Carmen Viñas en su tienda, en el número 62 de la calle de Atocha en Madrid.

Carmen Viñas en su tienda, en el número 62 de la calle de Atocha en Madrid. I.G.

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Carmen, la cuchillera de Atocha con 80 años en una tienda con más de un siglo: "Cerraré cuando la vida me jubile"

La Cuchillería Viñas lleva vendiendo cuchillos y navajas en el barrio de Embajadores desde principios del siglo XX.

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Es imposible no pararse al pasar por el número 62 de la calle Atocha de Madrid. Es un lugar que llama la atención. Una tienda repleta de carteles metálicos sacados de otra época en sus paredes exteriores de un color rojo vibrante, con un escaparate lleno de cuchillos y navajas que aún conservan hasta el polvo. 

"Yo he tenido los mejores escaparates de todo Madrid, pero ahora los tengo muy dejados por falta de tiempo", reconoce Carmen Viñas. A sus 80 años, es la digna sucesora de su padre, Arturo Viñas, fundador de la cuchillería que lleva por nombre el apellido familiar. Un comercio que tiene más de 100 años.

"La abrió mi padre en 1914. Él era de La Roda, en Albacete, y le trajeron a Madrid con 10 años. Después abrió este negocio", explica la mujer, madrileña y del mismo barrio donde se encuentra su tienda: Embajadores.

Al principio era perfumería y bisutería; luego dejó a un lado la venta de esto último para añadir la cuchillería, en lo que finalmente se centraría. "Le gustaban mucho los cuchillos", cuenta.

Durante su adolescencia, su día a día se dividía entre el Instituto Isabel la Católica y la tienda. Al tiempo, con 15 años, la heredó Carmen. Sus padres ya eran mayores, por lo que en lugar de estudiar, decidió centrarse en la empresa familiar. Fue la única que tuvo interés de los tres hermanos.

Navajas y cuchillos

Si por fuera pareciera que por esa esquina de la calle madrileña no han pasado los años, por dentro es como transportarse a antaño. "Sigue todo igual". Hasta la caja registradora, que es la misma que empezó con la tienda.

Tampoco se admite el pago con tarjeta, puesto que Carmen, con un carácter que la caracteriza, asegura tajante que es "enemiga de los bancos".

Parte exterior de la tienda Cuchillería Viñas.

Parte exterior de la tienda Cuchillería Viñas. I.G.

"El dinero que recaudo aquí lo llevo allí, pero no quiero que me controlen hasta si me tomo un café. Yo quiero mi moneda en efectivo. Y pierdo ventas, pero no me importa. No soy ninguna usurera", comenta.

Aunque trabajo, asegura, tampoco le falta. Porque una cosa que no ha cambiado, por asombroso que pueda parecer, es su clientela, que en una mañana de agosto no deja de entrar a borbotones por la puerta del diminuto local. Un sitio que cuenta tan solo con un estrecho pasillo ocupado por un largo mostrador con montones de cajas, vitrinas y enseres, testigos de anécdotas: "Aquí se han rodado muchas películas. Estuvo Concha Velasco haciendo la de Pim, pam, pum... ¡fuego!".

A la tienda acuden personas de todo tipo: mayores, jóvenes, extranjeros y del barrio, de toda la vida. Algunos la conocen, otros no, pero con todos conversa: de cuchillos o de cualquier cosa. "A mí lo que me gusta de este trabajo es el trato con la gente".

En su tienda tiene "de todo" -como comenta un cliente al entrar asombrado-. Al menos, en lo que respecta a las navajas, los cuchillos y otros útiles como tijeras, cortaúñas, cuchillas de afeitar y similares.

Algunos de los carteles de Cuchillería Viñas en Madrid.

Algunos de los carteles de Cuchillería Viñas en Madrid. I.G.

"La gente viene, sobre todo, buscando navajas y cuchillos", apunta. Estos pueden ir desde los dos o tres euros, hasta los más de mil. Todos ellos colocados en las altas y extensas estanterías que decoran la pared detrás del mostrador.

Ni las plataformas online ni las grandes superficies le han hecho sombra, según dice. "Yo no tengo competencia ni sé lo que es. En el Corte Inglés hay una gran variedad, pero hay cosas que no las tienen. Y en una casa se necesita de todo: un cuchillo pequeño patatero, uno cebollero, una mandolina, un escamado o para desollar...". Además de viejos modelos difíciles de encontrar en otras partes para los más aficionados.

"Me jubilará la vida"

La tienda de Carmen tiene el horario de toda la vida: de 10.00 horas a 14.00 horas, y de 17.30 horas a 20.30 horas. Todos los días, menos los sábados, que solo abre por la mañana, y los domingos, que cierra.

Y no se sale de ahí ni en verano. "Solo he cerrado cuando estuve ingresada 20 días por una bacteria que me entró en la pierna. Y les pedí el alta para volver a trabajar". Tampoco necesita vacaciones, puesto que asegura aburrirse. "Necesito esto para estar activa. Si me quiero ir a alguna parte, me voy cuando toca cerrar la tienda por horario".

Aunque puede que por su tienda no pase el tiempo, pero por Carmen sí. Y es que reconoce que ya no está tan ágil como antes y necesita la ayuda de su empleado. "Cuando se jubiló mi marido -carnicero de profesión-, le dije que viniera aquí a ayudarme. No quiso estar aquí, así que le dije que se fuera de mi casa".

Para ella, jubilarse por voluntad propia no es una opción. "Cerraré cuando me jubile la vida", afirma. En ese momento, no sabe qué pasará con la tienda, puesto que no tiene hijos y a sus sobrinos (sus sucesores), no les interesa tal negocio.

Por ahora, solo tiene claro una cosa: "Me sobra el trabajo, me sobra experiencia y me sobran las ganas de trabajar, que con 80 años me parece que muchas no suelen quedar".