Claudia, de la parroquia del Buen Suceso de Madrid, en México.

Claudia, de la parroquia del Buen Suceso de Madrid, en México. Archidiócesis de Madrid

Sociedad

Claudia, madrileña de 27 años a la que una misión en México le cambió para siempre: "No había hecho nada útil con mi vida"

La joven viajó por primera vez al país de América del Norte en el año 2022 con la parroquia del Buen Suceso y desde entonces afirma que su vida es otra.

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Madrid se ha convertido en los últimos años en una de las ciudades del mundo con mayor movimiento. Su crecimiento ha sido exponencial a todos los niveles. Cultural, de turismo, empresarial y casi en cualquier ámbito en el que pongamos nuestra mente.

Sin embargo, a veces toda esta efervescencia en la que los madrileños se ven envueltos tiene un efecto contraproducente. Y muchos de ellos necesitan salir de vez en cuando para respirar, para coger distancia o para limpiar su mente. Incluso para encontrarse a ellos mismos.

Algo así es lo que le sucedió a Claudia Pérez, una joven de Madrid de 27 años que vio cómo su vida cambiaba por completo a través de un viaje muy especial a México. Su primera partida hacia América del Norte se produjo en el verano de 2022. Y desde entonces, no ha vuelto a ser la misma.

Su viaje no fue un viaje al uso. No al menos a lo que estamos acostumbrados el común de los mortales. Ella se embarcó en la aventura que proponía la parroquia de Nuestra Señora del Buen Suceso de Madrid, situada en la calle de la Princesa.

Fue con su grupo religioso con quien decidió realizar este viaje que se convirtió en un nuevo comienzo para ella. Se trataba de misionar en una zona del mundo donde hacía mucha falta gente que como Claudia estuviera dispuesta a dejar su vida por unos días para ayudar sin pedir nada a cambio.

El viaje de Carla a México que cambió su vida

Carla Pérez es una joven de 27 años que pertenece al grupo parroquial de la Iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso y su historia ha sido expuesta en la Archidiócesis de Madrid. Un testimonio sin duda revelador y que invita a la reflexión. Incluso a aquellos que no sean creyentes.

Y es que el ejemplo de Carla es el que pueden vivir muchas personas en su día, quienes pueden estar inmersas en la vorágine de su rutina sin darse cuenta de que han perdido el rumbo, de que no son ellos quienes guían sus pasos. Algo así le pasó a esta joven quien tuvo que cruzar el mundo para darse cuenta.

En el verano del año 2022, Carla viajó junto a esta parroquia de misiones a México. Y ahí, algo hizo click en su cabeza. Todo empezó a tener sentido. En aquella primera experiencia viajó a Chiapas y su base era la comunidad de El Porvenir.

Desde allí también atendía a otra treintena de comunidades y poblados. Su labor era muy sencilla, pero a la vez muy útil y edificante. Se basaba en hablar con la gente, en compartir su día a día, en convivir e incluso en acompañar a todas las personas que lo necesitaban.

Su función era ponerse al lado de aquellos miembros que se sintieran solos en su camino para darles un apoyo. Algo que iba más allá de su fe, a pesar de que este fuera el motivo principal de su viaje. Ella lo explica como "hacerles recuperar esa energía".

Una de las cosas que más impactó a Carla era ver las pocas posibilidades que tenían estas personas quienes, por ejemplo, escuchaban misa una vez al mes en muchos casos. Por ello, su presencia allí suponía un cambio radical. Alguien con quien cultivar su fe todos los días.

Tras pasar los dos primeros años en esta región, el pasado verano cambiaron su destino a San Felipe de Jalapa de Díaz, en el estado de Oaxaca; y este 2025 irán a la comunidad de Chapulhuacán, en el estado de Hidalgo.

Carla ha tenido el privilegio, pero también la dura prueba, de vivir unas misiones a la antigua usanza, como se hacía al principio. En parejas de voluntarios que iban de casa en casa ofreciendo su ayuda.

Algunas de sus funciones eran "reavivar a la comunidad central", compartir momentos con los más jóvenes, visitar a los enfermos e incluso ir por las casas compartiendo comidas, cenas y momentos familiares.

La joven explica que en esta región hay una gran diversidad de creencias religiosas. Sin embargo, su labor trasciende incluso de eso: "Si se sienten abandonados, se cambian". Por ello, su labor estaba dirigida a cuidar a todas estas personas en primer lugar.

Carla cuenta que debido a estas labores, los misioneros siempre son recibidos como héroes. "Habéis cruzado océanos, sentimos que lo habéis abandonado todo, qué afortunados somos, los elegidos del Señor", les dicen cuando llegan a un lugar necesitado.

A pesar de que ya lleva varios años acudiendo al país, se sigue sorprendiendo de la hospitalidad que ve en estas zonas. No entiende el agradecimiento tan grande que reciben si "solo rezan con ellos". Les reciben en sus mesas y les alojan en sus casas sin preguntarles de dónde llegan.

La llegada de misioneros como Claudia a las diferentes comunidades se convierte en su día grande. Por ello, suspenden todas sus labores para compartir un rato con ellos. Esa es la segunda parte de su viaje, dividirse con los sacerdotes para ir en pequeños grupos hasta todos los rincones posibles.

Mientras los misioneros imparten catequesis, los curas confiesan a decenas y decenas de personas cada día. Además, muchos aprovechan para en estas fechas celebrar bautizos, comuniones y bodas. Un festival de los sacramentos que prueba el agradecimiento que les tienen.

"La intención es que sea una misión joven, pero la parroquia es de todas las edades. Viene gente más mayor, matrimonios, novios... El año pasado se casaron tres parejas a las que conocí el primer año que fui".

Y para aquellas personas que ven este tipo de experiencias como algo más propio del pasado, asegura que es una forma de socializar y de conocer gente como cualquier otra. Como acudir a un bar, a un centro social o a un recinto deportivo.

Por ello, ha tratado con personas que a raíz de conocerse en las misiones han iniciado su noviazgo. Ahora, Claudia se prepara ya para su cuarta aventura, la cual tendrá lugar entre finales del mes de julio y principios de agosto.

Una misión que será un poco diferente ya que la falta de recursos económicos ha reducido el número de jóvenes, dejando el grupo en unos quince miembros: "Hay mucha gente de entre 30 y 40 años", dice a la Archidiócesis de Madrid.

Aún así, tiene claro que no se lo quería perder: "Si vuelvo es porque no hay mejor sitio donde estar". Desde el primer momento, México cambió su vida: "Fue el mayor momento de conversión. Me di cuenta de que el Señor me quiere y me habla".

Empezó a sentirse más viva que nunca, a percibir la realidad de un modo diferente ya que hasta entonces "no había hecho nada de valor, nada útil. Durante la misión siempre se cae enfermo de la barriga en algún momento". Una situación que le hizo sentirse "súper inútil". Pero incluso ahí sintió que Dios le habló: "Hemos hecho lo que teníamos que hacer".