La batalla mediático-callejera-política con La Vuelta no es casualidad.

La derecha y sus analistas deben tenerlo claro. No se pueden equivocar como en la segunda legislatura de José María Aznar (2000/2004).

Por aquel entonces, Aznar aparecía como un aliado fuerte de Bush (hijo), presidente, a la sazón, de Estados Unidos. La segunda guerra de Irak, que acabó con la victoria estadounidense, fue un desastre geopolítico. Deshizo un régimen dictatorial, pero reforzó a los ayatolás de Irán, que vieron cómo Estados Unidos destrozaba uno de sus enemigos.

También dejó en evidencia a las centrales de inteligencia occidentales, que no encontraron las armas químicas de destrucción masiva de Sadam Husein.

La guerra sumió esa parte de Oriente Medio en un caos del que aún no ha salido. No se puede decir que la democracia haya triunfado allí.

La guerra tildó de militaristas al presidente de Estados Unidos y a sus aliados: el presidente Aznar y su equipo. Algo que aprovechó Zapatero, ayudado por los desgraciados acontecimientos terroristas del 11-M.

En España hubo manifestaciones contra esa guerra. No todos eran pacifistas de extrema izquierda. Había muchas personas de buena fe (y eso que no hubo genocidio palmario).

Encima, en esa guerra, las tropas españolas fueron escasas y sólo de apoyo. Tuvieron poquísimos encuentros armados y se volvieron rápido a España: Zapatero las retiró al llegar al gobierno.

El partido de Aznar fue víctima de una guerra a la que no fue.

Zapatero fue el beneficiario de una corriente de opinión que rechazaba la guerra.

Las elecciones las perdió Rajoy. Pero, en realidad, se votaba algo así como la continuidad de la política de Aznar.

España sí tiene memoria histórica real de períodos bélicos. El siglo XIX y una parte importante del XX fueron períodos de guerra. Algunas exteriores, otras civiles, muchas y cruentas.

El imaginario colectivo español asocia los conflictos armados con las luchas fratricidas de las guerras civiles y su violencia militar y civil. En su subconsciente, la guerra es un fantasma a evitar.

Sánchez ha hecho la lectura de ese imaginario pacifista y se dispone a cultivarlo y rentabilizarlo. Ha descubierto que, agitando el fantasma de la guerra, los españoles se asustan. Incluso más que con el fantasma de la extrema derecha, que le ayudó a mantenerse en el poder en las últimas elecciones generales.

De hecho, si se pregunta a los españoles si son partidarios de aumentar los gastos en defensa, una importante mayoría dice sí. Pero si se les pregunta si quieren que vuelva la mili, dirán que no. Quieren defensa para estar seguros, pero no quieren ir a la guerra.

Conclusión: los expertos de la Moncloa, en la próximas elecciones generales, van a sacar en procesión a los muertos de Gaza a favor del PSOE.

Sánchez usará un argumento para arrinconar al PP y también a Vox: acusarlos de partidarios de la guerra y de contrarios a la paz. Intentará proponer en la campaña electoral un dilema bélico. ¿A quién votarán los españoles, a los partidarios de la paz o a los de la guerra?

¿Al PSOE y sus aliados de izquierda, o al PP, que tendrá que pactar con Vox para gobernar?

Ante este dilema, el reto del PP y Vox es cómo salir de la trampa. Por supuesto que nadie es partidario de la guerra, y menos de lo que se está viendo en Gaza.

Benjamin Netanyahu y Pedro Sánchez, durante la visita a Israel del presidente del Gobierno en noviembre de 2023.

Benjamin Netanyahu y Pedro Sánchez, durante la visita a Israel del presidente del Gobierno en noviembre de 2023. Efe

Pero no importa. Basta con parecer belicista y que te acusen de ello.

La oposición tiene que hacer un ejercicio de imaginación para evitar el sambenito del militarismo, pero sin dejar de defender sus principios.

Ya hemos visto a Sánchez arengando a los manifestantes contra el “genocidio” de Gaza. No será la última vez. Quiere ganar las elecciones con una guerra a la que no irá.

¿Seguro?

¿Y si la OTAN decide intervenir en Ucrania?

El riesgo para Sánchez es que la guerra de Gaza acabe meses antes de las elecciones o que los soldados españoles entren en combate con la OTAN.

Por eso, los analistas políticos deben introducir este dato, además de los que ya tienen, para calcular cuándo convocará elecciones generales.