Un montaje de Abu vendiendo en la playa.
La historia tras la sonrisa de Abu, el 'Camarón africano' de Benalmádena: "Mi trabajo me hace feliz, he sufrido mucho"
Llegó a España en patera hace 25 años y desde entonces no ha parado de esforzarse por integrarse en nuestro país, donde en verano trabaja vendiendo en la playa y el resto del año en la construcción y el campo.
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Su impecable sonrisa mientras canta Soy gitano de Camarón de la Isla y vende pulseras en la playa de Benalmádena se hace viral en redes cada verano, pero son muy pocos los que saben todo lo que hay tras la vida del senegalés Abu, al que todos apodan en este pueblo malagueño como Chapali o el 'Camarón africano'.
En los vídeos que turistas y locales le sacan para compartir en sus perfiles aparece con dos hombreras gigantes que utiliza inteligentemente para cargar los kilos de productos que vende a diario: pulseras, llaveros, pinzas de pelo... "Son el efecto de cinco años de gimnasio", bromea con sus clientes.
Aunque sea una broma, bien podrían estar así de musculados sus hombros con la mochila vital que carga a su espalda. Pesa. Y mucho. La vida de Chapali, que se llama en la realidad Abu, no ha sido de color de rosa, por mucho que ahora cante, baile y venda con una sonrisa de oreja a oreja. "Me hace tan feliz vender por la playa porque he sufrido muchísimo en el pasado, en la playa todo el mundo está contento y eso me encanta", sostiene.
Abu nació hace cincuenta años en Senegal, un país que describe con orgullo: "No hay mucho dinero, pero hay solidaridad y una tierra preciosa". Su infancia fue humilde pero cálida, rodeada de diez hermanos y guiada por unos padres valientes. Tiene pasión por su madre, a la que define como una "superheroína".
El senegalés llegó con dificultades hasta la universidad, donde cursaba Filosofía, pero el fallecimiento de su padre provocó que el peso de la economía familiar cayera íntegramente sobre su madre, lo que le obligó a dejarlo todo. "Decidí trabajar para ayudarle con la familia. Ella se quedó sola con diez hijos. Yo no podía seguir estudiando mientras ella luchaba sola, tenía que dar todo por ella", cuenta.
Entonces tomó una decisión difícil: emigrar. Sin apenas recursos, hace más de 25 años comenzó a recorrer África durante meses, trabajando en el camino en todo lo que se le presentaba por delante. Era la única manera de costear su salida: en talleres, en el campo y hasta vendiendo en mercados. Poco a poco, fue juntando el dinero necesario para pagar su viaje a Europa.
"En el mercadillo vendía con algunos tenderos que no querían que me marchara porque yo vendía como hago en España y decían que era muy bueno, que no me querían perder", relata entre risas.
@andrreaa_22 otro año más con chapali🫰🏽🫰🏽 #fyp #diva #eurovision ♬ sonido original - andrea henares🇪🇸
"Todo fue muy duro. Lo que yo he vivido en el camino no se puede contar en pocas palabras. Pero nunca me rendí. Jamás", describe. Cruzó a España en patera, tras ahorrar durante mucho tiempo y trabajar a destajo y así poder pagar el trayecto. "Pagué entre 3.000 y 4.000 euros para subirme a la patera", añade.
Una vez tocó territorio español, llegaba la hora de buscar una oportunidad. Su primera parada fue en Huesca, donde trabajó en el campo durante dos años. Pero las oportunidades laborales allí escaseaban, y decidió bajar hasta a Málaga cuando tuvo opción. "Cuando llegué y sentí el sol, el mar, la gente... supe que quería quedarme aquí, este clima y esta hospitalidad son maravillosos".
Desde que puso sus pies en terreno malagueño supo que iba a hacer de todo, menos el mal. Es por ello que comenzó a conocer a gente y a perfeccionar cada vez más su español para lograr trabajo de lo que fuera cuanto antes.
De esta forma, y con el paso de los años, logró dividir su vida en tres estaciones: campo en otoño e invierno, construcción en primavera, y venta ambulante en verano. No llegó sabiendo hacer todo, pero dice que "el saber no ocupa lugar" y que tenía muchas ganas de trabajar, así que comenzó a aprender como una esponja.
Aunque la construcción está mejor pagada, reconoce que disfruta como un niño pequeño de los días de trabajo en la playa, que comienzan a las once de la mañana y acaban cerca de la una de la madrugada. "Son jornadas intensas, pero hay que aprovechar el verano. La playa me encanta. Me da vida. Yo no tengo jefes, hablo con la gente, canto, juego con los niños. Ver feliz a la gente me hace feliz a mí, es un regalo de la vida", insiste.
Abu se ha ganado el apodo de 'el Camarón africano' por sus actuaciones improvisadas cantando las canciones del legendario cantaor mientras vende. Más allá de sus temas, su repertorio incluye, principalmente, canciones del verano. Si el año pasado no paró de cantar Potra salvaje, este año es el turno de Melody y su Esa Diva. "Melody me encanta, esa mujer canta espectacular", dice, mientras comienza a cantar con muchísimo arte el estribillo.
"Cantar me conecta con la gente. Es una forma de acercarme, de dar alegría. También es marketing, claro. Pero sobre todo es alegría", reconoce con honestidad, conocedor de que gracias a esa técnica de venta se ha viralizado en redes y los turistas lo reconocen ya verano tras verano en el arenal malagueño, lo que facilita que las ventas se multipliquen.
"A mí me emociona ver cómo niñas a las que vendí pulseras vienen ya con sus maridos y sus hijos, me siguen saludando verano tras verano", dice.
Chapali comparte piso con amigos en Benalmádena y reparte su tiempo entre el trabajo y el apoyo a su familia. Tiene cuatro hijos biológicos, pero también dos adoptados, pese a su difícil situación. Los pequeños estaban en una peor circunstancia que los suyos y no dudó en adoptarlos para darle una mejor vida.
Todos viven en Senegal con su madre. "No hay diferencia entre ellos. Si puedo ayudar, ayudo. Me encantaría adoptar más. Si hay comida para uno, hay comida para dos, siempre pienso así". Reconoce que les echa de menos a rabiar, pero no tiene prisa por traerlos a España. Primero, dice, quiere que hagan "sus propios caminos".
"Yo quiero que estudien idiomas y hagan sus carreras. Una vez hecho esto, ya se decidirá cómo lo hacen", añade. Por su parte, aunque se ve jubilado en su país, dice que le queda aún mucho por dar en España bajo el sol andaluz y más ahora que su situación está totalmente regulada y tiene sus "papeles en regla".
Abu es todo un ejemplo. Ha aprendido todo por sí mismo: recolectar, alicatar, vender, construir... "Me gusta trabajar. Me siento bien cuando hago mis deberes. Como digo siempre: hay que hacer los deberes antes de pedir los derechos".
@miichhellee__ el de todos los años 😜 #benalmadena #chapalichapala ♬ sonido original - 🎀🫧🌸
Insiste en varias ocasiones en dejar claro durante la entrevista que los españoles deberían valorar más a su gente. "Creo que España es un país increíble, la gente es muy amable, pero para valorarla, me da la impresión que tienen que saber lo que hay fuera. La dueña de la casa donde vivo es un amor de persona, es muy buena, le estoy muy agradecido por todo", añade.
En Benalmádena comparte tiempo con otros compatriotas senegaleses, con los que celebra festividades y otros eventos típicos de su cultura. Pero ojo, que Chapali cree que lo primordial es la integración. "Es bonito para recordar el país de donde venimos, pero si yo sé hablar español es gracias a la cantidad de gente con la que hablo al día, hay que integrarse bien en el país al que llegas. Yo estoy enamorado de Málaga", dice.
No llegó a graduarse como filósofo, pero con su relato da grandes lecciones de vida. "A los racistas les digo que no se puede juzgar a una persona sin conocerla. La solidaridad y la buena convivencia deben estar por encima de todo. Hace falta más empatía, ponerse en la piel del otro, sea cual sea su color", asevera.
Hay quien le regaña por regalar más productos de los que vende en sus largas caminatas por la playa. Dice que es "algo que va dentro" de él, que le sale solo y que lamenta no tener más, porque cree que daría más a todo el mundo. "Porque eso es lo que me llena", añade.
Chapali demuestra que detrás de unos simpáticos vídeos virales, puede haber una difícil historia, la de un hombre que se levanta cada día de la cama para dar todo por los suyos, que aprendió a sonreír en medio de la adversidad y que convirtió el trabajo en una fórmula para ser feliz.