Pienso, mientras miro alrededor, que en la arquitectura hay algunos elementos de originalidad, pero las tendencias aterrizan por oleadas y casi en todo el mundo aparecen a la vez soluciones parecidas, si no directamente copias. En esta ciudad, que hace 40 años era apenas una aldea de pescadores, hay 20 millones de personas y cuando paseas por ella, tienes la sensación de que hay mucho de otras ciudades.

La torre de control del aeropuerto es idéntica a la del Prat y una de las muchísimas torres junto al impresionante estadio de fútbol, es idéntica al edificio de Telefónica en el 22@ de Barcelona. Construir una ciudad entre colinas verdes, con un clima subtropical, lleno de ficus parvifolia, te recuerda a los inmensos árboles de la Alameda en Málaga que hacen un techo verde y único en nuestra ciudad del Paraíso. El tráfico en hora punta es intenso, pero apenas se oye una mosca, no hay casi vehículos de combustión, la inmensa mayoría es eléctrica. Por las calzadas laterales y las aceras circulan miles de e-bikes, con aspecto de scooter, 50 a 60 km de autonomía y su batería extraíble bajo el asiento. Es 28 de febrero, día de Andalucía, solo en esta ciudad caben más de dos veces la población de nuestra tierra y ves todo pequeñito desde esta perspectiva de grandes dimensiones.

Cuando paseas por Washington, también, muchas veces te parece que estuvieras en Madrid. Esta vez ves réplicas exactas de edificios de la capital. Con el tiempo y leyendo la contribución española a la joven nación americana, la de la saga de los Gálvez, con el tío José y su formidable historia desde Macharaviaya hasta convertirse en un prestigioso abogado bien casado y asentado en la Villa y Corte hasta Bernardo de Gálvez, Gobernador de la Luisiana, facilitador de la victoria en Pensacola, y de un suministro logístico y económico fundamental para que las 13 colonias alcanzaran la victoria, pude saber que, con la escasez de arquitectos que tenían, se les ofrecieron “gratia et amore” también planos de algunos de los edificios más singulares de Madrid. Luego, los siguientes emularon lo anterior y les salió un mini Madrid en sus edificios más antiguos de la capital.

Paradojas del destino. Pronto olvidaron la mano que les ayudó y las vidas sacrificadas de muchos soldades españoles. Los nuestros no eran mercenarios, como muchos de los que usaban los británicos en la Guerra, y pronto los vendedores echaron pelillos a la mar y se pusieron a mirar hacia donde, lógicamente, podían expandirse en busca de lo de siempre, materias primas, energía, suelo tierras fértiles, riqueza. Las minas, ciudades, haciendas de la Nueva España estaban allí tras un inmenso vacío, California les esperaba y tardaron poco en quedarse con más de la mitad del territorio del recién independizado México que, hasta ese momento, les supera en población, extensión, economía y fuerzas militares.

Jefferson y Humboldt habían estudiado muy bien al adversario económico que querían superar. El Humboldt chino vino en el siglo XX. A Wang Huning, un joven politólogo que en 1998 pasó 6 meses con una beca estudiando en los EE. UU., le sorprendía cómo en apenas 200 años, esta joven nación había destacado y superado en tanto a su país con una historia de 2000. Olvidaba el chino que dos terceras partes del país gozaban de desarrollo civilizatorio desde el siglo XVI, no fueron 200 años. Sacramento, Los Ángeles, San Agustín, y el mismo San Luis que tanto le admiró llevaban allí bastante más tiempo del que le habían contado. Se comió, acríticamente, la historia de que los EEUU empezaron con el Mayflower como si no hubiera antes siglos de civilización y un inmenso comercio con la China a través de Filipinas desde el siglo XVI.

Estaba sorprendido de la increíble potencia de su economía y su dinamismo. Se maravilló de obras civiles como el Gateway Arch en San Louis Missouri. Hoy, cuando veo el puente sobre uno de los lagos más grandes de China, con 160 kilómetros de longitud que une Shanghái y Nanjing o el que une Shanghái y el importantísimo puerto de Ningbo, o aquí mismo la conexión con Hong Kong, pienso que el Sr Huning, que es uno de los 7 más poderosos en la definición de las políticas de los últimos 3 presidentes de China, mirara hacia atrás, hacia ese investigador de los 90, maravillado por los EE.UU. y que llegó a la conclusión de que había grandes maravillas en el modelo económico pero a la vez grandes debilidades. Definió la aversión a pagar impuestos como una de las causas de la ruptura de familia, que en la vejez quedaba abandonada por unos hijos educados para abandonar el hogar a los 18 años y un estado incapaz de recaudar suficiente como para ofrecer los cuidados que las personas mayores necesitan.

Wang escribió un libro interesantísimo para entender aquella América vista por un profesor e investigador en ciencia política chino, (America against America, última edición de febrero de 2022 ,en inglés, disponible en Amazon). El intelectual más influyente de China describió las contradicciones de la sociedad norteamericana de una manera mucho más lúcida que Alexis de Tocqueville. Este último, sesgado por su propia percepción de una Francia con muchísima más desigualdad, describió la joven democracia como un paraíso de igualdad y libertad. Wang, sin embargo, encontró que se premió la libertad a costa de sacrificar la igualdad, creando enormes diferencias entre ricos y pobres. Si le sorprendió la enorme cantidad de gente sin hogar pidiendo por las calles, ahora, si se diera una vuelta por San Francisco, 26 años después, quedaría impresionado.

¿A qué viene este rollo? A que visualizar con claridad las contradicciones, problemas y defectos de un modelo social, económico y político no te libra de caer en muchos de los mismos desafíos. En China, hoy hay preocupación, ansiedad, desigualdad, y un sistema fiscal que disuade la natalidad por el coste de la educación y del mantenimiento privado de los padres ancianos.

La última vez que estuve aquí fue en enero de 2020, dos semanas después, el escándalo de Wuhan y la pandemia eran imposibles de tapar. El mundo y China cambiaron tanto que 4 años después las consecuencias son palpables y no sabemos cuánto más durará. Los chinos con los que converso deben estar cansados de mis preguntas y mi curiosidad por entenderles.

Su historia, desde que retomaron la senda del diálogo con los EE. UU., preparada por Henry Kissinger, ha sido la de un absoluto milagro. Si a Wang le parecía que 200 años era un sprint para EE. UU., lo que han hecho ellos en 40, ha sido formidable. Él describió en sus ensayos y en sus libros, antes de dejar la Universidad, que la autoestima y confianza de los americanos provenía de su superioridad científica y tecnológica y que si China quería superarles habría de hacerlo en estos dos campos.

Hoy deberían estar contentos y orgullosos porque han superado con claridad en producción científica, en patentes y en múltiples tecnologías a su bien estudiado adversario geoestratégico. En IA, en cuántica, en fotovoltaica, en baterías, en aerogeneradores, en vehículos eléctricos, en electrónica de consumo, en visión artificial, en digitalización y, en menos de 10 años, seguramente en semiconductores y fotónica habrán superado a todos los países del mundo. Invierten más en renovables que el resto del mundo juntos, lideran en infraestructuras, su red de alta velocidad no tiene parangón. Solo el día de final de año nuevo chino hubo 80 millones de desplazamientos sin incidencias. Sus economías de escala son insuperables, su mercado interno enorme, el despliegue de COSCO en los mayores puertos del mundo imbatible y sus clientes en la alianza Belt and Road y el Sur Global enormes desde África a Hispano américa y Asia Central. Cuentan con, no solo las mayores reservas de materiales estratégicos como el Galio, el Germanio, y tierras raras, sino con un flujo constante de energía y materias primas baratas rusas. Su contrato social no escrito consiste en prosperidad material a cambio de libertad.

En 24 años que llevo viniendo no he oído a un solo chino negar que Taiwán es China. Existe una gran unanimidad al respecto. Cuando les preguntas, te dicen que ven con preocupación que las generaciones nuevas de taiwaneses están occidentalizadas y se comportan más como japoneses, surcoreanos y prooccidentales, negando cada vez más que sean parte de China y esto lo ven con pesadumbre, como si estuvieran viéndose arrastrados a un conflicto insalvable. Sin embargo, cuando les preguntas sobre el aumento del apoyo al Kuomintang, los herederos nacionalistas de Chiang Kai-shek, que defienden que ellos son tan chinos como los demás y que la única diferencia es que ellos no son comunistas, sino que se organizan en una democracia de corte liberal, no reconocen un alivio. Es como si los resultados de las elecciones en Taiwán de hace unas semanas no tuvieran impacto en ese pesimismo fatalista que transmiten.

Solo hace un año que abrieron las restricciones del Covid plenamente y cuando estuve aquí vi Shanghái desierto. Tiendas, centros comerciales y restaurantes casi vacíos. No había extranjeros tampoco. Pensé que sería temporal y que en otras ubicaciones quizá fuera distinto.

Un año después, estoy en Shenzhen en el aeropuerto para ir a Vietnam y está vacío. Es la primera vez en 24 años que en la terminal internacional no hay fila para el control de pasaportes para extranjeros. Pregunto al policía dónde me pongo y me dice que con los chinos. Miro alrededor y, por primera vez soy el único occidental en todo lo que veo alrededor. La inmensa salida de extranjeros y el deterioro de la actividad internacional es palmaria un año después. Esto no se ha arreglado. El miedo a la injerencia cultural y extranjera a través de la educación privada los llevó hace poco más de un año a prohibir la formación extracurricular y extraescolar privada, fundamentalmente en manos de fondos de inversión internacionales y que empleaba a miles de profesores extranjeros que han abandonado el país al perder sus trabajos y en consecuencia los permisos de residencia. La doble rotulación en chino e inglés en los lugares frecuentados por viajeros de fuera, como los aeropuertos, está desapareciendo. En muchos sitios solo puedes usar sus tarjetas de crédito chinas a través de la app WeChat. Ahora, para ir a los mejores colegios públicos hay que vivir en ciertos barrios, pero estos son carísimos por la demanda. Los chinos empeñan casi todo a la formación de sus hijos, el colegio primario y el barrio donde viven determina, además del currículo y las notas, el futuro de los niños y a qué universidades pueden optar. Toda una carrera competitiva constante. Se percibe fatiga social.

La sanidad, a pesar de lo que Wang observó en EE. UU., es cara y ante la posibilidad de caer enfermo y perder ingresos e incurrir en elevados costes, tienen una ansiedad existencial que los lleva al ahorro compulsivo. Me explicaba un colega que, tras constatar esta ansiedad existencial, preguntó a una familiar suya cuánto dinero debería tener ahorrado para sentirse tranquila y le contestó que, al cambio, 600.000 euros en la cuenta la dejarían tranquila. Muchos sufren porque las viviendas bajan, a pesar de que no han comprado una aún, el coste de las hipotecas no crece y los que tienen una no piensan en venderla a corto. Es como si por primera vez, toda una sociedad se viera en shock por algo que en España nos ha pasado varias veces, los activos inmobiliarios no suben para siempre y, a veces, sufren correcciones. En 2008 la nuestra mereció un rescate de los bancos y un cambio de la constitución poniéndonos de rodillas ante los acreedores. Le conté lo de la SAREB, lo del banco malo y me miraba con ojos de sorpresa y pánico.

Pero las pensiones de jubilación son tan pequeñas que no pagan el coste de la vida, los hijos se sienten responsables de los padres y la presión que les pone estos cuidados, los costes de la educación de los hijos y la percepción del derrumbe de la espiral inmobiliaria los tiene asustados. ¿Qué va a pasar si gana Trump? Están preocupados por todo. Los centros comerciales, las tiendas, los bares y restaurantes siguen vacíos. Tienen una cierta deflación consecuencia de la caída del consumo, de la caída de precios de sus importaciones clave, la caída del coste del dinero que está a menos de la mitad del dólar, la sobrecapacidad industrial y el desempleo juvenil y temen que les pase lo mismo que a Japón.

La demografía no les va a ayudar a menos que aumenten la natalidad con medidas de reducción del coste de la educación o se abran a la inmigración. Al final necesitan subir los impuestos, como Wang denunció de los norteamericanos, para poder tener gasto social en mejorar la educación, la sanidad y las pensiones públicas si quieren que la gente deje de vivir triste y con ansiedad vital. Crecen al 5%, (ya lo querríamos nosotros), sus exportaciones no han bajado tanto, a pesar de los elevados aranceles que puso Trump y que mantuvo Biden, porque ahora tienen países proxy, que son los nuevos socios comerciales preferentes de los EE. UU. como India (que solo da visados a chinos si acreditan tener más de 250.000 euros), Vietnam o México. Potencian la exportación de sus bienes intermedios, con ayudas e incentivos fiscales, que han crecido un 32% desde 2019 frente a solo un 2% de crecimiento en productos acabados. Las aduanas chinas dicen que sus exportaciones a los EE. UU. crecieron 30.000 millones entre 2020 y 2023, los norteamericanos dicen que sus importaciones de productos chinos cayeron 100.000 millones en el mismo periodo. ¿Quién miente?

Según Adam Wolfe de la consultora Absolute Strategy Research dice que los aranceles son tan altos que incentivan a declarar menores valores de importación. En un artículo en The Economist esta semana estimaba esta infravaloración en el 20 al 25% de las importaciones. Las tablas input -output del Banco Asiático de Desarrollo muestran que el sector privado chino aportaba el 0,41% de los inputs de las empresas privadas norteamericanas en 2017 frente al 1,06% en 2022. Por mucho que los políticos se empeñen en desacoplar la economía Americana de la China no es trivial.

Aterrizo en el antiguo Saigón y el contraste es total, el aeropuerto está lleno y muestra una actividad frenética. Hay conexiones a Da Nang cada hora. La correlación entre las exportaciones a EE. UU. y las importaciones de productos chinos en Vietnam es casi perfecta. Vietnam bulle de dinamismo y actividad económica. La gente destila optimismo.

Los chinos empiezan a tener problemas de ricos, no entienden que ya no va a suceder aquello de que en 5 años doblas el sueldo, siguen pensando, mientras ganan más que en la mitad de los países de la UE por el mismo puesto y responsabilidad, que en Europa se gana mucho más. Han comprado el discurso del adversario económico y, aunque ganan en muchos campos, la moral está muy baja. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Poca gente feliz. Todos preocupados. Problemas de ricos.