Realidad Virtual
Netflix, la plataforma global de entretenimiento, vale miles de millones de dólares, sin poseer salas de cine y en un inicio, sin contar con estudios de rodaje propios. Sus activos más valiosos son algoritmos, datos, creatividad y una marca poderosa con millones de usuarios leales.
Quizás sea un ejemplo extremo pero revelador de la economía global actual: la era de los activos intangibles.
Este tipo de capital —software, talento, marca, I+D— define cada vez más la competitividad empresarial. Aunque invertir en intangibles es clave para ganar productividad, su evolución en España presenta un panorama desigual.
Entre 1995 y 2015, la inversión en ellos creció en España a un ritmo notablemente superior al de los activos físicos. Según los datos de la Contabilidad Nacional Trimestral del INE, en ese periodo la inversión acumulada en intangibles se triplicó, mientras que la destinada a activos materiales apenas aumentó un 26% (en términos reales y ajustados por estacionalidad).
Este dinamismo permitió que, en las dos primeras décadas del siglo XXI, España se posicionara en la media europea en términos de inversión intangible como porcentaje del PIB: un 3,2% frente al 3,8% registrado en el conjunto de la Unión Europea entre 2009 y 2019.
Europa a menudo cae en la llamada "trampa de la tecnología intermedia", mejoras incrementales sobre tecnologías ya maduras en lugar de generar disrupción
Durante la pandemia, muchas empresas mantuvieron o, incluso, reforzaron esta apuesta. Entre el primer trimestre de 2020 y el segundo de 2021, la inversión en activos materiales cayó a una tasa anual promedio del 4,6%, mientras que la inversión en intangibles logró crecer un 0,2%.
Esto no solo puso de manifiesto su papel como motor de crecimiento, sino también como fuente de resiliencia frente a crisis económicas, al sostenerse en un contexto de gran incertidumbre.
Este impulso, sin embargo, se ha debilitado en los últimos años, lo cual también se observa a nivel europeo. En 2023, la inversión empresarial en intangibles representaba un 35% del total en Estados Unidos, frente al 21% en la Unión Europea. Esta diferencia no es trivial y la literatura especializada apunta a varias causas estructurales.
Por un lado, Europa a menudo cae en la llamada "trampa de la tecnología intermedia", mejoras incrementales sobre tecnologías ya maduras en lugar de generar disrupción. A eso se suma una regulación fragmentada, restricciones de acceso a datos que elevan los costes para las nuevas empresas tecnológicas, y un ecosistema de capital de riesgo aún pequeño, que limita a las empresas innovadoras para escalar y competir a nivel global.
En este contexto, contar con nuevas fuentes de información resulta clave para comprender en mayor detalle las dinámicas recientes de la inversión intangible. Un nuevo estudio de BBVA Research, basado en más de 250.000 transacciones bancarias anonimizadas entre empresas dentro del territorio español, ofrece una lente valiosa para entender algunas de las causas detrás de este estancamiento.
Más del 70% del gasto total en innovación se concentra en cuatro comunidades autónomas: Madrid, Cataluña, País Vasco y Comunidad Valenciana
Uno de los principales resultados de este análisis es que la apuesta por la innovación parece concentrarse en pocos sectores y territorios.
En el caso español, el análisis de BBVA Research identifica dos grandes brechas. La primera es sectorial. Por el lado de la oferta, las empresas que ofrecen servicios software, arquitectura e ingeniería y la I+D son los claros motores de esa inversión.
Pero su demanda no es homogénea. El grueso de su adopción sigue concentrado en sectores que también son intensivos en conocimiento —como los servicios profesionales, la informática o los medios.
Otros, más tradicionales, como la energía o el comercio muestran señales incipientes de implementación, y algunos, de mayor peso en la economía como la manufactura, la construcción o la industria química apenas contribuyen a esta demanda. Esto sugiere que la modernización no está permeando por igual a toda la estructura productiva.
La segunda brecha es territorial. Más del 70% del gasto total en innovación se concentra en cuatro comunidades autónomas: Madrid, Cataluña, País Vasco y Comunidad Valenciana. Esta desigualdad se manifiesta tanto en la compra como en la venta de servicios intangibles, y pinta un mapa donde pareciera que la innovación es un privilegio para unos cuantos territorios.
La mayoría de las empresas venden y compran estos activos dentro de su propia comunidad autónoma
¿A qué se debe esta concentración? Una razón puede ser la necesidad de una proximidad geográfica. Los datos que aporta el estudio indican que la comercialización de servicios intangibles tiende a ser local.
La mayoría de las empresas venden y compran estos activos dentro de su propia comunidad autónoma. La única excepción es la I+D, que muestra una mayor movilidad entre regiones, pero a menudo con flujos que se dirigen hacia los grandes polos de concentración empresarial, como Madrid.
Este patrón de concentración también sugiere que la cercanía no solo responde a la lógica de la oferta, sino también a la de la demanda. Tiene sentido que las empresas se ubiquen estratégicamente cerca de sus principales clientes, especialmente cuando dependen de relaciones institucionales, como ocurre en sectores intensivos en obra pública o servicios profesionales.
En estos casos, la concentración en Madrid, por ejemplo, no solo podría facilitar la interacción, sino también el acceso a decisiones clave. O en otros casos simplemente puede reflejar un efecto sede.
La literatura subraya que la proximidad geográfica favorece la colaboración entre actores económicos. Facilita interacciones cara a cara, muchas veces informales, que promueven el intercambio de conocimiento y la innovación.
Es el caso de Silicon Valley o Kendall Square, donde la concentración de universidades, startups e inversores genera entornos fértiles para soluciones disruptivas.
Ahora bien, su impacto varía según el tipo de conocimiento o sector, y no actúa por sí sola. Estudios recientes sugieren que debe analizarse junto a otras formas de cercanía —o, tecnológica o social—, que pueden complementar o, incluso, sustituir a la geográfica en el desarrollo de ecosistemas innovadores.
Este tipo de interacciones resulta difícil de captar con estadísticas oficiales, pero los datos granulares que analiza BBVA Research ofrecen una oportunidad inédita para explorar algunas de ellas.
Permiten observar relaciones entre empresas, detectar patrones de colaboración y evaluar el impacto de distintos tipos de proximidad a nivel local y nacional. Este conocimiento puede contribuir al diseño de políticas públicas más precisas y efectivas.
Superar el estancamiento y reducir las brechas sectoriales y territoriales depende de visibilizar lo intangible. Análisis como el de BBVA Research, basados en datos bancarios de alta frecuencia y detalle, permiten observar en tiempo real quién invierte, en qué y dónde.
A diferencia de las estadísticas tradicionales, estos datos capturan flujos sectoriales y regionales, y ofrecen una imagen complementaria del panorama productivo. Lo intangible ya no es invisible, y sus desequilibrios tampoco deberían serlo.
*** Sirenia Vázquez Báez, BBVA Research.