Fondos (Code of Fundraising Practices), elaborado por el organismo oficial que regula y vigila estos temas, el Fundraising Regulator, que opera desde 2016.
En sus primeras páginas se pueden leer sus principales metas: “A través del código, nuestro objetivo es garantizar que las actividades de recaudación de fondos cumplan con los siguientes valores. Legal: La recaudación de fondos debe cumplir con los requisitos de la ley. Abierta: Los recaudadores de fondos deben ser claros sobre sus procesos y estar dispuestos a explicarlos cuando sea necesario. Honesta: Los recaudadores de fondos deben actuar con integridad y no deben engañar a las personas cuando soliciten donaciones. Respetuosa: Los recaudadores de fondos deben respetar a las personas y los lugares con los que interactúan”.
No debería ser tan difícil contar en España con una guía o con un documento similar que sirva de referencia tanto a las organizaciones que buscan fondos en las calles de nuestras ciudades como a los propios jóvenes que lo hacen, a los responsables municipales y a la ciudadanía en su conjunto.
En este sentido, otro documento británico de gran interés es la muy reciente guía publicada por el Chartered Institute for Fundraising (CIOF), titulada “Partnering with purpose: A guide to Charity-Partnerships Agency and payment models”, que asesora a las organizaciones caritativas y benéficas en sus relaciones comerciales y contractuales con empresas especializadas en este tipo de financiamiento, y que suelen contar con sus propias redes de agentes sobre el terreno, es decir, de “chuggers”.
Aquí el lenguaje es mucho más empresarial, y los cuatro grandes modelos de retribución serían los siguientes: Tarifa por servicios / Remuneración basada en el rendimiento (PRP) / Coste por adquisición (CPA); Tarifa diaria más PRP (puede incluir bonificaciones por inscripción/resultados/retención); Modelo asalariado y Tarifa por hora (más incentivos/bonificaciones). Eso sí, se exhorta a las distintas organizaciones a que elijan un modelo retributivo alineado con sus propios valores y con la imagen de la campaña que se desea financiar.
He investigado la situación en España para tratar de aportar valor, una semana más, en esta columna. Lo cierto es que no conocía al Observatorio F2F/D2D, cuyos documentos y blog me han resultado de interés.
F2F significa “face-to-face”, cara a cara, y D2D se refiere al “door-to-door”, al puerta a puerta. Quizás suene muy sofisticado y anglosajón, pero al menos en esta web podemos leer un código de conducta -eso sí, de 2018- y alguna otra información interesante.
Por ejemplo, en el año 2023 sancionaron a una agencia por diversas infracciones, y en el mencionado código de conducta se puede leer que éstas tienen que ver con “el respeto a las limitaciones de las autoridades competentes; los conflictos generados en las vías públicas y en su relación con la ciudadanía; la información facilitada al potencial socio; la confidencialidad de los testimonios recogidos; la gestión y protección de los datos aportados; las infracciones generadas entre equipos por obstrucción del desempeño de su labor y, en general, en el cumplimiento de la legislación vigente”.
En diversas ciudades del Reino Unido ya se ha intentado poner un poco de orden. Las causas justas se multiplican, los fondos públicos escasean, los ciudadanos donantes muestran síntomas de agotamiento y los problemas cotidianos dificultan la implicación colectiva y merman la sensibilidad social.
Aunque no todo es negativo: en la web del Observatorio F2F/D2D también he podido leer que han aumentado los testamentos solidarios -aportando 48 millones de euros a las arcas de entidades no lucrativas en 2024- y que en la campaña del IRPF del año 2023 nada menos que 4’26 millones de españoles se acogieron a las correspondientes desgravaciones fiscales por sus donaciones.
Sea como sea, en las calles de la ciudad uno echa de menos más formación de los jóvenes que apelan a nuestra oxidada solidaridad, y también un cierto ordenamiento de estas actividades. Quizás alguien me lea y decida hacer algo al respecto. Uno nunca pierde la esperanza.