Para los expertos en relaciones éticas de la economía no sorprende lo que está ocurriendo. No lo es porque la ecuación económica “+Estado = +Corrupción” es una realidad casi axiomática.

Cuando se aumenta el peso de las Administraciones Públicas en la economía, es inevitable que aparezcan las tentaciones.

En la economía privada domina el mecanismo del mercado. No es que no haya posibilidad de corrupción. La hay. Pero es menor, dado que las decisiones se toman por múltiples agentes que se rigen por los diferentes precios de los productos como criterio de decisión. 

En ese sector privado cuanto más mercado, menos corrupción. De hecho, si el mercado desaparece, la tendencia al soborno y la extorsión se agudiza.

El monopolio es más susceptible de corrupción que la libre concurrencia, porque las decisiones acaban en manos de unos pocos. Un ejemplo fue en 1973 con la primera crisis del petróleo. Aquellos que tenían crudo establecían sus reglas y vendían a los que les convenía, incluso personalmente. Una conveniencia manipulada por algunos compradores “listillos”. 

Pues bien, el Estado y sus Administraciones son por naturaleza monopólicas, además sus decisiones suelen acabar cayendo en unas pocas manos. Muy pocas. La tentación es muy alta. El mecanismo de su corrupción es el siguiente:

  1. Los diferentes demandantes o compradores de sus servicios averiguan cuáles son los decisores y sus intereses de todo tipo. A continuación, establecen las estrategias para satisfacer estos intereses para lograr obtener los bienes que “administran”.

  2. A la vez, los “administradores” descubren cuál es su “poder” y qué estrategias puede utilizar a favor de sus propios intereses.

  3. La conjunción de ambas estrategias puede devenir en corrupción. Las estrategias de los administrados se convierten en sobornos. Las de los administradores en extorsión. En ambos casos, dado que se utilizan fondos públicos, se produce el cohecho. Delito tipificado en la legislación, bien como cohecho activo (el que soborna) o como cohecho pasivo (el del funcionario que recibe). 

¿Es absolutamente inevitable la corrupción? Es muy difícil que no exista. Por eso, a lo largo de los tiempos, siendo los gobiernos conscientes del riesgo, han establecido mecanismos de cautela: control de cuentas, intervención pre y post decisión, auditorías, firmas mancomunadas y comités de varias personas, …

Toda una panoplia de sistemas que intentas disminuir el riesgo. Si no lo hubiera el riesgo de corrupción, no existirían esas cautelas. Pero esas cautelas no son suficientes porque: “hecha la ley, hecha la trampa”.

Por eso, cuando el Estado aumenta su presencia en la economía, como ha ocurrido en los últimos años, la tentación aumenta. La corrupción aparece como un oscuro dragón rampante, que se sube por el Estado desde sus raíces hasta la cúpula. Desde el que engaña para obtener una paguita, mientras trabaja en el mercado negro, hasta las alturas que utilizan su poder o influencia para favorecer a sus “amigos” y favorecerse con ellos.

El único y verdadero antídoto contra este fenómeno es la honestidad de los funcionarios y políticos. Por eso su selección es vital. No se puede ignorar que van a ser sometidos a tentaciones. Oirán frases como: “lo hacen todos”, “si no te aprovechas es que eres imbécil”, “nadie se va a enterar”, “al fin y al cabo tienes derecho a lo que otros tienen”, … 

Por eso, aquellos que los nombran tiene responsabilidad ¡Vaya si la tienen! Y no vale lo de: ¡Quién se lo iba a imaginar!  Parecía tan honesto … ¡No me enteré de nada!

Si encima su comportamiento en otros aspectos no económicos de la vida es cuestionable … Pues eso de “casta le viene al galgo”. Los seres humanos suelen ser coherentes en sus hábitos. Los hábitos (vicios o virtudes) de un aspecto contaminan a los demás. Por ejemplo, la necesidad de dinero en ciertas costumbres empuja a buscarlo de manera imperiosa por cualquier camino.  

Así que Señor Sánchez, usted es responsable de lo que hicieron y hace la Administración que dirige y los administradores que puso al “cuidado de la viña”. 

Además, es también responsable de haber aumentado de manera imparable una Administración que cuál hidra mitológica se le comerá, se lo está comiendo, con su corrupción.

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.