Yolanda Verdugo.

Yolanda Verdugo.

Málaga A título personal / Yolanda Verdugo, presidenta de la Asociación Alhelí

Yolanda Verdugo: "No solo está la salud mental tras el suicidio: también matan el problema de la vivienda y el abandono social"

A título personal | Es la presidenta de la Asociación Alhelí, única organización sin fines de lucro de España que ayuda a prevenir el suicidio y trata el duelo patológico.

Más información: Los suicidios repuntan en Málaga: casi 1.000 personas murieron por esta causa en los últimos cinco años

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Hay personas que para otras, por circunstancias de la vida, son como un faro. Guían a los demás en su día a día con la luz que irradian y ese es el caso de Yolanda Verdugo, una malagueña que lidera una organización malagueña llamada Fundación Alhelí, que trabaja en la prevención del duelo patológico y la prevención del suicidio, la única en España en hacerlo.

Por sus pasillos han pasado miles de historias, miles de casos. Se han derramado miles de lágrimas, pero también se han sacado miles de sonrisas, gracias al amplio equipo de voluntarios de todas las edades con el que cuenta y que irían con ella al fin del mundo.

Alhelí está a punto de cumplir una década ayudando a dolientes, pero también a supervivientes. "La muerte no vende, por eso no se habla de ella", denuncia Verdugo en una conversación a título personal donde sí que se reflexiona en profundidad sobre ella.

¿Quién es Yolanda Verdugo? ¿Cómo se definiría?

Una mujer normal, de mi época, malagueña y malaguista. Siempre lo he dicho: donde se ponga Málaga, no se pone nada. Soy malagueña y seré boquerona hasta el final.

¿De barrio?

Nací en Nueva Málaga, aunque ya casada me fui a vivir a Teatinos.

Dirige la Fundación Alhelí. ¿Cómo la presentaría?

La Asociación Alhelí trabaja por la prevención del duelo patológico y del suicidio. Arrancar fue muy difícil, pero cuando miro atrás veo todo el esfuerzo y toda la energía que se ha puesto y me da mucho orgullo.

Hemos ayudado a muchísima gente, aunque ni yo misma soy consciente del alcance real que tiene la asociación. Lo que sí sé es que todo lo que hago, lo hago con amor.

¿Cuándo nació Alhelí?

Los papeles se presentaron en 2015 y se presentó en sociedad en marzo de 2016. Recuerdo que vinieron representantes del Ayuntamiento como Julio Andrade, de Asuntos Sociales, y un sinfín de personas que me arroparon.

Aunque yo no soy psicóloga, decidí dar el paso para abrir esta asociación, que ya es fundación realmente, porque un amigo que es trabajador social me dijo que tenía que canalizar todo lo que llevaba dentro para ayudar a otras personas. Que era el momento perfecto.

La muerte de su madre marcó un antes y un después en ello.

Sí. Alhelí es Gracia Delgado, que es mi madre.

¿Cómo era su relación con ella?

Yo era cuidadora de mi madre, que tenía una enfermedad degenerativa. Ella necesitaba mucho de mí físicamente y yo mucho de ella emocionalmente. Yo era la cuarta de cuatro hermanos y éramos un binomio hasta que enfermó. He aprendido tanto de ella, era un pozo de sabiduría...

Falleció en 2013 por una neumonía, pero ella tenía artritis reumatoide, se tiró años muy malita. Tuvo temporadas muy largas en el Hospital Civil, le mandaron muchos medicamentos que no le funcionaban... Y todo eso fue desgastándole riñones, corazón... Hasta que se apagó. En su última etapa le funcionaba solo un 3% de su riñón. Le fueron fallando todos los órganos.

Cuando mi madre murió, me viene abajo. No tenía ni 50 años, tenía casa, familia, mis niñas, pero no tenía nada sentido para mí. Nada me llenaba y en parte perdí el aliciente de vivir.

Yo tenía a mis hijas, pero la que me escuchaba, me entendía, la que sabía cómo yo estaba con una sola mirada… Esa era mi madre. Todavía hoy me pasa que cojo el teléfono para llamarla y... ya no está. A mí me faltó apoyo, recursos... Y eso fue lo que me impulsó a ayudar a los demás.

¿Y por qué Alhelí?

Dos años después de que muriera mi madre, asesinaron a mi prima. Es el caso de violencia de género que hubo en el barrio de La Luz en 2013. Estefanía era una joven de solo 26 años. Su pareja la mató a ella y a su hijo, Aarón, de cinco años.

Fue un impacto muy grande. Ver cómo fueron tratados sus padres, todo el maltrato institucional, la soledad... eso también me empujó a impulsar Alhelí. Al principio pensé en llamarla “Alma”, porque mi prima decía que quería tener una hija y llamarla así. Pero tuve un sueño en el que alguien me decía que tenía que llamarse “Alhelí”.

No sabía ni lo que era. Lo busqué y vi que era una flor. Un biólogo me explicó después que el aroma del alhelí permanece en una parte del cerebro. Me pareció muy simbólico: como el recuerdo de nuestros seres queridos, que permanece. Por un motivo o por otro, me dijeron que Alma no podía ser el nombre porque ya existía… Y al final cogimos Alhelí. Todas las señales me lo decían.

¿Alhelí es una asociación pionera en su ámbito?

Sí. Hay asociaciones de duelo pero vinculadas a enfermedades concretas, como el cáncer, la ELA, o el alzheimer... pero no una asociación que trabaje el duelo en general, mantenido en el tiempo. Porque hay duelos que se resuelven en seis meses, pero hay duelos que se cronifican. Y ahí hay un abandono muy grande. Esas personas necesitan acompañamiento. No hay nada. Nosotros queremos llenar ese vacío.

¿Cuentan con muchos voluntarios, pese a que hay mucha gente que no le gusta hablar de la muerte?

Sí, muchísimos. Ahora estamos preparando una veladilla y ya tengo a 30 personas organizando cosas. Tengo un grupo de voluntariado muy potente que se enfada si no lo llamo para hacer cosas. Hoy nos han dado un cheque para seguir creciendo y estaban allí como 12 personas del grupo de terapia. Nunca voy sola, eso es lo más bonito de esto. El voluntariado es una parte esencial de Alhelí. Yo puedo llamar a alguien de un día para otro y siempre responden. Siempre.

¿Qué perfiles se interesan más por el voluntariado?

Muchos psicólogos. Y también personas que han vivido un duelo complicado. Porque ayudar a otros también les ayuda a ellos. Por eso nuestro lema es “Ayudar, ayuda”. Hay una conexión especial entre personas que han pasado por lo mismo. Se entienden. Hay una empatía real.

Dicen que no empatizamos hasta que no lo vivimos.

Cuando una persona tiene un duelo complicado, los amigos desaparecen. La gente no quiere penas. Si le cuentas la misma historia dos veces, la tercera te esquivan. Por eso los grupos de ayuda mutua son tan importantes. Porque hay un espejo. Porque ves que lo que sientes es normal. Que le pasa a cualquiera. Que no estás loco. Que hay una manera de volver a vivir. Cada uno lleva de una manera diferente el duelo.

¿En qué sentido?

Porque a lo mejor si a una pareja se le muere su hijo, el hombre o la mujer lo gestiona de una manera y su pareja de otra. Y es la misma pérdida. Es un hijo que los dos amaban con locura de la misma manera.

Yo tengo un caso muy famoso aquí en Málaga en Alhelí que fue similar. La mujer dijo que no nos necesitaba y el hombre acabó viniendo solo tiempo después. Porque él sabía que no. Que esto no iba bien. Que su duelo no iba bien. Y estuvo durante un año yendo a terapias solo, todo solo. Porque la mujer decía que bueno, que a ella no le hacía falta y sin embargo a él, pues mira, ahí estuvo.

Eso ya va en el trabajo de cada persona por dentro.

Cada uno somos distintos, ¿no? Y cada uno enfrentamos la vida… y la muerte de una manera.

¿Y las personas que acompañan?

Los voluntarios reciben formación si no, no los dejo. Ningún voluntario se acerca a un doliente si no tiene una formación previa. Por lo menos la mínima.

¿Cómo se les forma?

El Ayuntamiento de Málaga nos da una subvención para voluntariado que aprovechamos y dedicamos esos cursos para las personas que hacen una primera intervención y se les valora…

Trabajamos por parejas, intentamos que una persona que ha perdido a su hijo por suicidio tenga a una persona que ha superado el duelo también por el mismo motivo. Se convierten en compañeras de viaje y eso, eso es mano de santo… Es bonito y a la vez triste. Para ellos es clave saber que están pasando por algo muy duro, pero que hay una persona que ha pasado hace cinco años por ello y está feliz en la actualidad.

Lo primero que te preguntan cuando llegan es si volverán a sonreír. Les decimos: “Te va a costar. Pero lo conseguirás.Y sin darte cuenta, recordando que tú no tienes culpa de nada”.

La culpa hace mucho daño.

La culpa golpea mucho. En todos los casos. Sea suicidio, sea muerte natural. Pero la culpa siempre está ahí. Y acecha. Y la mente es muy mala. Si no la adiestras, es muy mala. Puede revertirte y llevarte a una depresión.

Durante los años del COVID tuvieron un subidón de personas pegando a vuestra puerta. Fueron muy duros.

De lo más duro que he tenido en mi vida. En esa época yo trabajaba como celadora del quirófano de urgencias. Me comí todas las traqueotomías habidas y por haber. Pero enteritas. Al principio no tenía traje, no tenía EPI. Los primeros días no sabías a qué te enfrentabas.

Yo recuerdo que me iba del hospital… Y todo el mundo me llamaba, entre los que me conocían de allí y los que me conocían de la asociación…

¿Para darle ánimos?

Eso es lo que yo quisiera. Me llamaban para pedirme que les enseñara a sus familiares por videollamada. Muchos los tenían ingresados y no sabían nada de ellos. Hubo gente que dejó a su familiar en la puerta de urgencias y lo siguiente que vio fue una urna de cenizas o un nicho. Sin poder despedirte, sin velatorio, nada. Aquello parece que fue una peli, pero fue real

Cuando ya pudimos abrir la veda un poco, lo que hacíamos en esa época era acompañar a las familias a arrojar las cenizas o hacerles la sepultura, lo que sintieran ellos en ese momento. Pero fue muy duro.

También se desarrollaron muchos trastornos con la juventud, ¿no?

Sí, el confinamiento con los niños en casa ha hecho mucho daño. Yo he vivido un TCA en primera persona también. El confinamiento ha desencadenado muchas cosas en los hogares.

¿Hemos aprendido algo de aquello?

No hemos aprendido nada, al final somos humanos… Somos de relaciones humanas… Nos equivocamos, acertamos… Y así vamos tirando.

¿Recuerda las cifras de 2020?

Sí. De unas 150 aproximadas, pasamos a un total de 549. No paraban de llamarnos y tuvimos que hacerlo como podíamos. Acompañamiento telefónico, terapias de grupo online… Todo se nos hacía rarísimo. Nosotros somos mucho de achuchar, de dar besos, de contacto, del piel con piel. Pero no pudimos.

Es una etapa que recuerdas con cariño pero a la vez con amargura y con un conjunto de sentimientos y de emociones que ahí se quedan para nosotros.

Y tras aquello, ¿los números han vuelto a la normalidad o se ha quedado por encima de lo que fue antes del COVID en cuanto a atender a personas?

Yo creo que es que somos más conocidos. Te puedo garantizar que el 90% viene a través de salud, del SAS. Y el restante, del boca a boca o las redes sociales. Una vez vi cómo en el alta de una persona con ansiedad por un duelo mal resuelto ponían ‘Acudir a la Asociación Alhelí’. Es fuerte. Me halaga porque eso denota que estamos haciendo buen trabajo, un honor…

Pero creo que no son esas las medidas que hay que tomar, principalmente porque yo no tengo ningún acuerdo ni con el SAS, ni con la Junta de Andalucía, ni nada. No nos dan nada, no hay convenio. Mandarnos a pacientes a diestro y siniestro creo que no es tampoco lo adecuado, principalmente porque llegamos a lo que llegamos.

Además, porque hay que recordar que nosotros los mantenemos en el tiempo, les damos seguimiento. Yo no puedo coger a uno, y ahora cojo a otro, y ahora cojo a otro y me olvido de ti…. No, así no funciona Alhelí. Hacemos un acompañamiento desde el principio hasta el final. Integral.

Eso les genera listas de espera.

Listas de más de seis meses, que yo veía los datos y me peleaba con todo el mundo, no podíamos permitirlo. Le dije a la psicóloga, muy enfadada: “Pero esto qué mierda es”. En el listado veía a niños con 14 años que evidentemente hice todo para que les dieran prioridad, que los niños son muy sensibles.

Como siempre digo, tenemos muchas estrellas en el cielo que nos ayudaron en una situación límite. La Fundación Unicaja nos ayudó, haciéndonos beneficiarios de la recaudación íntegra de la exposición de los cuadros de Abelló y eso nos salvó. Me puse a contratar a psicólogos y ahora tú llamas a Alhelí y como mucho tardamos entre una o dos semanas en atenderte. Hemos cerrado ocho grupos de terapia, que es una pasada, con patologías diferentes.

También actuamos en pueblos menores de 20.000 habitantes, con una subvención de la Diputación de Málaga. Todo el valle del Guadalhorce lo llevamos nosotros. En el pasado nos habían quitado esa subvención, no nos la habían dado.

Yo no le digo que no a nadie, pero sin esa subvención, las personas que nos necesitan se tienen que venir a Málaga, y ellos no pueden venir en su mayoría hasta a Málaga. Hay mucha gente que tiene movilidad reducida, gente mayor, o gente que no tiene coche simplemente.

Y me sabe muy mal lo que nos ha ocurrido con Benalmádena.

¿Qué les ha pasado?

Empezamos con ellos el año pasado, y ahora este año ha decidido una persona que no, que se acabó... Entonces hemos dejado a mucha gente tirada en el camino. Y eso no se debe hacer.

Prefiero que no den nada nunca. Si sabes que nos vas a cortar, no le demos desde el principio el soporte a estas personas. Hemos dejado a gente tirada y yo no tengo económicamente partida para tener a una psicóloga allí. ¿Que hay intereses políticos? No lo sé, porque la política es como todo, es como la religión. Y la muerte no entiende, se lleva para delante todo.

Y bueno, si los políticos tienen dinero para pagarse el psicólogo, me parece muy bien, pero hay gente que no, porque para costearse un psicólogo mínimo, estamos hablando de 70-80 euros semanales. A ver qué bolsillo puede, con la que está cayendo. La verdad es que me ha parecido brutal.

Me he peleado y quejado en todos lados, pero no me ha servido de nada. Me ha indignado mucho. Creo que el alcalde entró con muy buena voluntad, con muchas ganas, con hacer cosas por su pueblo, y ahora se olvida de la gente. Muchos de ellos, por cierto, le votaron probablemente.

Algo así no puede ser puntual, no me puedes dar dinero un año para quedar bien. Sobre todo porque en puntos como Álora o Pizarra veo que entre vecinas se dicen lo bien que les va en Alhelí y se recomiendan nuestra ayuda, lo que va a aumentando la red.

Se olvida de que aunque Benalmádena sea un pueblo turístico y demás, está la Benalmádena profunda. Y al final no deja de ser un pueblo que necesita ese apoyo y que necesita gente que sepa que estás ahí, que no estás solo. Esa es mi opinión: mira por tu pueblo, por tu gente, que son los que te han puesto ahí.

Yo creo que sus días tranquilos no son, ¿no?

Pues no, pero esto no ha sido una obligación. Yo estoy en Igualdad, en CSIF, y luego esto. Alguna vez he llegado a pensar en tirar la toalla, porque estaba muy cansada. Es un desgaste psicológico bastante importante. Porque tú tienes que lidiar con mucha gente. Y hay gente que te come la energía.

Y hay gente que no te entiende. Y al final, esto es como lo de El Principito. Lo que es invisible a tus ojos, no existe. Pues con las penas o el dolor igual. Si tienes penas y dolores y no se ven, no existen para la sociedad. Entonces las penas, es como... No existe. Yo lucho por todos esos invisibles.

Igualdad en CSIF, un cambio radical respecto a lo que hacía antes.

Lucho por las mujeres en el entorno laboral, sí. Que también es otra lucha muy invisible y pasa de todo.

Otro de los pilares de la fundación es la prevención del suicidio. ¿Por qué sigue siendo un tabú?

El suicidio es complicado. Hemos evolucionado, se habla, pero siempre es lo mismo. Noto que cuando vas a una mesa de prevención te sueltan el mismo rollo y no debería de ser así. A mí de qué me sirve que me pongas los datos, las estadísticas… Yo no quiero eso.

Desde Alhelí reivindico que aquellos que hagan el protocolo cuenten con los supervivientes, que son quienes han vivido con ello, saben lo que es, con lo que han luchado y cómo les han tratado. Porque ese protocolo del que tanto se habla, en realidad no se está haciendo.

¿Puede poner un ejemplo concreto?

Sí. En Alhelí tenemos a un señor que sufre una tentativa muy fuerte en octubre. Sin embargo, en el informe no pone suicidio ni tentativa. Se fue a Carlos Haya porque perdía el hígado. En los informes ponían ‘hepático’ y nada de suicidio y el psiquiatra no lo vio.

En Navidad, tuvo otra más. E igual, tampoco; me tuve que pelear para que alguien le hiciera caso. Salió de aquello como pudo. Yo veo eso y me pregunto: ¿Qué hay que hacer? Hablé con psiquiatría porque en febrero tuvo otra tentativa, la tercera. Y les dije: ¿A qué esperamos, a qué se mate? Este hombre no quiere morirse, pero tiene tanto sufrimiento, una depresión tan fuerte por tema social… Su vida era bonita

Es un hombre que lo tiene todo a su favor, pero él en su cabeza simplemente se dice ‘no valgo nada’, ‘nadie me va a echar de menos cuando yo me vaya’... Y no entiende que hace aquí. Ha entrado en una depresión gordísima y ningún psiquiatra le había visto, solo tras lo que ocurrió en Navidad, que lo vio el de guardia y le mandó para casa.

En febrero ya sí hablé con una doctora muy empática que me prometió que lo ingresaban. ¿Pero hay que llegar a estos extremos de tener que pelearme con Psiquiatría del Clínico? Y lo peor es que como él habrá un montón. Los informes no son reales en su mayoría.

Entonces, que tú vengas y me cuentes a mí las estadísticas con tus numeritos y demás, que me parece muy bien, me parece fantástico, pero a mí eso, a mí no me nutre, a mí no me ayuda. Porque en Alhelí estamos en plena calle, yo soy la persona que estoy en primera línea con ellos, sé cómo viven.

Por eso es tan importante que los supervivientes estén en las mesas de prevención. Se sienten escuchados y todos nos nutrimos. Hay suicidios de niños de 12 o 14 años que ni han empezado a vivir. Esta lucha para mí es muy personal. Alhelí es mi familia, y cada caso me duele como si fuera mío.

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(*) El hombre del que habla Yolanda era un gran amigo de ella que estaba acudiendo a Alhelí y que días después de la entrevista, tristemente, se quitaba la vida. Yolanda nos ha pedido que le hiciéramos un pequeño homenaje en esta entrevista para dejar clara la importancia que tiene la prevención ante el suicidio y la gran persona que era.

"Se ha ido un miembro de la familia Alhelí, que aunque no es de sangre, es de corazón. Cuando nos repongamos de este duro golpe, le haremos un homenaje a la altura de lo que merece", añade.

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Parte del equipo Alhelí en una gala.

Parte del equipo Alhelí en una gala.

Cuando habla de los que ya no están, lo hace con una emoción muy profunda, como si fueran de su familia.

Vamos, es que los lloro. Tenemos un cuadro en Alhelí con todas las caras de cada uno de ellos, y para mí es que son como si fueran mis hijos, mis hermanos... No los he conocido a todos, he conocido a sus familias, pero creo que no se puede invisibilizar la figura de cada uno de ellos.

Se han ido en silencio, pero nosotros estamos aquí para gritar por sus muertes. Y tenemos que gritarlo. Y tenemos que decirlo. Y tenemos que mejorar lo que esté en nuestras manos.

Sus críticas son constructivas.

En el caso sanitario, yo no vengo a criticar la sanidad pública, yo vengo a mejorarla. Porque si algo se está haciendo mal, vamos a mejorarlo. Yo entiendo que estén saturados, que no haya médico, que no haya cama, pero vamos a ayudar a las familias que lo están viviendo. Hoy por hoy hay mucha gente que todavía se puede salvar. Ya por los que han fallecido no, pero por los que están, sí. Vamos a ayudarles. Es importante. Ayudar a esas familias, porque se sienten desamparadas.

Hace poco me cogió una mamá que me conocía a través de una enfermera. Su hija, con 14 años, había intentado suicidarse, pero sin fallecimiento, evidentemente. Me llamó desesperada, sin saber qué hacer, qué pasos seguir, porque nadie le había atendido, nadie le había informado. En el colegio tampoco sabían muy bien cómo actuar. Estaba muy perdida. No hay un protocolo claro. Y creo que en la parte educativa tampoco tienen claro qué hacer.

¿Cree que falta formación o recursos en el ámbito educativo?

Sí. Al final, muchos funcionan por inercia, por buena voluntad, pero dentro de esa buena voluntad hay mucho desconocimiento. Como docentes, están preparados para enseñar una asignatura como matemáticas, pero no siempre para detectar una señal o cómo comenzar una intervención psicológica. Todos tenemos que unirnos como humanos y detectar estos pequeños matices para mejorarlos. Creo que es una crítica constructiva.

Si en esas estadísticas que dicen que en 2024 64 personas se quitaron la vida en Málaga nos dijeran sus perfiles, igual haríamos más esfuerzos en colegios. Si trabajamos la labor de acompañamiento, evitamos que esos números suban, ¿no?

Hay que tener voluntad, pero también presupuesto. Necesitamos profesionales en la parte educativa y orientadores con formación específica. Recuerdo que el director de La Rosaleda estaba muy comprometido. Contrató el servicio de Alhelí durante el curso, creo que fue hace dos años, justo tras la pandemia. Había siete tentativas en adolescentes en su centro y dejó la puerta abierta para quien necesitara ayuda. Fue muy bien. Los niños estaban súper agradecidos y yo más.

Creo que si hay dinero para otras cosas, debería haberlo también para esto. Este servicio debería existir. Los adolescentes necesitan herramientas.

Ha dicho alguna vez que “la muerte no vende”. ¿Lo sigue pensando?

Hombre, la muerte no vende, ya te lo digo yo. Para que un patrocinador te apoye, hay que dar muchas vueltas. A nosotros, Parcemasa nos ha apoyado desde el primer día y ahora la Fundación Unicaja, aunque ellos funcionan de otra manera, por proyectos. Gracias a ellos hemos ayudado a que mucha gente vuelva a su trabajo o deje de medicarse.

Los políticos solo se acuerdan de ustedes el día 10 de septiembre, cuando se celebra el Día de la Prevención del Suicidio. ¿No le da la sensación?

Así es. Si yo lo noto así, el superviviente se siente el doble de desamparado. Te puedo traer aquí a todo el grupo: se sienten muy abandonados. Hablar solo el 10 de septiembre o el tercer sábado de noviembre es muy triste, pero casi que tenemos que dar las gracias de que hay algún día para hacer sensibilización con un artículo o lo que sea.

Creo que deberíamos hablar de suicidio en junio o en marzo. Cuando sea. Igual que llevo tiempo pensando que hay mujeres que se tiran por un balcón sin necesidad de que las empujen estando en casa su pareja. No se les hace estudio, habría que mirar todo con más profundidad, porque cabe recordar que las precipitaciones y kamikazes no entran en las estadísticas. Son números muy maquillados.

¿Qué opina del teléfono 024? ¿Sirve de verdad?

Te hablo desde lo que me cuentan. Yo he luchado mucho para que saliera. Me daba igual quién lo gestionara, pero que existiera. Y al menos, existe. No lo llevan voluntarios, son psicólogos, aunque la partida presupuestaria será pequeña y por eso no hay profesionales 24/7. Hay gente que llama y no le ayuda, otros sí. Pero al menos está ahí. Yo estoy contenta porque salió. En el cartel de la primera carrera contra el suicidio va a ir ese número. Hay que seguir luchando para que se profesionalice más. Pero es un paso.

¿Cuál ha sido la historia que más le ha marcado en Alhelí?

Una de hace unos años. Ella era superviviente por suicidio, pero también había tenido una tentativa muy importante. No era de Málaga, era de Almería o así. Venía a terapia porque siempre había tenido esas tentativas… y de pronto su hermano se suicida. Él era médico, una persona relevante, no de aquí de Málaga, como te digo. Se suicida, y claro, eso no era esperable en su familia. Siempre había sido ella la que tenía el rasgo más suicida. Entonces, imagínate. Ella viene a terapia con una ideación tremenda, no lo estaba gestionando bien, lo llevaba muy mal.

En todas las sesiones nos decía: “Estoy mal, no quiero estar”. Y en una, de repente, vino y me dijo: “Quiero contaros una cosa. Tenía una bolsa de pastillas en mi mesita de noche... y la he tirado por el váter. He decidido vivir, tío”. Eso me marcó. Porque yo nunca la veía con señales claras. Siempre pensaba: “Veremos a ver cómo terminamos…”. Y que te diga eso, y que sepas que no lo dice para quedar bien, sino porque hay verdad en sus palabras… fue muy fuerte. De verdad quería vivir. Había encontrado sentido. Y comenzó una nueva vida.

¿Y cómo siguió su historia?

Pues fíjate, la vida... a los dos años le dio un infarto. Murió de infarto, no por un suicidio. Y es como una bofetada de realidad. Cuando por fin encuentra sentido a la vida... se va. Pero ahí ves que tenemos que vivir el día a día.

La familia Alhelí.

La familia Alhelí.

También tratan el duelo perinatal, el gran invisible.

Llevamos tiempo. Tenemos a una psicóloga especializada en esta área, porque como en medicina hay quien se especializa en rodillas o en manos, en psicología pasa igual. La psicóloga que lo lleva perdió a su niño por muerte súbita, con ocho meses. Lo dejó en la guardería y el niño no despertó. Ella me conoció por Ruth Sarabia. Me llamó, nos conocimos, y me pareció una mujer maravillosa.

Perder un hijo es lo peor que le puede pasar a un ser humano. No se lo deseo a nadie. Yo, cada vez que llamo a mis hijas, pienso en eso. Es que no verlas más... es muy difícil. Y el duelo perinatal es uno de los más silenciados. La gente dice cosas como “Eres joven, ya tendrás otro”… pero ese niño ya había creado un vínculo. Hay quien tiene que parir a una criatura sabiendo que está muerta. Eso es una herida muy profunda. Y desde Alhelí trabajamos mucho en ese aspecto.

¿Qué papel ha jugado Málaga en todo esto? ¿Cree que Alhelí hubiera sido igual sin esta ciudad?

Pues Málaga ha aportado bienestar, sobre todo mental, a muchas familias. Gente me ha abrazado y me ha dicho: “Gracias a ti, estoy viviendo”. Y eso te marca. Ver a una familia entera, una de las primeras que llegó a Alelí… Perdieron a su niño de 3 añitos, se ahogó en una piscina. Ella me decía: “Si no fuera por vosotros, me habría ido con mi hijo”. Y ahora tiene una familia, con su niño y su niña arcoíris. Y eso te llena, eso es gasolina para mí. Mis dolientes son mi gasolina.

Yolanda, en el Centro de Málaga.

Yolanda, en el Centro de Málaga. A.R.

Entonces, ¿Alhelí es Málaga?

Sí y no. Alhelí lo han hecho los malagueños. Pero también han venido a terapia personas desde Motril y Almería. Así que es una labor desde Málaga, pero para muchas provincias.

No están siendo tiempos fáciles en el ámbito sanitario, donde usted ejerció... Estuvo en la huelga médica, ¿no?

Sí, estuve allí. Y me emocioné. Porque por fin, estamos despertando. Hoy fue la huelga de enfermeras, el otro día la de médicos. Vi cómo cortaban la avenida Carlos Haya, todos vestidos… Fue muy loco. Pero necesario. Las guardias de 24 horas de antes ya no existen. Ahora es paciente tras paciente, sin pausa. Y eso no se aguanta.

Hay un grave problema social en múltiples sectores de nuestra sociedad. Es el caso de la vivienda. Le traigo un titular: un hombre de 73 años se suicida en Barcelona porque lo iban a desahuciar…

El problema de la vivienda está llevando a muchas personas al límite, como muchas otras circunstancias sociales, que también matan. ¿Tú has oído cuántas personas se suicidaron por la DANA? Nadie lo dice. Pero sí que las hay. Me han llamado, me llaman. Gente que estaba al borde. Porque no podían más.

Todo se achaca a la salud mental, pero nunca atacamos a los factores que provocan esos problemas.

Hay personas que han perdido su casa y sus pertenencias porque no tienen dinero; su entorno, por otra circunstancia y nadie habla de ello. Todo se enfoca en la salud mental, y no se tiene en cuenta lo que le llega a una persona: pérdidas, abandonos, falta de herramientas para afrontar los problemas… Nos quieren vender que el suicidio es solo un tema de salud mental, y no estoy de acuerdo. Sí, hay personas con patologías previas, pero también muchas que no, y a ellas nadie las atiende.

El suicidio hay que trabajarlo como un tema en sí mismo, no solo como una consecuencia de enfermedades mentales. A veces hay trastornos previos o adicciones, pero eso no significa que la persona "se lo haya buscado", como muchos dicen. Esa frase, “es que se droga porque quiere”, es terrible. Hay que dejar de hablar desde la ignorancia, porque eso puede hacer muchísimo daño. Y si no entiendes, mejor escucha en lugar de opinar sin saber.

"Se ha tirado porque quiere llamar la atención"

Me enfada profundamente, me repatea. ¿De verdad alguien cree que una persona se quiere suicidar solo para llamar la atención? No, lo que quiere es dejar de sufrir. Si no sabemos hablar del tema, mejor ignorarlo o aprender primero. Pero no lancemos comentarios destructivos, porque esto es serio. Estamos hablando de vidas humanas.

¿Cómo ve los medios locales? ¿Estamos empezando a hablar más de suicidio?

Sí, por suerte. Antes no se hablaba por miedo al “efecto llamada”, pero ahora hay más sensibilidad. Se está abordando mejor, y eso me da esperanza. Espero que los números bajen, porque ahora mismo la primera causa de muerte no natural es el suicidio, incluso por encima de los accidentes de tráfico. Y de eso se habla poco.

Al inicio de la conversación se definía como una malagueña de los pies a la cabeza. ¿Cómo ve su ciudad?

Málaga está de moda, eso es indiscutible. Yo soy malagueña y lo llevo con mucho orgullo. De hecho, rompí una relación con un chico de Vitoria hace mucho tiempo porque no me veía fuera de aquí. Málaga me da salud, alegría y vida. Aquí nací, aquí vivo y aquí quiero morir. Incluso tengo un árbol en en el jardín de los recuerdos de Parcemasa donde quiero que me hagan un huequecito.

David Fernández, autor del Carnaval de Málaga, decía en su última comparsa, Los enamorados, Málaga, "te canto porque me dueles, me dueles porque te quiero". Me ha quedado claro que tú la quieres, ¿pero qué hay que te duela?

Me duele que el malagueño se esté yendo. Vas por Calle Larios y ya casi no escuchas nuestro acento, solo idiomas extranjeros. Me duele que los comercios de barrio hayan desaparecido y solo queden grandes cadenas. Sí, entra dinero, pero hemos perdido esencia.

Y la vivienda, en fin. Mi hija, que acaba de terminar sus estudios, no quiere irse a otro sitio, pero no puede quedarse. Málaga está perdiendo mucho talento por eso.

Hay muchas personas que vienen de fuera, trabajan de forma remota o invierten aquí, pero no se integran ni aportan como el vecino de toda la vida. Málaga se ha puesto de moda, pero hay que cuidar a la gente de aquí, a los que pagan sus impuestos y han hecho ciudad. El turismo de lujo no siempre deja tanto como parece, y muchas veces lo compran todo por internet. Hay que reflexionar sobre eso.

Yolanda, con el Cenachero.

Yolanda, con el Cenachero.

Si fuera alcaldesa de Málaga por un día, ¿qué haría?

Me dicen mucho que monte un grupo de gobierno, que sería buena alcaldesa [risas]. Pero si lo fuera, lo primero sería cuidar a la juventud. Ustedes sois el futuro, y hay que daros oportunidades.
Yo creo mucho en la diversidad generacional. En mi equipo tengo desde jóvenes de prácticas hasta personas mayores de 80 años. Esa mezcla enriquece mucho.

Además, en Alhelí trabajamos con una visión multigeneracional. Por ejemplo, tengo un chico joven que es técnico de proyectos y un señor mayor que lo distrae como si fuera su hijo. Eso crea vínculos, evita la soledad y hace que todos aprendamos unos de otros.

¿Y cómo ve el futuro de Alhelí? ¿Dónde le gustaría verla en 10 años?

Nunca lo soñé así, pero hace cinco o seis años empecé a imaginarlo... y ahora ya es una fundación. Así que vamos dando pasos cortos cumpliendo objetivos. Lo que no me esperé nunca es que me estén llamando de lugares como Almería, Granada, Sevilla o hasta Valencia porque quieren montar una sede de Alhelí allí. Sería un sueño ver Alhelí crecer por España ayudando a la gente.

Le cuento algo que me marcó: cuando firmamos la escritura de que nos convertíamos en fundación, el notario no quiso cobrarnos. Su hijo murió hace cinco años en un ultraligero. Dijo que si con eso podía poner su granito de arena, lo hacía. Eso me emocionó.

Así que sí, espero que Alhelí crezca. Porque la muerte arrastra. Y da igual la religión o la cultura. Algunos se aferran a la fe, otros se pelean con ella... Y yo quiero que estemos ahí, ayudándoles a todos.