La realidad se hace cada vez más líquida en el lado decadente del mundo. La ley de la moneda baja, desde que Nixon, acuciado por la necesidad de emitir más deuda, quita la ley al dólar y ya no hay más respaldo para el billete verde que su ejército y la salud de su economía, la expansión monetaria no ha dejado de debilitar a los bolsillos de los ciudadanos del mundo.
El propio Nixon, instruyó a Kissinger para que hiciera “whatever it takes” y éste, inició una senda con una China pobre, necesitada de todo, sin fuentes relevantes de energía, para separarla de la URSS, su archienemigo.
Cambió gobiernos en toda Hispanoamérica, desde Chile hasta España. Sí, España no se libró, y ahí están los documentos desclasificados sobre el papelón del penúltimo Borbón en el fortalecimiento estratégico de nuestro vecino del Sur.
La seguridad jurídica no existe, al menos para los que impunemente condenan a pueblos enteros al exterminio. Ahora una flotilla se está acercando a Gaza. Ni papa Francisco, ni la acción de Sudáfrica, ni la fiscal en la Corte Penal Internacional, ni las resoluciones de la asamblea de la ONU, ni los guardianes de la fe islámica, unos sunníes, otros chiíes, hacen nada.
Todo es poder y dinero. Sin referencias éticas, ni estéticas, el pueblo se desconecta de sus élites. Los valores, la fe, las creencias tradicionales, incluidas el sentimiento católico (universalista de unos), de umma (o comunidad los creyentes de otros) está arraigado y fortaleciéndose en el pueblo, los gobernados, que cada vez confían menos en sus élites, la hipocresía, fantásticamente ejercida durante algo más de un siglo por el Imperio Británico. Cada vez que veo lo que pasa en Gaza me paso la noche en blanco.
El desencanto con la política y las élites gobernantes es tan patente que, en 30 años en España, los partidos políticos han pasado de 2 millones de afiliados a apenas 286.000, según Hacienda.
Pocos quieren un carné porque el partido está por encima de las personas, la lógica, el bien común y los grandes pactos que toda la sociedad demanda.
Los sociólogos que un día dieron las claves de lo que el pueblo apoyaba y quería para que las propuestas se adecuaran a las grandes mayorías han quedado relegados. Por cierto, un tercio de los afiliados a partidos en España están en Andalucía, lo que no se traduce en absoluto en beneficios proporcionales para nuestra tierra, gobierne quien gobierne. Nos falta un abertzale andaluz.
En apenas 5 meses, el gobierno de los EE. UU. ha planteado, cambiado y revocado tantas cosas que estamos todos mareados. Solo China parece mantener la calma, no han cambiado ni sus objetivos ni sus planes.
Con el primer golpe en Ucrania hace más de 20 años empezaron a leer lo que iba pasando, con el segundo golpe en 2014, y el Maidan, fueron acelerando en sus aprovisionamientos estratégicos, el fortalecimiento de sus reservas de oro y de una capacidad logística propia, con puertos y navieras entre otros.
Los ataques de los ultranacionalistas ucranianos del oeste apoyados por sus gobiernos a los ucranianos rusófilos del este, acabaron en una guerra civil en la que acabaría interviniendo la Federación Rusa.
La reacción de Europa, prevista para que su opinión pública se decantara mayoritariamente a favor de las medidas que nos cortarían el suministro de prosperidad, que nos mantenía con un superávit comercial, acumulando divisa, y concentrando capital, especialmente en Alemania, funcionó.
Europa se ataba a la potencia decadente y se hundía con ella, con sus armas, con su gas más caro y su infinita hambre de divisa que enjugue su deuda. Cada andanada de aranceles será contestada con una bajada de pantalones.
La última en forma de compra de gas, armas, y productos que se acabarán de cargar a nuestros agricultores, con la aceptación de rebajas en las exigencias medioambientales a los productos agrícolas americanos.
Pronto volveremos a ver tractoradas y a ese pueblo llano que cada día se levanta, como sus antepasados, mirando al cielo y que atesoran valores tradicionales, ese pueblo que cada vez recela más de sus élites a las que ven renunciar a cualquier valor por poder o dinero.
Durante décadas, hemos mirado a EE. UU. como faro, en ciencia, tecnología, universidades, pensamiento. Desde hace poco más de dos, hemos ido mirando a cada lado, a China y a EE UU. La verdad es que no mirábamos mucho a Rusia, a pesar de su potencia académica, investigadora y científica.
Ya no vienen los de la editorial Mir a las escuelas de ingenieros a vendernos libros técnicos rusos. Eran excelentes, pero les ganó McGraw Hill con libros más esponjados, con más dibujitos, más para el niño americano.
Imagino que pronto, algún editor listo, empezará a contratar buenos traductores y a comprar derechos para Hispanoamérica de los libros técnicos chinos. Ya lideran en IA a coste razonable, en robótica, en fotónica, en biotech, en farma, en cuántica.
Sus sistemas operativos, sus baterías, sus coches eléctricos, sus grandes obras de ingeniería civil. Hay para todas las especialidades. Libros para ingenieros electrónicos, para caminos, canales y puertos, informáticos, arquitectura de computadores, fotónica, electroquímica y, sobre todo ciencia de materiales. Estoy deseando que vayan cayendo en mis manos algunos de esos libros de la nueva McGraw Hill, la nueva editorial Mir.
Europa, con sus élites cada vez menos viajadas, eurocéntricas, y con más prejuicios sobre otros modelos que avanzan mejor, se azota, recordando que nos hemos quedado atrás en muchas cosas. Parece que no se dieran cuenta de que esto es así desde la Segunda Guerra Mundial.
Alemania, hasta el ascenso de Prusia no pintaba nada en ciencia, Francia, productora de las mejores matemáticas del mundo en el XVIII y XIX. La nueva potencia, que abraza el libre comercio cuando ya tiene la superioridad competitiva potencia sus universidades y programas de investigación atrayendo a los mejores científicos del mundo en programas académicos, civiles y militares.
Mientras los inventos nos venían de los EE. UU., desde el transistor, el circuito integrado, los ordenadores, la televisión, la tecnología espacial, los satélites, internet, la telefonía móvil, apenas nadie se levantaba llorando por Europa y lo mal que estábamos en capacidades industriales, ciencia y tecnología.
Mientras que la tecnología, para matar masivamente, o para matar selectivamente, con máquinas operadas desde un centro en San Diego por señores que, tras ocho horas matando por control remoto, iban a recoger a sus hijos del cole y ayudarles con los deberes antes de cenar, venía de los EE. UU., no se alzaron voces diciendo que Europa había perdido sus capacidades tecnológicas, estratégicas, industriales…
Nuestras élites iban bien, ganaban unas poder, otras dinero y otras las dos cosas. ¿Que Europa se hundía en la irrelevancia? ¿Qué más daba? Con más de 40 bases americanas en Alemania, y más de 200 en toda Europa, ¿nos damos cuenta ahora, 70 años después, de que somos una colonia de EE. UU. desde 1945?
La guerra, visto el resultado, no fue por ningún motivo moral, esa era la papilla para que la opinión pública apoyara el conflicto y digiriera la formidable cifra de muertos. La guerra fue por el reparto del poder en el mundo y en Europa.
Rusia llegó a Berlín, derrotó a los Nazis, puso el mayor número de muertos y se aseguró el poder en la mitad Este de Europa. La mitad Oeste se la quedó EE. UU. con un paripé de aliados en el que Francia y UK eran los tontos útiles.
Los belgas siguen adorando a Montgomery. Al menos, De Gaulle defendió una mayor soberanía de Francia y no hay bases en territorio francés. Cuando Carrero quiso hacer lo mismo, voló por los aires.
América imprimía billetes, el mundo fabricaba para ella, su economía basada en el consumo y el crecimiento constante compraba todo y nos pagaba con esos billetes que se convirtieron en etiquetas de anís del mono tal y como retiraban el contravalor oro, y a cada crisis imprimían más y más repartiendo su inflación al mundo.
Hace muy poco, uno de los incondicionales de Friedman que aun da clases en IESE, comparaba la evolución de la productividad americana con la de Europa. Veremos ahora con aranceles y producción “in house” cómo baja esa comparativa.
La economía más abierta del mundo, que controla la divisa y compra todo lo que puede en los lugares más baratos, necesariamente debe ser la más productiva, si la mayoría del consumo está allí.
Ya han reconocido que los móviles no se van a poder hacer en casa, y otras caídas del caballo irán llegando de los semiconductores de consumo masivo, de las baterías, de los motores de flujo axial, de los imanes de neodimio o los chips de galio o germanio.
Fabricar en América, con esos sueldos, va a bajar la productividad, subir el coste de los bienes y bajar de la nube a los trabajadores americanos que ganan dinerales que en paridad de compra no les permiten salir de la rueda de la jaula del hámster.
No pueden pagar servicios clave como la sanidad, no pueden ir a la universidad sin endeudarse, no pueden resolver los problemas de seguridad pública, pobreza, racismo, discriminación, drogas y adicciones.
Esta semana Xavier Mas de Xaxàs, entrevistaba en La Vanguardia a Eliot Weinberger, un escritor judío americano que ha llevado la obra de Octavio Paz al mundo anglosajón, lleva años criticando el modelo insostenible, racista e injusto de sus país describiéndolo como la más rica de las repúblicas bananeras.
El intelectual asegura que el racismo es la principal fuerza que mueve EE. UU. ¿Adónde vamos así? Los que creemos que todos los hombres somos iguales en derechos y libertades, que no hay pueblos elegidos, que sólo hay una conciencia que nos puede salvar, la de la humanidad, sin países ni naciones ni razas privilegiadas.
Los que creemos que todos los que obren el bien se salvarán por eso, por sus obras, no por su raza ni su fe, nos quedamos desolados. Los que pensamos que la generosidad, la colaboración, el altruismo, el trabajo por y para la comunidad es clave para el progreso, que ya no puede garantizar nadie solo, nos quedamos desolados.
Ya hubo un gran rechazo a los católicos (italianos e irlandeses) y judíos (askenazis de Europa del Este) que emigraban a EE. UU. en el siglo XIX y una enorme sinofobia, liderada por empresarios y políticos como Stanford que les impidió tener derecho al voto y por tanto a la plena nacionalidad con derechos políticos hasta bien entrado el siglo XX.
Europa, mientras ha sido una colonia cultural, económica y política de EE. UU. no ha levantado la voz sobre nuestra enorme pérdida de capacidades científicas, tecnológicas, industriales y ahora militares.
Despertamos de repente y la fórmula, de nuevo, es endeudarnos más. Mal camino. En 30 años la fórmula china ha sido, más y mejor ciencia, más y mejor tecnología, más y mejor sistema educativo, estrictamente meritocrático, más y mejor industria, más autonomía energética, económica y estratégica.
No han dejado que en campos clave como la economía digital, las multinacionales extranjeras hayan campado a sus anchas y hoy se la ve como un país que avanza tranquilo, que progresa con el comercio, sin hostigar metiéndote los portaaviones en la puerta.
En la celebración del decimo aniversario de Eurecat, una iniciativa de política industrial acertada que ha dotado a Cataluña del soporte tecnológico de más de 11 institutos, y casi 1500 investigadores al servicio de su tejido industrial, y que con Tecnalia en País Vasco, nos dan sopa con ondas al resto de España, que no acaba de poner recursos recurrentes al desarrollo tecnológico de su tejido productivo.
Ya me gustaría a mí que en Andalucía tuviéramos políticas industriales como las impulsadas por Andreu Mas- Colell (a mi juicio demasiado escorado hacia la ciencia) y que en 20 años han convertido a Cataluña y a Barcelona en particular en una potencia en actividad investigadora.
Mientras pensemos que la innovación debe estar en la cartera de universidades dotada de un presupuesto pírrico y confundiendo innovación con investigación y desarrollo tecnológico vamos mal.
Los catalanes tienen una cartera de Recerca (muy bien llevada) que aúna Universidades e investigación científica, y una cartera de Industria y Empresa que aúna el impulso del desarrollo tecnológico y la innovación en su tejido, mayoritariamente pymes.
En el discurso de cierre, el Conseller de Empresa, recién llevado a China por el director general de Industria, venía impresionado y hablando maravillas del progreso industrial, medioambiental, tecnológico de China.
Visitaron una planta de baterías para coches eléctricos, el director le contó que había estudiado primero en China, luego en Alemania y que ahora eran los alemanes los que querían venir a aprender a China. Ya se están fabricando vehículos eléctricos Ebro en la Zona Franca, el mejor polígono industrial de España, con D Factory, Chery, Ebro, Wallbox, Floox como ejemplos de las nuevas tecnologías en electromovilidad.
En el mismo periódico de la entrevista a Weinberg, La Vanguardia hace un despliegue de propaganda de La Caixa. Ha juntado en su espectacular Caixa Forum, ampliándose ahora con un impresionante centro de investigación, que solo a la Caixa habría autorizado Urbanisme, a los mejores estudiantes becados para ir al extranjero.
El acto lo presidió el rey y en el discurso los animó a que volvieran luego. Esto hacen los chinos masivamente. Pero también, conscientes de la necesidad de construir puentes con todo el mundo y atraer al mejor talento, dan becas para que vengan los mejores estudiantes a sus universidades. Al contrario de lo que ahora, con las medidas contra Harvard tomará la administración Trump.
Juanma Moreno y su consejero de industria, Jorge Paradela, también viajaron a China. Pedro Sanchez a China y Vietnam, donde participó el joven CEO de mi empresa, que fue la primera española en establecer una fábrica allí.
Todos son ya conscientes de que el tren del futuro está allí, conectarnos con su economía, aprender de sus tecnologías, será clave. Los instrumentos como Tecnalia y Eurecat ya están en marcha desde hace años, ¿qué haremos nosotros?
¿Pondremos la innovación y la tecnología en la cartera de industria y la dotaremos de instrumentos y presupuesto suficiente para que esta vez no nos subamos tarde al tren de la historia?
Tenemos una inmejorable consejería de industria, dotarla de presupuesto y competencias en este ámbito, como las comunidades líderes hacen desde más de 10 años, puede darnos la ansiada convergencia acelerada con Cataluña y País Vasco aliándonos con los que ya tienen medios y conocimiento y construyendo lo que nos falte. Nos corresponde por población, extensión y talento estar a la cabeza, pero no lo conseguiremos si no subimos los peldaños de dos en dos.