Oye música con sus earpods blancos, mientras corre en la cinta a buen ritmo, con buena zancada, levantando bien las rodillas, con su camiseta naranja. La observo haciendo mis ejercicios desde el suelo.

Hoy es el día. Desde que entró, ingresada con un cuadro muy grave y sin movilidad de cuello para abajo, ha ido día a día recuperando el control de su cuerpo. Apenas tiene 20 años. Ha perdido el primer curso de carrera, pero ha ganado una experiencia vital y de madurez que valen mucho más.

Todos miramos a los jóvenes, con el secreto y profundo deseo que se recuperen plenamente. Lucas tiene catorce años, poco a poco también avanza. Antes de su lesión nadaba regularmente en Badalona. Sus padres están de baja y volcados en él. Keko está ahí atento, volcado en su hijo, siempre sonriente. “Ayer nadó cuatrocientos metros”, nos dice con orgullo.

Todos preparan ese rato especial de rito ancestral, la fiesta del solsticio de verano, quemar lo malo en el último fuego, pirotecnia, petardos, convivencia, compartir la cena, la coca, el cava con vecinos y amigos. Se avecina San Juan.

Mientras Carmen, una enfermera que lleva desde 2013 con una patología muy rara, una neuropatía desmielinizante, muy agresiva, que no respondía a ningún tratamiento hasta que la postró en una silla de ruedas, inmóvil de cuello para abajo, con respirador, asistencia para comer, habla con orgullo de la graduación de su hijo, de su máster en IA y Big Data con Ilona, una matemática e informática, formada en Bucarest, que trabaja en el desarrollo de una plataforma interna corporativa en Pfizer.

Carmen mejora cada día, se la ve sonriente, animada, en su silla de ruedas, luchó porque le hicieran un autotransplante de médula, sabiendo que el riesgo de fracaso era muy elevado y conllevaba la muerte.

Mi coco funciona así, con flashbacks a un pasado que yo no viví, que he construido a base de leer y de hurgar en la Historia con curiosidad, entendiendo que somos pequeñas piezas en el devenir de los tiempos.

La no muerte de Carmen me llevó a las playas de San Andrés, en 1831. Pude, con mucho dolor, los pies entumecidos, y disimulando, compartir la visita nocturna al Prado con los CEO ’s de las empresas de la Fundación Cre100do en su celebración de su décimo aniversario.

En la cola de entrada, Julio Linares, una de las grandes figuras del sector de las telecomunicaciones en España, me compartió reflexiones de aquella época en que una generación, hoy toda jubilada, trabajaban desde la sociedad civil para devolver a España a su posición histórica, demográfica, económica.

El DESI, que midió el grado de digitalización de los países de la UE hasta 2022, ha mostrado una evolución constante de España, siendo la primera de las grandes economías de la Unión desde hace años.

Queda atrás el Observatorio de las Telecomunicaciones, que antes que el DESI medía nuestro grado de avance. La creación de red.es y el Observatorio de la Digitalización. Miras hacia atrás y se ve el camino y el legado de aquellos que supieron colaborar, con las discrepancias legítimas, para encontrar consensos.

Yo quería volver a ver la obra original de Antonio Gisbert. Los fusilamientos de Goya siempre me impresionaron. Goya, vendido intelectualmente a las luces, deslumbrado por la ilustración y su fanfarria, que vendía igualdad, fraternidad y libertad, mientras arrasaba, destruía y robaba en media Europa y en especial en España, debió tener un fortísimo desengaño.

Gisbert recoge el encargo de Sagasta, liberal y facilitador de la entrega de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam a los EE.UU con un pequeño paripé de resistencia armada. Los rostros de los fusilamientos de Goya están exagerados, el miedo, el dolor.

En los dibujos preparatorios en lápiz sobre papel, Gisbert se acerca más a Goya, los cadáveres de los ya fusilados están en primer plano sin difuminar. Hay un cura con sotana de rodillas leyendo el evangelio, hay dos hombres sumidos en un abrazo de despedida.

La participación de todos los pueblos de España en la insurrección liberal está representada por dos catalanes, uno vestido de payés con barretina, un andaluz vestido de goyesco, rodilla a tierra, con los ojos cerrados.

Unos rezan, otros se despiden, al fondo difuminado se adivina un tricornio. Torrijos, de pie, mira al espectador, con la cabeza alta y cogido de las manos a sus compañeros. Había sido derrotado por el Duque de Angulema al frente de los cien mil hijos de San Luis, que aplastaron la breve ilusión liberal de Riego y el trienio frugal que liberó a los encarcelados de Cádiz.

Torrijos no se queda acomodado en Londres. Vuelve, esta vez, a morir. La muerte, la libertad y el coraje. En la zona de alcaldía del Ayuntamiento de Málaga hay una reproducción de la obra que siempre sobrecoge.

La primera en el peligro de la libertad. El título lo otorga el 21 de agosto de 1843 Isabel Segunda a la Ciudad y nada tiene que ver con el desdichado Torrijos sino con el inicio en nuestra ciudad de la rebelión contra Espartero.

En La Gaceta de Madrid de aquel día, dice “según noticias de Odessa, una escuadra rusa (…) ha llegado a aquel puerto proveniente de Sebastopol (…) Se evalúan en 409 hombres las fuerzas rusas concentradas sobre le Dniester (…)” . Casi doscientos años después, nada nuevo bajo el sol. El lema en el escudo de la ciudad es el título de la primera obra (Ed. Arguval 2007) de nuestro admirado Leonardo Cervera.

Tanto se ha honrado la memoria de estos primeros liberales, que otros como Muñoz Torrero, han quedado en el olvido. Hay en el imaginario popular ideas falsas. Por ejemplo, que Torrijos era malagueño y que los malagueños eran liberales y fueron perseguidos y represaliados.

La verdad es que el gobernador de Málaga le tendió una trampa, con una correspondencia que le animaba a desembarcar y arrancar una sublevación para finalmente capturarlo, tras una persecución a tiro limpio por la Sierra de Mijas, fusilarlo y pasear los cadáveres por la ciudad para ejemplo y escarnio.

Lo mismo sucede con los catalanes. En las cortes de Cádiz, la mayoría de los diputados catalanes eran realistas y opuestos a las medidas y legislación liberal. La verdad histórica es que liberales había en todas partes, en Málaga también y arrancaron la caída del héroe de Luchana, pero que Torrijos se ha convertido, con el tiempo en un icono malagueño de la defensa de la libertad con su obelisco en la Plaza de la Merced.

María Zambrano advirtió antes de morir en 1991 de la necesidad de «renacer» de un Occidente que «había perdido el alma, el mundo y la tierra» y propuso una «razón poética» que recuperase las raíces del sentir y de la experiencia del hombre. En su opera prima Horizonte de liberalismo ( Ed. Alianza Editorial) , criticó todo sistema fuente de desigualdad injusta.

Pilar Torres, una ingeniera malagueña y amiga, con una larga carrera en el sector tecnológico en las mayores multinacionales, reflexionando sobre la evolución de nuestra patronal, me dice que “para ser libre solo hay que tener coraje”.

Pilar no sabe que me ha impactado en el alma. No por Ametic, donde cada vez veo menos empresarios y altos directivos y en dos décadas, aquellos que mantenían un discurso potente y firme en defensa de un país tecnológico, industrial y económicamente potente y competitivo han ido yendo a menos.

Ahora veo, como en la política, y en esta sociedad líquida, intereses personales o particulares de empresas por encima de grandes metas aspiracionales compartidas que se instrumentan en propuestas y proyectos.

¿Dónde están aquellas iniciativas como el GAME, Grupo de Acción de Microelectrónica? ¿Dónde las iniciativas como los proyectos tractores primero, los macroproyectos tractores después, que derivaron en los PERTE? ¿Dónde los proyectos colaborativos, las plataformas tecnológicas, las Agrupaciones de Empresas Innovadoras? Aún recuerdo los titulares de Expansión y Cinco Días en 2004 cuando se trabajaba para sumar, y se acordaba la creación de una gran patronal con la fusión de Aniel y Sedisi.

Pilar me habló de coraje y libertad. Yo me acordé de nuestra paisana María Zambrano, de Torrijos en la playa de Málaga y de mis compañeros del Instituto Guttmann. Gala, el viernes, recibió el alta. Empieza lo mejor de su vida. Nos abrazamos y deseamos lo mejor. Su coraje será nuestro ejemplo y el motor íntimo de nuestra libertad.