El boxeador Luis Folledo, con un look a lo Belmondo.

El boxeador Luis Folledo, con un look a lo Belmondo. Archivo Luis Folledo / Gonzalo Campos de Lara

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Luis Folledo, un Belmondo a la española: el niño del hambre que fue boxeador, torero, actor y modelo

El púgil de Las Ventas, un mito de la España en blanco y negro, acabó en Marbella 'rescatado' por los Choris donde vivió hasta su muerte en 2017. Dejó una maleta llena de recuerdos y una escuela municipal con su nombre.

11 diciembre, 2021 02:27
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Era alto y espigado, llevaba el pelo engominado y tenía una nariz muy ancha. Se le daba un aire a Jean-Paul Belmondo y en su día llegó a ser tan popular como el actor. Luis Folledo Carmona (Madrid, 1937- Málaga, 2017) fue un ídolo de masas en la España en blanco y negro de los años 60. El púgil se calzó el cinturón de campeón nacional del peso wélter en nueve ocasiones y el de peso medio seis. Acabó su carrera con un gran registro de 129 victorias (59 por la vía del KO), tan sólo seis derrotas y un nulo. Triunfó a nivel nacional y nunca perdió un combate en Francia.

Aquel chiquillo nacido en una ruinosa chabola de Las Ventas alcanzó la fama abriéndose paso a puñetazos en un ring. También probó suerte en el ruedo y detrás de una cámara. Ni como torero ni como actor tuvo mucha suerte. Sin embargo, en su verdadero oficio fue un campeón incompleto, con un récord impresionante de 14 cinturones de España entre los pesos medios y wélter pero con la espinita internacional de aspirar tres veces al título europeo del peso medio y no ganar ninguno.

También hizo de modelo para El Corte Inglés y acudió a las fiestas más selectas donde se relacionaba con La Chunga, Massiel o el mismísimo Antonio Machín. "Esto me lo ha contado él: "Yo iba paseando por la Gran Vía y veía como la gente se asomaba a los balcones para mirarme". Luis era en los años 60 lo que para los españoles pueden ser hoy Fernando Alonso, Rafa Nadal y Carlos Sainz", señala su gran amigo y pupilo Gonzalo Campos de Lara, presidente de la Asociación Española de Boxeo (Aebox), en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.

Luis Folledo y Sugar Ray Robinson en una fiesta en París (años 60).

Luis Folledo y Sugar Ray Robinson en una fiesta en París (años 60). Archivo Luis Folledo / Gonzalo Campos de Lara

El madrileño ganaba entre 300.000 y 500.000 pesetas por combate. "Posiblemente haya sido el boxeador que más dinero haya ganado en la historia del boxeo español y eso que no llegó a ser campeón de Europa", reconoce Campos mientras recuerda que Folledo asistía a muchas cenas internacionales en su época dorada. En una de ellas, celebrada en París, coincidió con su ídolo e icono del boxeo mundial Sugar Ray Robinson.

Niño mimado de Vicente Gil

El fino estilista madrileño se hizo luchador profesional y compitió a muy alto nivel cuando la televisión pública retransmitía veladas. En ese momento Vicente Gil, el médico personal de Franco, presidía la Federación Española de Boxeo. "Gil se enamoró perdidamente de Folledo a nivel deportivo. Lo cuidó mucho y lo convirtió en lo que fue. Era su niño mimado", cuenta el experto en el noble arte. Incluso estuvo en varias recepciones del caudillo, amante confeso de su boxeo.

Folledo empezó a entrenar muy joven porque se veía enclenque y quería estar un poco más fuerte. Siendo un adolescente comenzó a ir a un gimnasio de Emilio Bautistapionero del boxeo en la capital. Con Segundo Bartos, uno de los luchadores más populares en España en la década de 1930, dio sus primeros pasos en este deporte y fue su preparador durante toda su carrera profesional.

En su primera pelea.

En su primera pelea. Archivo Luis Folledo / Gonzalo Campos de Lara

Aquel niño del hambre no lo tuvo nada fácil en la vida al nacer en el seno de una familia humilde. Su padre era albañil. "En mi casa sólo éramos ricos en ilusiones. En lo demás muy pobres. Todo lo que tuve nadie me lo ha quitado. Me lo gasté", contaba en una entrevista en la revista satírica Hermano Lobo donde enumeraba los coches que tuvo: desde un Ford Galaxia a un Fiat 1100, un Triumph o un Fiat 1500.

Campos de Lara define el estilo del púgil madrileño como "elegantísimo y muy fino". "Era un tío que se tomaba muy en serio el entrenamiento. Luego era muy cabrón y maleducado. Lo fue casi hasta el final de sus días. Era un personaje difícil. No quiero pensar en su época dorada. Muchos boxeadores que han entrenado con él decían que era de armas tomar. Que si no le gustabas te echabas del gimnasio", se sincera.

Para ilustrar su vehemente carácter recuerda una anécdota de antaño: "Está Luis entrenando en el Palacio de los Deportes y llega Paulino Uzcudun (el Urtain de los años 30 y el mejor peso pesado de la historia del boxeo español). Es el boxeador español más internacional que hemos tenido. Peleaba con las grandes figuras de la época en el Madison Square Garden. Hizo su carrera en Estados Unidos. Se acercó para saludar y lo echó de mala manera".

El director de cine y experto en boxeo José Luis Garci lo recuerda como un "boxeador extraordinario pero con muy mala suerte, unas piernas finas y muy largo para su peso". "Era un chico humilde, de un estrato social muy bajo. Quería ganar un poco de dinero para comprarle un piso a sus padres. Se pegó con Fred Galiana y le ganó dos veces. Era un tipo humilde. Leías sus declaraciones y parecía una persona normal", destaca en un programa de Campo del gas en COPE.

El bautizado como campeón sin corona se cruzó, por desgracia, con los mejores de la época en sus tres intentos para llevarse el título europeo de peso medio. Entre ellos un figura como Laszlo Papp, tres veces medalla de oro olímpica, con el que se enfrentó el 6 de diciembre de 1963 en el Palacio de Deportes de Madrid tras varios aplazamientos y con la anécdota de Puskas como intérprete del húngaro. Perdió por KO técnico en el octavo asalto ante 15.000 personas. El periodista malagueño Manuel Alcántara, un poeta del ring, clavó el titular en su crónica: "Llegó Laszlo e hizo Papp"

"Al púgil de Las Ventas le preocupaba más por entonces su futuro en el mundo de los toros y, según sus propias manifestaciones, descuidaba el gimnasio, acababa de sufrir un grave accidente automovilístico y salió a pelear con la mano derecha fracturada, además de la preocupación de su inmediato debut como lidiador en Madrid", relatan Emilio Emilio Marquiegui Rico y Julio González Rodríguez en la entrada de Folledo en la web de la Real Academia de Historia. 

También se enfrentó contra el italiano Nino Benvenutti, campeón en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960 y apodado el bambino de oro. "Sufrió un KO dramático, de esos que te cruzan a la contra y caes como un árbol", recordaba el director de cine José Luis Garci. Y la última, en Turín en 1967 frente al italoargentino Juan Carlos Durán.

"Él tuvo tren tentativas europeas. Él ponía muchas excusas, sobre todo con su primera derrota con Papp. Decía que tenía la solitaria y una mano infiltrada. Que no pudo prepararse bien. Tuvo mala suerte en sus asaltos al título de Europa. En el momento que peleó con Juan Carlos Durán él ya estaba mayor", reconoce el presidente de la Asociación Española de Boxeo, que atesora un gran legado del púgil entre trofeos, guantes, ropa de boxear y su archivo personal de fotos que le dejó.

Al mismo tiempo que pisaba el cuadrilátero se entrenaba para torear (desde 1963 que se sepa). "Como tenía tanto dinero se dedicaba a hacer novilladas. Lo agarró un toro poco antes de su pelea con Durán. Le hizo daño. Siempre tenía una explicación para la derrota. Estuvo practicando el toreo unos cinco años", cuenta. En su etapa con la muleta estuvo dirigido por Octavio Martínez Nacional. 

El boxeador toreando.

El boxeador toreando. Twitter

El ganadero José Luis Cembrano hablaba así de él en una entrevista en Blanco y negro, la hermana mayor de ABC: "Es, por decirlo en términos deportivos, torero de gran fondo. Él podría matar seis toros en una corrida sin sudar. Eso se lo debe al boxeo. Valor tiene. En vez de torear becerras pequeñas, prefiere vacas. Anda más a gusto con los animales grandes".

Su combate contra Ungidos

Garci recuerda un combate memorable con Folledo como protagonista en su libro Campo del Gas (Notorious Ediciones). "Otra pelea extraordinaria, inolvidable, también en el Palacio de Deportes de Madrid (recién inaugurado, marzo de 1960), fue la que libraron Ungidos y Folledo por el título de España de los wélters. Ganó Folledo. Tanto él como Ungidos nos pusieron en pie la mayor parte del feroz combate". Ungidos, por cierto, falleció este 2021.

El boxeador también se cuela en una entrevista que le hacen a Manuel Alcántara en el volumen La edad de oro del boxeo (Libros del KO) donde le preguntan cuál es la crónica que mejor recuerda. "De ninguna especialmente. Yo no creo en ninguna. Si acaso, de un texto a toro pasado, cuatro días después del combate, para Gaceta ilustrada, titulada Un tigre disfrazado de Charlot se come a Folledo, pero porque esa me valió un contrato con Gaceta Ilustrada para hacer entrevistas", responde.

Fernando Vadillo, el gran cronista del boxeo español reacio a glorificar a los mitos, decía de Folledo que era "regular" y de Galiana, su referente y antagonista en las doce cuerdas, que era "un muchacho simpático, que había sido salido boxeador como podía haber salido bailarín". Eso sí, para los aficionados madrileños de la época el Folledo-Galiana era comparable a la rivalidad de un Atlético-Real Madrid.

En una foto con su madre.

En una foto con su madre. Archivo Luis Folledo / Gonzalo Campos de Lara

Colgó los guantes en 1969 a los 31 años después de que la Federación Española de Boxeo le retirara la licencia después de varias polémicas por su paso a los toros. Folledo había conseguido sacar a su familia de la chabola en la que se hacinaba, retiró a su padre del andamio en el que se ganaba la vida para sí y los suyos, y hasta les compró una casa con su primer millón. 

El fenómeno hizo sus pinitos como actor en tres películas: ¡Dame un poco de amooor...! dirigida por José María Forqué en 1968; El clan de los nazarenos de Joaquín Romero Marchent (1975); y la paródica Yo hicé a Roque III de Mariano Ozores en 1980. También montó un gimnasio donde entrenó a Alfonso Redondo, primer español campeón de Europa en la categoría de peso wélter. 

"¡Qué difícil es la vida! En la vida hay que cubrirse muy bien, porque donde menos se espera te la pegan. He tenido muchos amigos, pero es ahora cuando veo a los verdaderos. Me quedan pocos, cuatro o cinco, pero buenos de verdad. Antes la prensa, empresarios, todo el mundo me llamaba, todo el mundo hablaba de mí. Ya sólo quedan los amigos de verdad", reprochaba en una entrevista concedida a Hermano Lobo años después de su retirada siendo ya una suerte de juguete roto.

Gonzalo Campos de Lara y Folledo.

Gonzalo Campos de Lara y Folledo. E. E.

De boxeador a guardaespaldas

Marbella fue en los años 80 sinónimo de juergas, celebridades, champán y lujo. El lugar pasó de ser un pueblo de humildes pescadores a un atractivo imán para estrellas de Hollywood, familias reales europeas, jeques árabes y multimillonarios de medio mundo. El municipio vivió una época dorada donde campaba a sus anchas miembros de la jet set como Gunilla Von Bismarck, Espartaco Santoni y Tita Cervera.

El famoso boxeador acabó allí 'rescatado' por los Choris a finales de los 70. Lo trajo al municipio malagueño Antonio Arribas, que formó parte con Luis Ortiz, exmarido de Gunilla, Rogelio Llagostera (que había heredado mil millones de su padre al vender su farmacéutica) y Jorge Morán, del grupo Los Choris, animador de las fiestas de la jet set marbellí.

"Él llegó a finales de los 70 con Los Choris a Marbella. Era un grupo de millonarios que vinieron a pasárselo de puta madre. Era su guardaespaldas. Aquella gente no necesitaba escolta, pero ahí estaba Folledo", hace memoria Campos, que acabó conociendo a la leyenda del boxeo muchos años después en la puerta de una discoteca del puerto deportivo marbellí donde trabajaba como portero. 

En uno de sus combates junto a Segundo Bartos, su entrenador.

En uno de sus combates junto a Segundo Bartos, su entrenador. Archivo Luis Folledo / Gonzalo Campos de Lara

Campos reconoce que Folledo no caló en la jet set marbellí. "Hizo muy malas inversiones y muy malos negocios. Se vino aquí sin dinero. Tenía muchos pisos. Dejó un piso a cada una de sus hermanas, con las que tenía una gran relación, al morir. Tenía dos pisos en Madrid y decía que nos los iba a vender. "Ese dinero es para mis hermanas", me decía. Para él el dinero era una herramienta para funcionar, no tenía apego por él. Era muy generoso", recalca.

"Una vez Rogelio Llagostera se queda tieso, cada uno se va por su lado. Mi padre me había hablado tanto de Folledo... Yo soy un aficionado al boxeo y lo he practicado de forma amateur. Me bajaba al Puerto sólo a verle", relata entusiasmado. Cuando Campos se sacó sus oposiciones y entró a trabajar de funcionario en el Ayuntamiento de Marbella se le ocurrió montar una escuela municipal de boxeo. 

Escuela Municipal de Boxeo Luis Folledo

Finalmente lo hizo en 1994 con Jesús Gil como alcalde. Luis, que no tenía edad para estar en discotecas, se encargó de dirigir el espacio bautizado con su nombre durante 13 años y tuvo algún negocio de hostelería. "Sirvió para que cotizara porque no había cotizado en su vida y para que pudiera estar en la residencia cuando enfermó", afirma Campos, que recuerda que tenía "una concepción del boxeo muy primitiva, del siglo pasado, esa de la letra con sangre entra; los jóvenes de los 90 no tenían esa filosofía ni Marbella era un sitio donde se hubiera sufrido".

-¿Hay algo de lo que se arrepentía?

-Luis estaba muy orgulloso de haberse conocido. Fue campeón de culturismo de España cuando se retiró. Tenía un cuerpo escultural con 70 años. Se protegía de haber sido y no ser. Imagínate, metía 30.000 personas en la Plaza de Toros de las Ventas cada vez que boxeaba. Lo televisaban para toda España. 

Con Rafael Farina.

Con Rafael Farina. Archivo Luis Folledo / Gonzalo Campos de Lara

Campos lo recuerda como una "muy buena persona". "Detrás de ese personaje tosco y maleducado había un tío que si te sentabas con él a ver una película se ponía a llorar. Era un sentimental", admite sobre el púgil, que estuvo soltero hasta el final de sus días, y al que le gustaba mucho el juego. Cobraba el día uno y al día siguiente lo había gastado todo en quinielas y loterías.

Después de aquellos días de vino y rosas, aquel niño del hambre fue un incansable buscavidas. "Pasó muchos años trabajando en el Casino de Marbella. Se ponía su traje, se atusaba y estaba allí dando vueltas. Cuando los jeques ganaban le daban una propina. Él siempre se lo montó bien", reconoce. Murió el 21 de mayo de 2017 en el hospital Regional de Málaga tras padecer alzhéimer y estar ingresado en un geriátrico de Benalmádena varios años. 

El boxeador madrileño le dejó a Campos un maleta llena de recuerdos antes de morir. "Tú sabrás lo que hay que hacer con ella", me dijo. Luis ha sido mi inspiración para crear la web de la Asociación Española de Boxeo. Ahora somos uno de los medios de boxeo en español más vistos del mundo. Todo eso me lo inspiró él. Era un ser único. Fue mi amigo y maestro", relata emocionado.  

Este referente del boxeo patrio en los años 60 hubiera cumplido 85 años este mismo viernes 10 de diciembre. Ahora que púgiles como Kiko Martínez, Sandor Martín, Kerman Lejarraga y Sergio García descollan en el ámbito internacional es justo reconocer que hubo una época en la que nombres como el de Luis Folledo, Fred Galiana, José Legrá, Pedro Carrasco o Perico Fernández pusieron a España en la cima. La herencia de la edad dorada del boxeo nacional pasa por el legado de este rey sin corona con una vida que explica el siglo XX. Una vida de película. 

Folledo en otra imagen preparándose antes de una pelea.

Folledo en otra imagen preparándose antes de una pelea. Archivo Luis Folledo / Gonzalo Campos de Lara