La despedida de Carlos.

Fuengirola

Carlos, el policía jubilado tras perder la visión de un ojo en acto de servicio en Fuengirola: "Lo volvería a hacer"

El agente ha visto llegar forzosamente la jubilación a los 44 años por una lesión ocular irreversible. Tras ser agredido, siguió trabajando para detener a un asesino sin saber que sufría un desprendimiento de retina.

Más información: Carlos, el policía que siguió trabajando herido para detener a un asesino: puede perder la visión

Publicada

Dice el himno de la Policía Nacional: "Mi servicio prestaré con firmeza y dignidad, en favor de la justicia y el respeto a los demás". Una frase que Carlos, agente de la Comisaría de Fuengirola, ha llevado a fuego hasta su última noche de guardia durante sus casi 17 años de servicio.

Ahora, a sus 44 años, se despide de su profesión de manera prematura, forzado por una lesión ocular irreversible que le ha provocado una ceguera total en su ojo izquierdo tras un servicio que no olvidará jamás.

El 17 de abril de 2024 marcó un antes y un después en la vida de este policía nacional, que formaba parte del grupo de noche de la Comisaría de Fuengirola. A las 22.35 horas, la sala del 091 recibió una llamada de alerta: un joven de 29 años estaba causando altercados en las calles y en el interior de un bar de Fuengirola. Carlos fue de los primeros en llegar, estaba justo al lado.

Al percatarse de la presencia policial, pues los agentes iban de paisano, el sospechoso se refugió en una vivienda ubicada en un tercer piso de un edificio cercano y, al tratar de reducirlo cuando se abrió la puerta, el agente recibió varios puñetazos y patadas. Uno de ellos, directo a la cara, acabaría por dejarle sin visión en un ojo horas después.

Pese a lo ocurrido, Carlos no abandonó el servicio, ya que apenas veinte minutos después, acudió junto a sus compañeros a la detención de un hombre que había asesinado a su casero y apuñalado a su pareja. "Volvería a hacer lo mismo otra vez. Lo hice porque lo sentía, porque es mi forma de entender este trabajo".

Cerraron aquella madrugada sobre las siete de la mañana. Al día siguiente, aunque ya con algunos problemas de visión, el agente continuó con las diligencias y volvió a incorporarse a su turno con normalidad.

No fue hasta que una médica de urgencias lo examinó con detalle cuando supo la gravedad: sufría un desprendimiento de retina. Desde entonces ha pasado por quirófano en más de cuatro ocasiones, pero la secuela es irreversible. "Ya hay que cerrar etapa y no podemos hacer nada", dice.

"Ser policía no es un trabajo, es una forma de vida", confiesa un año después de aquel servicio emocionado, un día después de que sus compañeros de la comisaría le hayan despedido entre aplausos y haciéndole un pasillo de honor tras recibir la noticia de que iba a ser jubilado. Ellos, precisamente, son uno de los mejores regalos que la profesión le ha dado.

En la Escuela de Ávila aprendió el valor del compañerismo, y ese espíritu le ha acompañado siempre, desde sus duros años en la frontera de Gibraltar hasta sus últimos servicios en Fuengirola, donde se ha ganado el respeto de jefes y compañeros.

La sorpresa de un homenaje de despedida y los numerosos mensajes de WhatsApp que sigue recibiendo son, asegura, "un reflejo de esa familia que uno crea dentro del cuerpo".

Carlos recibe el homenaje.

Carlos recibe el homenaje.

Carlos habla con serenidad, pero sin ocultar que el proceso desde que escuchó el diagnóstico ha sido "muy duro, a nivel físico y psicológico". Reconoce que él no es, para nada, el único damnificado. "Mi familia y mis compañeros, Germán y otros muchos, han vivido esto conmigo y hemos pagado un peaje muy grande", lamenta. Ha sufrido mucho con ellos de la mano.

En sus casi 17 años de servicio, pasó más de una década en territorio gaditano, donde vivió noches intensas contra el narcotráfico y decenas de intervenciones de riesgo. Aunque muchas fueron duras, pocas como la de aquel 17 de abril. "Ese día nadie me decía lo que iba a pasar, pero yo volvería a hacerlo", insiste.

Ahora, jubilado forzosamente, no le queda otra que arrancar una nueva etapa en su querido pueblo, Fuengirola, con su mujer y sus tres hijos, que son sus pies y sus manos, incluso en los días malos. Así, reconoce que le apasiona ayudar a los demás y se niega a renunciar a su personalidad por el hecho de no ver por un ojo. "Me encantaría buscarme proyectos sociales o solidarios. Soy una persona activa y muy nerviosa y me encantaría seguir sin parar, aunque haya tenido que dar este paso", explica.

Desde la Confederación Española de Policía (CEP) reclaman que se le imponga la Medalla al Mérito Policial con distintivo rojo, que se otorga a agentes que, en acto de servicio, han resultado heridos graves, han corrido riesgos evidentes para su vida o han realizado servicios de extraordinaria importancia. Esta medalla ya ha pasado el 'filtro' local y está en manos del Ministerio del Interior y el Consejo de la Policía Nacional que se le otorgue.

Desde la CEP consideran que la pérdida de la visión en un ojo tras horas trabajando no es ninguna enfermedad común. Así, también denuncian la pérdida del principio de autoridad y el aumento de agresiones a agentes.

Mientras llega o no, Carlos no deja de poner en valor lo humano: el cariño de sus compañeros, el apoyo de sus mandos y la gratitud de su familia. "Me voy con la espinita de dejar la Policía antes de tiempo, pero también con la satisfacción del deber cumplido y agradecido con todos ellos por la fuerza que me han dado", concluye.