Coaching

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Opinión La máquina invisible

Ante el auge del 'coaching': ¿qué te llevas a casa cuando pagas por el servicio?

María Millán
Publicada

Según la International Coaching Federation, el coaching vive un momento de crecimiento sostenido. En España, la facturación ha pasado de 85 millones en 2021 a 210 millones previstos para 2025. Este auge coincide con el impacto transversal de la inteligencia artificial, la fragmentación de los modelos laborales y una sensación creciente de vulnerabilidad profesional.

En este contexto, el coaching ha pasado de ser un recurso accesorio a consolidarse como ayuda constante para gestionar el cambio. La pregunta derivada es: ¿qué valor real —medible o integrable— genera hoy una sesión de coaching?

No nos engañemos: para el coach, como para cualquier proveedor de servicios, el cliente es el cliente. Quien paga manda, quien pide recibe, y a quien no muestra interés, conviene estimularle el apetito. Y si finalmente algún cliente no aprovecha lo aprendido, es ley de vida.

Independientemente de la ética y el compromiso profesional de cada coach, su contribución es un híbrido fascinante entre mentor clásico, incluso aristotélico,  y predicador persuasivo de la televisión norteamericana.

A diferencia del psicólogo, que nos ayuda a explorar el pasado para reconciliarnos con los anclajes que nos condicionan hoy, el coach nos proyecta hacia el futuro: nos ayuda a visualizarlo, a tangibilizarlo a nuestro favor, proporcionando herramientas para recorrer esa ruta con mayor destreza.

El dilema entre ser y no ser… entre SER y cambiar… no tiene respuestas únicas

Mirar al futuro obliga a moverse en una encrucijada: la necesidad de cambiar, la oportunidad de soltar el pasado y empezar de nuevo, y la presión de rendir y avanzar con coherencia, incluso cuando todo tiembla. El dilema entre ser y no ser… entre SER y cambiar… no tiene respuestas únicas. Cada uno tiene que encontrar su propio equilibrio.

En este contexto, la oferta de coaching es amplia. Si buscamos adaptarnos mejor a los cambios y entender nuestras relaciones con el entorno, el coaching sistémico es especialmente útil. Si lo que necesitamos es reafirmarnos, reforzar el propósito y fortalecernos para llevar un proyecto hasta el final, el coaching ontológico puede conectar más con nosotros. Hay muchas opciones. Y cada uno elige el espejo en el que quiere mirarse.

Por lo general, las generaciones más jóvenes —más acostumbradas al cambio rápido y a probar distintas experiencias laborales, vitales o emocionales— suelen buscar flexibilidad, autonomía y acompañamiento ágil. Las generaciones anteriores, que se formaron en marcos más estables, buscan con más frecuencia actualizar su brújula interna, mantener su dirección o reconectar con un sentido más profundo.

Ahora bien, estas diferencias no siempre dependen de la edad: lo interesante no es la brecha, sino el diálogo que puede surgir entre los distintos enfoques.

Vale la pena admitirlo: todos nos sentimos perdidos y frustrados en algún momento, aunque lo expresemos con ese lenguaje edulcorado que se aprende en las sesiones de coaching.

Al final, la función del coach es ayudar a quien tiene delante a elegir su siguiente movimiento

Liderar en este contexto es complejo. Incluso la idea de liderazgo se ha vuelto ambigua: ¿son los líderes figuras fuertes que nos guían con consistencia, trazo firme y decisión? ¿O son personas que mantienen la calma en medio del caos y se reconfiguran sin culpa, y sin perder el equilibrio?

El dilema está ahí. Y como todo dilema, ofrece dos ángulos para afrontarlo: o lo convertimos en un drama, con catarsis - ruptura, emoción y cambios radicales; o lo abordamos paso a paso, con método y paciencia.

Seamos claros: sea cual sea el camino, la vida actual exige valentía. Y todos, de un modo u otro, tenemos que aprender a mover mejor nuestras fichas.

Al final, la función del coach es ayudar a quien tiene delante a elegir su siguiente movimiento. Por eso, tras una buena sesión de coaching, uno suele volver a casa con el sabor agridulce de las verdades incómodas.

Porque no hay respuestas únicas, ni técnicas que funcionen siempre. Lo importante es mantenerse en pie y listo para dar el siguiente paso, cada vez que el tablero se sacude.