Ilustración de un menor jugando con una herramienta de inteligencia artificial

Ilustración de un menor jugando con una herramienta de inteligencia artificial M.S-Gemini Omicrono

Opinión OPINIÓN MERCADOS

¿Más cerca de Ciudad Esmeralda que de Coketown?

Alfonso García Yubero
Publicada

En Tiempos difíciles, Charles Dickens ofrece su particular visión del impacto de la industrialización sobre las personas. Ambientada en la ficticia Coketown, la novela retrata un mundo donde la eficiencia, los números y la producción masiva dominan la vida laboral.

Los personajes, desde el rígido Thomas Gradgrind hasta el obrero Stephen Blackpool, encarnan la tensión entre una lógica de productividad impersonal y la necesidad humana de sentido, creatividad y compasión. Dickens denuncia así un modelo en el que los trabajadores son reducidos a piezas intercambiables de una maquinaria económica, sacrificando su bienestar en nombre del progreso.

Hoy, más de siglo y medio después, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) sitúa a la sociedad ante un dilema similar. Las promesas de la IA en términos de ganancias de productividad son enormes: automatización de tareas rutinarias, análisis de datos a una velocidad impensable y generación de conocimiento que multiplica la eficiencia de empresas y sectores enteros.

Sin embargo, al igual que en la Coketown dickensiana, el riesgo reside en convertir esta herramienta en un nuevo dogma productivista que priorice los indicadores sobre las personas.

La verdadera lección de Dickens es que la productividad sostenible no puede construirse ignorando la dimensión humana del trabajo. Si la revolución industrial enseñó la importancia de las condiciones laborales y la dignidad obrera, la revolución de la IA nos exige repensar la relación entre tecnología y propósito.

La productividad del futuro no será la del número de tareas realizadas, sino la de la calidad del valor humano que acompaña a la automatización

Las herramientas inteligentes deben liberar tiempo para la creatividad, el pensamiento crítico y la empatía, no suprimirlos. La productividad del futuro no será la del número de tareas realizadas, sino la de la calidad del valor humano que acompaña a la automatización.

Como cualquier revolución que implique disrupción, el principal temor que surge, sobre todo a nivel social, es que la emergencia de una nueva tecnología genere desajustes en el mercado laboral. Si la implantación de la IA en la economía provoca una destrucción notable de puestos de trabajo incapaz de ser absorbidos por otros sectores de forma inmediata (temor creciente debido a la rapidez de la adopción de los avances), los beneficios en un horizonte temporal más amplio podrían quedar difuminados.

Por tanto, es necesario realizar un análisis sobre las tendencias que están mostrando tanto empresas como trabajadores en esta fase inicial de la revolución tecnológica, análisis que podría dividirse en tres partes:

Impacto observado hasta la fecha: por el momento, las evidencias disponibles no apuntan hacia un incremento de los despidos. En el periodo 2022-2024, la contratación laboral no estuvo reñida con una mayor implantación de la IA.

De acuerdo con los comentarios de las compañías estadounidenses, la desaceleración de los planes de contratación en algunos sectores durante los últimos meses estaría asociada a la incertidumbre comercial y a los cambios en la política migratoria, más que a una sustitución laboral de personas por máquinas.

La tendencia actual muestra una sustitución (o complemento) de ciertas tareas laborales, que no de puestos de trabajo completos

Por sectores, no se observa un claro patrón de despidos debido a la introducción de la IA, con algunos incluso informando de contrataciones netas. 

Por edades, el segmento de población más joven (20-24 años) es el que estaría ligeramente más afectado (algo que parece lógico toda vez que la automatización es mayor en tareas rutinarias, propias de puestos con menor experiencia), aunque tampoco se observa un deterioro claro de las contrataciones en este rango de edad.

Además, no hay ninguna correlación aparente entre los sectores donde se crea y destruye más empleo en esta horquilla de edad y el grado de adopción de la IA.

Así, la tendencia actual muestra una sustitución (o complemento) de ciertas tareas laborales, que no de puestos de trabajo completos.

Si bien es cierto que se observa un estancamiento de las contrataciones en aquellos sectores donde la práctica totalidad de las tareas se pueden realizar con IA, en el resto de compañías la contratación sigue un curso normal (de hecho, la contratación aumenta más en aquellas con entre un 50% y un 90% de las tareas donde se puede aplicar la IA). 

Crecimiento de la contratación y % de tareas con uso potencial de IA

Crecimiento de la contratación y % de tareas con uso potencial de IA Fuente: Penn Wharton y elaboración propia.

Predisposición de los trabajadores a la introducción de la IA en su trabajo: atendiendo de forma directa a lo que piensan los empleados, un estudio de la Universidad de Stanford indica que los encuestados preferirían emplear el uso de la IA para el 46% de sus tareas, siendo la principal justificación para su uso la liberación de tiempo para tareas de mayor valor añadido.

Sin ir más lejos, los empleados del sector financiero encuestados se ubican entre aquellos que creen que la IA podría ayudarles en algunas tareas repetitivas, liberando tiempo para, por ejemplo, aumentar el contacto con el cliente. Entre los argumentos de aquellos que ven con algo más de recelo la utilización de la IA, el principal es la desconfianza respecto a la calidad de la información o del output de las Especialmente interesante es analizar dónde se perciben las mayores disonancias entre el uso que los empleados creen se debería dar a la IA y lo que las estimaciones apuntan.

Al respecto, entre los diez principales oficios con mayor divergencia (los empleados no la usarían, pero técnicamente es muy aplicable), encontramos algunos como operadores de plantas de energía, transcriptores médicos, agentes de viajes o auxiliares de contabilidad. Herramientas (circunstancia que se iría mitigando a medida que el procesamiento de información se afine), mientras que tan sólo un 23% de los que rechazan su implantación aluden al desplazamiento laboral como justificación.

Estas serían, probablemente (junto con aquellas de corte más administrativo), algunas de las profesiones en las que mayor disrupción podría generar la IA, sobre todo por lo inesperado para los empleados. Sin embargo, estas diez principales ocupaciones tan sólo supondrían el 2% del empleo en EEUU, lo que limitaría el daño por esta vía (no obstante, no sólo este 2% estaría bajo amenaza, sino que serían los segmentos donde menos esperan los empleados esta revolución).  

¿Qué tareas, por tanto, pueden verse más amenazadas? Profundizando un poco más, los sectores más expuestos parecen aquellos con alto porcentaje de tareas administrativas muy repetitivas en lo que podríamos englobar como back office. En estas compañías, los empleados muestran un elevado deseo de automatizar ciertas tareas y, dada la baja ratio de utilización de la IA en ellas, la capacidad de desplazar empleos sería algo mayor.

Otros sectores que desean una alta introducción de la automatización incluyen ciertos segmentos tecnológicos (programación rutinaria más que gestión de proyectos), servicios de atención al cliente o procesos regulatorios y legales. También en el sector del transporte se observa un potencial de destrucción de empleos superior, fruto de la automatización de multitud de tareas logísticas en el corto plazo y de los efectos de la conducción autónoma en el largo plazo.

Con todo ello, se puede llegar a estas conclusiones básicas en materia de mercado laboral e IA:

  1. Hasta el momento, los avances de la IA no han generado un deterioro del mercado laboral, tomando como referencia EEUU. La desaceleración en las contrataciones se asocia a factores de confianza y políticas de oferta laboral (inmigración), más que a una sustitución en los puestos de trabajo.
  2. En la mayoría de los sectores estudiados, la introducción de la IA sirve como complemento o sustitución de tareas sistemáticas concretas, que abren la opción de aumentar el valor en otras patas del negocio, no como un reemplazo del trabajador. Además, los empleados se muestran, en términos generales, dispuestos a aplicar esta nueva tecnología, por lo que las presiones “luditas” para permanecer al margen de la innovación no serían, a priori, una constante.
  3. No obstante, esto no implica que, debido a la rapidez de la adopción, algunos sectores observen un ajuste algo más severo, generando ciertas externalidades negativas en el conjunto de la sociedad.

  4. En el medio y largo plazo, sin embargo, la capacidad de la IA de absorber tareas asociadas al trabajo humano permitiría aliviar las presiones previstas debido al “invierno demográfico”. En ausencia de un crecimiento de la natalidad que permita absorber la demanda laboral creciente, la IA puede suplir este vacÍo, posibilitando mantener, cuando menos, el crecimiento potencial de la economía.

Así, Tiempos difíciles no es sólo una denuncia del pasado, sino una advertencia vigente: el progreso técnico, sin ética ni humanidad, puede producir abundancia material y, a la vez, pobreza espiritual.

La inteligencia artificial, usada con criterio y responsabilidad, puede corregir ese desequilibrio: no para repetir Coketown con algoritmos, sino para construir un trabajo más justo, creativo y verdaderamente humano que desemboque en una sociedad más próxima a Ciudad Esmeralda de Tierra de Oz.

*** Alfonso García Yubero es director de Estrategia de Inversión Santander Private Banking.