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Opinión La máquina invisible

IA: cómo dar el salto de la espuma a la sustancia

María Millán
Publicada

Las redes sociales arden con promesas de éxito mediante IA: prompts milagrosos para multiplicar ventas por diez, escalar exponencialmente, todo en cinco horas con diez comandos. Ante cada uno de estos mensajes, las reacciones de la audiencia —sedienta de éxito— son impactantes.

Y es sorprendente que casi nadie se pregunte si estos evangelistas del éxito se han aplicado realmente sus fórmulas a sí mismos, en su propio beneficio, o si simplemente venden espuma.

Ahora levantemos la vista de la pantalla y miremos alrededor. En contraste con esta burbuja en las redes sociales, son pocas las empresas que están aplicando la IA en su día a día, más allá de los pequeños experimentos que hacen quienes disfrutan con tecnología y presumen de ellos por los pasillos. A estas alturas, es sorprendente que el calado de la IA, en gran parte gratuita, no haya llegado más lejos.

¿Qué falta para dar el salto e integrar el uso de la IA en el día a día, lo mismo que integramos el uso de los ordenadores en su momento? Los incentivos son claros, y los miedos del cambio también.

Y en estos escenarios, lo que suele funcionar para pasar del dicho al hecho, para convertir conversaciones posibilistas en realidades tangibles, es un buen concepto: claro, sencillo, amable, que cualquiera pueda hacer suyo con cierta facilidad.

La historia está llena de ejemplos de estos conceptos transmutadores

La historia está llena de ejemplos de estos conceptos transmutadores. En el Reino Unido, los hábitos alimenticios cambiaron de raíz cuando Tony Blair difundió el concepto "5 a day" a través de todos los medios de comunicación masivos: cinco piezas de fruta y verdura al día para cambiar tu salud. Un número, una pauta clara, un objetivo alcanzable.

Otro ejemplo son los hábitos de reciclaje, que fueron anclados como rutina a través de los tres cubos con colores que podías colocar bajo tu grifo de cocina y trasladar a contenedores equivalentes en la esquina de tu calle. El reciclaje con colores transformó un comportamiento social complejo en algo que un niño de cinco años podía entender. El éxito vino de la arquitectura concreta: reglas claras, colores fáciles de recordar, infraestructura omnipresente.

Otro ejemplo reciente es la divulgación de los entrenamientos de fuerza, en el gimnasio y en casa. Simplemente pasamos a entender que, en vez de ejercitarnos con rutinas interminables y confusas, necesitábamos media docena de ejercicios, diseñados de manera específica y repetidos en series largas durante unos veinte minutos.

En el mundo empresarial, los ejemplos abundan también. El método Agile simplificó décadas de teoría sobre gestión de proyectos: de procesos lineales y rígidos a una metodología sencilla, en espiral, con sprints cortos y retrospectivas regulares que facilitan la innovación continua.

Y el Business Model Canvas condensó toda la complejidad de diseñar un plan de negocio en una matriz de nueve bloques que cabe en una sola página.

¿Qué tienen en común todos estos conceptos que cambian realidades complejas en rutinas prácticas? Ninguno requiere ser experto. Son visualizables, compartibles, accionables. Transformaron comportamientos masivos porque redujeron la complejidad y la espuma pretenciosa a su esencia.

En un gran número de empresas, "la lista de cosas que cambiar con la IA" es demasiado larga y amenazante

Con la IA, falta esa arquitectura. Hoy, solo el 2,9% de las pymes españolas utiliza actualmente inteligencia artificial, a pesar de que el 70,7% reconoce que puede liberarles de tareas repetitivas. La brecha entre percepción y adopción es abismal.

En un gran número de empresas, "la lista de cosas que cambiar con la IA" es demasiado larga y amenazante, hay mucha niebla y mucha conversación espumosa y espinosa. Por lo general, la introducción se está dando de forma orgánica, casi subterránea, gracias a empleados que van poniendo al tanto a los demás, aplicando cambios para mejorar su propia calidad de vida.

El pasilleo y el cotilleo funcionan como el principal sistema de irrigación de ideas. Y este run-run informal, es lo que acaba calando en la estrategia, sin un concepto que ordene este cambio, la transformación está siendo dolorosa y desenfocada. Falta el marco de referencia. Faltan los contenedores de colores del reciclaje aplicados a la IA.

No hacen falta más webinars sobre las maravillas de la IA. Hace falta un concepto claro, visual, memorable sobre cómo integrar la IA en la organización. Un marco que permita sacar la IA de las conversaciones de pasillo y los experimentos puntuales para convertirla en un modelo de trabajo que la naturalice.

Algo tan simple como: "Estas son las cinco áreas donde la IA debe estar en tu panel de control y estos son los diez pasos concretos que puedes dar con tu equipo y que todos van a entender".

El valor exponencial de la IA se dispara cuando su implementación pasa a formar parte del panel de control de los gerentes, y cada función entiende qué tiene que empezar a hacer y cómo hacerlo de manera coordinada.

Y, sobre todo, cuando todo el mundo encuentra una razón de peso para empezar hoy con esos cambios, dando los pasos necesarios con la mayor claridad y naturalidad posible.

El salto de la espuma a la sustancia no lo darán los vendedores de fórmulas mágicas en redes sociales. Lo darán quienes sean capaces de hacer con la IA lo que el "5 al día" hizo con la nutrición, lo que los colores hicieron con el reciclaje, lo que Agile hizo con la gestión de proyectos. Convertir la complejidad en claridad. El caos en método. La amenaza en oportunidad cotidiana.

Ahí está el verdadero filón: un único concepto sencillo, claro y amable será lo que descorche el cambio que todos estamos esperando.