Chat GPT
Byung-Chul Han acaba de ganar el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. El filósofo surcoreano lleva años advirtiendo de algo inquietante: vivimos bajo un sistema de control tan sutil que ni siquiera lo notamos.
No necesita fuerza. Te seduce. Y acabas colaborando voluntariamente en tu propia explotación.
El mercado de inteligencias artificiales como ChatGPT pasará de 4.500 millones de dólares en 2023 a 82.000 millones en 2033. Dieciocho veces más en una década. ¿Por qué? Porque han descubierto algo que vale más que el oro: tu próxima decisión.
Llevo tres años con el mismo pijama. El otro día lo miro y está hecho un trapo. Saco el móvil, le hago una foto, abro ChatGPT y le pregunto: "¿Dónde puedo encontrar algo parecido?". Treinta segundos después tengo cinco opciones con precios y enlaces. Compro sin salir del chat.
¿Qué acaba de pasar?
Hace un año habría abierto Amazon, mirado El Corte Inglés, preguntado a amigos. Comparado precios, leído opiniones. Dudado. Decidido. Ese recorrido dejaba su rastro y las marcas lo aprovechaban. Pero yo decidía.
ChatGPT acaba de activar compra directa desde el chat. Pregunta y compra. Sin fricción. Pero aquí está lo que no te cuentan: ChatGPT lo sabe todo. En su algoritmo tiene engranada toda la información que cada plataforma ha ido acumulando sobre ti. Es un mapa integral para movilizarte, configurarte, garantizar tu compra.
Amazon sabe venderte cosas a menos de 20 euros, ese precio que pagas sin pensar. Instagram sabe qué miras y cuánto tiempo. Google conoce tus rutas y tus búsquedas. Las tiendas online saben a qué hora compras y qué palabras te enganchan.
ChatGPT lo tiene todo integrado e interrelacionado en su algoritmo. Como si esas otras plataformas fueran piezas sueltas de un rompecabezas y ChatGPT viera la imagen completa desde arriba, y la pudiera hacer cambiar a su antojo.
La influencia de esta máquina no se queda en los pijamas. Mi sobrina de 22 años le pregunta a ChatGPT cómo mejorar su perfil de Instagram para "ligar más". Le sube capturas de sus fotos, le pide análisis de qué publicar y cuándo. Los más jóvenes ya le consultan todo sin filtros de intimidad. La frontera entre producto y vida ha desaparecido.
La influencia de Chat GPT además de fluida, es incremental. ChatGPT no te da solo opciones, te valida emocionalmente: "Esta opción es perfecta para ti porque combina calidad y precio, y otros usuarios con tu perfil la valoraron positivamente". Luego viene el refuerzo: "Excelente elección, este modelo es muy duradero".
¿Quién resiste que le digan que decidió bien? El sistema borra cualquier duda. No hay reflexión. Solo confirmación. Una confirmación que cada uno de nosotros recibimos en las palabras que más nos gustan, a título personal.
En este contexto de manipulación masiva, cinco empresas—OpenAI, Google, Meta, Microsoft, Anthropic—controlan el 88% de este mercado. Imagina que cinco entidades decidieran qué ropa llevas, qué libros lees, con quién votas. ¿Te parecería aceptable?
Aquí está el dilema: tu próxima decisión será empaquetada como certeza estadística. Tú te sentirás atendido, comprendido. Mientras estas empresas venderán un mapa completo de quién eres y de quién puedes ser.
Lo que dice Byung-Chul Han cobra sentido: cuando la dominación es tan cómoda, tan personalizada, ni siquiera la reconoces como dominación.
Alguien dirá: "¿Y qué? Me ahorra tiempo y acierta". Es verdad. ChatGPT acertó con mis pijamas. Funciona tan bien que no ves qué pierdes. No es tiempo. Es autonomía. Espíritu crítico. Incluso “identidad personal”.
En apenas un par de clicks, yo comprendí el peligro de convertirme en producto de venta.
Y tú: ¿Cuántas decisiones más vas a delegar antes de olvidar que alguna vez supiste tomarlas tú solo?