Una planta de cogeneración
España ha perdido la mitad de su cogeneración en apenas seis años. Lo que en 2019 representaba el 12% de la electricidad nacional hoy apenas llega al 6%.
No es una estadística menor: son 230 instalaciones de generación cerradas, 1.500 MW de potencia apagada, 1.500 millones de euros menos en facturación energética y 3 millones de toneladas adicionales de CO2 lanzadas a la atmósfera. Todo por una razón: la falta de un marco estable de inversión.
El Gobierno proclama su voluntad de “impulsar la modernización productiva, el crecimiento sostenible y la transición ecológica y digital de la economía española”.
La incertidumbre pesa especialmente sobre las multinacionales —que representan ese mismo 60% de la cogeneración industrial—, obligadas a congelar inversiones en espera de claridad.
La realidad, sin embargo, es otra: la industria que ya tenemos retrocede y la que podría venir, duda. El motivo es claro: costes energéticos crecientes, más cargas fiscales y, sobre todo, interminables esperas para que lleguen regulaciones eficaces. El mayor ejemplo de esta degradación es la cogeneración.
La cogeneración es la herramienta energética más eficiente para las industrias calorintensivas en sectores como alimentación, química, papel, cerámica, refino o automóvil.
Empresas que representan el 20% del PIB industrial, exportan la mitad de su producción y sostienen 200.000 empleos directos. Gracias a este proceso, producen conjuntamente calor y electricidad, ahorran hasta un 30% de energía, mejoran su competitividad y aseguran el suministro.
Y, sin embargo, desde 2019 la cogeneración industrial —actividad 100% regulada— se ha desplomado un 50%. Entre 2020 y 2024, 230 plantas con 1.500 MW de potencia se apagaron al agotarse la retribución prevista en la normativa, sin que llegara el marco de inversión prometido por Ley.
El futuro inmediato es aún más sombrío: en los próximos tres años podrían parar otras 140 instalaciones con 1.300 MW, a la espera de unas subastas anunciadas en 2019 que nunca se han convocado.
Ante este retraso, partidos como Junts, ERC, PNV y el PP han impulsado en el Congreso iniciativas para mantener las plantas en funcionamiento de forma transitoria. Todas han sido bloqueadas por el Gobierno.
Mientras tanto, la industria no se resigna. En junio declaró al Ministerio para la Transición Ecológica su disposición a movilizar 1.300 millones de euros en nuevas cogeneraciones: adaptadas al hidrógeno, gases renovables y biomasa, digitalizadas, flexibles e hibridadas con otras tecnologías. El compromiso está sobre la mesa: si se aprueba un marco equilibrado, esas inversiones podrían asegurar otros 15 años de producción industrial competitiva.
La cogeneración es la herramienta energética más eficiente para las industrias calorintensivas en sectores como alimentación, química, papel, cerámica, refino o automóvil.
El temor es que ese marco llegue con exigencias técnicas que expulsen a buena parte del sector. Según las propuestas regulatorias que circulan, hasta un 60% de las empresas podría quedar fuera.
La incertidumbre pesa especialmente sobre las multinacionales —que representan ese mismo 60% de la cogeneración industrial—, obligadas a congelar inversiones en espera de claridad. Mientras tanto, proyectos que podrían instalarse en España se desplazan a otros países con reglas del juego más claras.
El contraste es evidente: Alemania, Italia o Chequia impulsan activamente la cogeneración como parte esencial de su estrategia energética. La Comisión Europea también la respalda. En el mundo, el 15% de la electricidad se produce así. España, en cambio, sigue paralizada.
Es cierto que desde 2024 contamos con un nuevo marco cogenerador a la operación (Orden TED/526/2024) que ha permitido una gestión más flexible de las plantas que aún generan. Un avance que demuestra que, cuando se quiere, se puede. Pero no basta. Falta lo esencial: convocar las subastas y dar certidumbre a las empresas para liberar esas inversiones bloqueadas y reactivar el futuro.
El próximo Congreso Anual de Cogeneración, el 14 de octubre, es la fecha marcada en rojo en el calendario del sector. Allí se esperan anuncios concretos. No más aplazamientos. No más incertidumbre.
El Gobierno tiene la llave. Escuchar a las empresas y responder con un marco justo no es una opción: es la única forma de revitalizar la industria, alinearse con las políticas prioritarias europeas y garantizar que España no se quede rezagada. Porque sin cogeneración, no hay competitividad industrial ni transición energética creíble.
*** Javier Rodríguez es el director general de ACOGEN, Asociación Española de Cogeneración