Pedro Sánchez está empeñado en hacerle desplantes a Trump.
Reconoció al Estado palestino cuando no tocaba. Algo que no sentó bien a un presidente de EEUU apoyado por los lobbies judíos.
Luego ante la exigencia de Trump de gastar el 5% del PIB en defensa, Sánchez se plantó en el 2,1%. Esta vez Trump acusó el golpe y afirmó que España pagaría cara su tacañería.
Por si faltara algo, Sánchez esta semana ha reunido un grupo de "progresistas" latinoamericanos en Santiago de Chile. Junto a él los presidentes de: Colombia, Brasil, Chile y Uruguay. Todos de tendencia izquierdista.
Allí Sánchez se erigió como el garante de la democracia (¡manda narices!). En su alegato acusó a todos los que no están con ellos de pertenecer a la "internacional del odio". Un bloque donde incluyó incluso al PP y, por supuesto, al presidente Trump y su "Make America Great Again (MAGA).
Con todo ello Sánchez pretende labrarse una imagen ante el progresismo mundial, para encontrar un acomodo internacional cuando deje la Moncloa. Algo que sabe que es seguro en el momento que convoque elecciones.
El problema es que todas esas acciones están coincidiendo con las negociaciones arancelarias entre EEUU y la UE.
Después de que USA llegase a un acuerdo con Japón, los negociadores europeos creen que el acuerdo es posible. Si no antes de la fecha del ultimátum de Trump (1 de agosto), en una nueva prórroga. Se habla de un 15% de arancel recíproco.
"Trump necesita un acuerdo con la UE. Una paralización de los intercambios entre los mercados más importantes del mundo sería un tsunami económico mundial"
En la mesa las partes tienen sus armas.
Los estadounidenses, su capacidad de subir aranceles.
Los europeos, el peso del comercio mutuo y el "Instrumento anticoerción de la UE" (2023) diseñado para casos en los que terceros países pretendan obligar a la UE o a un país miembro a tomar decisiones que interfieran en su comercio o inversión, interfiriendo en sus "legítimas opciones soberanas".
Entre las medidas a tomar con ese instrumento están: la subida de aranceles, la restricción de importaciones o exportaciones o inversiones, limitación para participar en licitaciones públicas …
Ambas partes aparentan no tener prisa. Pero eso es ahora.
Trump ha pasado los seis primeros meses de su mandato. Ya empieza a correr el reloj. Como no puede reelegirse en un tercer mandato (al menos por ahora), en realidad le queda un año y medio de legislatura. Después, el presidente norteamericano se convierte en el "lame duck" (pato cojo). Nadie le hace caso porque sabe que su poder caduca en dos años. Además, en noviembre hay elecciones parlamentarias parciales y tiene que mostrar triunfos para que el Partido Republicano no pierda poder en las cámaras.
De manera que, en unos meses, Trump necesita un acuerdo con la UE. Una paralización de los intercambios entre los mercados más importantes del mundo sería un tsunami económico mundial.
Por su parte Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión europea, debe mostrar habilidades de negociación. La coalición que le apoya en Bruselas (Populares más socialdemócratas) necesita triunfos porque está amenazada por las fuerzas populistas en las elecciones de cada estado miembro.
"Es evidente que en las decisiones de Trump los intereses políticos pintan tanto o más que los económicos"
Los dos necesitan un acuerdo tarde o temprano. Para ello se harán concesiones mutuas. Y ¡Ahí está el peligro para España!
Después de las amenazas de Trump a Brasil por el tratamiento de Bolsonaro, es evidente que en las decisiones de Trump los intereses políticos pintan tanto o más que los económicos.
Las exportaciones españolas a EEUU no son significativas económicamente. Pero la figura política de Sánchez sí.
De manera que no sería nada raro que la parte negociadora estadounidense pidiera la "cabeza económica" de Sánchez en bandeja de "plata arancelaria".
Por eso, cuando los olivareros españoles vean que se aumentan los aranceles de sus productos deben saber que están pagando la "imagen" progresista internacional de Sánchez.
El tratamiento de Italia será la otra cara de la moneda. Meloni, como italiana, habrá sabido negociar, de manera que seguiremos exportando "aceite italiano" producido en Jaén.
Porque para Trump, darle una patada a Sánchez en el culo de los olivares españoles puede ser un precedente, una llamada de atención, una cabeza de turco… o un aviso a navegantes.
Pero ¿qué hemos hecho los españoles para merecernos esto?
*** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.