Existen trabajos que se eligen por vocación, no por dinero, ni por reconocimiento social, sino por una convicción profunda de que es posible cambiar el mundo.

Son personas convencidas de que, los pequeños gestos, son los que hacen que la vida de los que sufren, pueda cambiar: “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”, preciosa y muy acertada frase del escritor Eduardo Galeano que encierra tanta verdad y que suelo repetir en contadas ocasiones.

Las personas que trabajan en lo social forman parte de un grupo excepcional, entregado y resiliente. Son aquellas que, sin mirar el reloj, dedican su energía y creatividad a encontrar soluciones para quienes más lo necesitan.

Cada día trae un nuevo reto: conseguir fondos, planificar eventos, buscar voluntarios, comprometer a conocidos, negociar precios, pedir subvenciones, inventar nuevas actividades que aporten felicidad a las personas que sufren. Cualquier fórmula es válida si el objetivo es ayudar.

En mi trayectoria profesional he tenido la gran suerte de trabajar para muchas de estas entidades, en cada una me he encontrado un gran equipo, unido e ilusionado, a veces cansado, porque al esfuerzo mental por hacer un buen trabajo, se une el esfuerzo emocional al convivir con personas con grandes problemas.

He visitado La Noria de la Diputación donde Fundación El Pimpi entregaba los diplomas a los 15 últimos alumnos que salen de la escuela de cocina y sala Cantera, que ayuda a gente perdida a cumplir su sueño y tener una formación que les permita un trabajo y cambiar radicalmente sus vidas y las de sus familias.

Luego he subido a la primera planta donde los trabajadores de Fundación Olivares organizaban las bolsas y cajas de agua para preparar la Carrera Solidaria que celebran este fin de semana.

En medio, Alicia de Asimas, me decía que si le podía ayudar a encontrar un oncólogo para un joven marroquí que acababa de llegar sin papeles y con un cáncer galopante y necesitaba que algún especialista le dijera si tenía posibilidades de tratamiento.

En ese momento he llamado a la Asociación Española Contra el Cáncer, con la que también trabajo, para buscarle una solución.

Una asociación que cuenta con un equipo ejemplar que hace unos días organizó una de las galas más bonitas que recuerdo, con un eslogan que me lo quedo para siempre, “Si hay luz, hay vida”, gala que se emitirá en unos días en 101tv. Y podría seguir horas contando más y más ejemplos del día a día de un trabajador de lo social.

El sacrificio diario de quienes trabajan en lo social

Los trabajadores del ámbito social no solo cumplen horarios, sino que viven su profesión con una entrega total.

Siempre hay algo más por hacer, una llamada pendiente, un favor que pedir, una nueva idea para conseguir recursos. No hay descanso cuando la necesidad es apremiante. Son los que, mientras los demás disfrutan, siguen trabajando, supervisando y procurando que todo salga bien.

Conviven diariamente con realidades difíciles: personas sin hogar, enfermedades graves, problemas de salud mental, adicciones, abandono, pobreza extrema. Su capacidad de empatía es infinita, su resiliencia admirable.

Porque, a pesar de la dureza de las situaciones con las que trabajan, siempre encuentran la energía para seguir adelante, con la mirada puesta en el cambio que pueden lograr.

Muchos de estos trabajadores son, además, voluntarios. No les basta con su jornada laboral; su compromiso va más allá, hasta donde la causa lo necesite. Son la pieza clave de un engranaje en el que la solidaridad es la única regla.

El arte de pedir y convencer

Uno de los mayores talentos de quienes trabajan en lo social es la capacidad de movilizar a otros. Saben que cada ayuda cuenta, que cada contacto puede marcar la diferencia.

No dudan en comprometer amigos, conocidos, artistas, empresarios; en pedir favores una y otra vez, siempre con el objetivo de sumar a la causa.

Estos días vemos, por ejemplo, a nuestro querido Salva Reina, con un vídeo invitando a la Gala de Fundación Héroes que fue hace unos días, al tardeo de AVOI en los Baños del Carmen y recientemente lo he visto también con otro vídeo para ir a la Caravana Solidaria que organiza el Museo Automovilístico y de la Moda este sábado.

Los trabajadores sociales organizan eventos benéficos donde la generosidad se convierte en la protagonista. Lo importante no es la magnitud del evento, con quién te sientes o el vestido que lleves para el photocall, sino el corazón que cada persona pone en él.

Quienes trabajan en lo social nos enseñan que hay valores por encima del éxito personal, que la verdadera grandeza no está en lo que acumulamos, sino en lo que damos, no está en lo que aparentamos sino en lo que realmente somos, está en el verdadero amor a los demás y nada más.