
Logo de Amazon
Lo excelente es mecánico, es la ejecución óptima, la concreción del canon de la perfección. Como bien señala McKinsey & Company: "La excelencia operacional no es un destino, sino un viaje de mejora continua que distingue a las organizaciones líderes". Es predecible, replicable, cuantificable.
Lo sublime apabulla. Te cambia por dentro. Fibonacci concretó en el número 1.618 esa fórmula matemática que busca la belleza ideal, esa proporción Áurea que aparece en la naturaleza y que nuestro cerebro encuentra irresistiblemente atractiva.
Leonardo da Vinci la aplicó intuitivamente en la composición de sus obras, sintiendo más que calculando esa armonía perfecta.
Siglos después, esa intuición sublime se convirtió en herramienta de excelencia: arquitectos la usan hoy para diseñar rascacielos, aplicando la fórmula para alcanzar la belleza, no para descubrirla.
Muchos unicornios empresariales son excelentes. Shazam es excelente identificando canciones con precisión matemática.
Steve Jobs creando el iPhone no estaba mejorando un teléfono, estaba reinventando nuestra relación con la tecnología
Amazon fue sublime cuando nos entregó por primera vez un pedido en menos de 24 horas —hace ya 15 años— no solo cambió la logística, cambió nuestra relación con el deseo y la espera. Redefinió lo posible.
Casi todas las obras sublimes nacen de individuos que operan dentro de contextos que les quedan pequeños. El inventor de los Jeans no podía concebir que su tejido, en otro contexto y bajo otras manos, sería la semilla más radical de transformación del mundo de la moda.
Steve Jobs creando el iPhone no estaba mejorando un teléfono, estaba reinventando nuestra relación con la tecnología. Banksy no pinta murales más bonitos, cuestiona el arte mismo. Estos saltos no se planifican en hojas de cálculo ni emergen de focus grupos.
Lo sublime tiene una naturaleza paradójica: a pesar de su valor mayúsculo, por ser ajeno al contexto inmediato, se sostiene sobre una base extremadamente frágil. No se puede sistematizar, no se puede replicar, no se puede garantizar.
Por eso las grandes corporaciones rara vez lo logran. Tienen estructuras optimizadas para la excelencia, no para la subversión.
El próximo salto sublime podría estar gestándose ahora mismo
¿Se puede provocar lo sublime? Tal vez. Pero no con métodos excelentes. Se provoca creando espacios para la percepción cándida, para la intuición, para el “Flow”; tolerando el fracaso, protegiendo a los que ven y piensan diferente; aceptando de verdad ir “más allá” en enfoques, ideas e inversiones económicas.
Se provoca cuando una organización acepta que su próximo gran momento puede hacer obsoleto todo su modelo actual.
El próximo salto sublime podría estar gestándose ahora mismo. Quizás en la producción de experiencias cárnicas perfectas a partir de ingredientes completamente vegetales y sostenibles. Será excelente cuando perfeccionen la textura y el sabor.
Será sublime el día que un chef estrella Michelin confiese que prefiere la versión vegetal al original, no por ética, sino por pura experiencia gastronómica.
La diferencia no es de grado, es de naturaleza. Lo excelente mejora lo que existe. Lo sublime hace que lo excelente de ayer parezca primitivo.
Por eso, cuando Amazon te entregó ese primer pedido en 24 horas, no pensaste "qué rápido", pensaste "esto lo cambia todo".
Y tenías razón.