
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent. Reuters
El éxito de muchas investigaciones policiales se debe a que alguien ata cabos y relaciona informaciones y datos que otros no han sido capaces de relacionar. En los mercados ocurre algo parecido: mientras en los medios y las redes sociales sólo se habla del tema de moda, unos pocos se fijan en cuestiones que pueden llegar a ser importantes. Así las consecuencias no les pillan desprevenidos
La noticia de que la agencia de calificación Moody's ha rebajado la calificación crediticia de EEUU desde la máxima puntuación (AAA) al siguiente escalón (Aa1), ha pasado desapercibida. Básicamente, porque era algo que se esperaba y que ya habían hecho anteriormente las otras dos grandes agencias.
Pero no ha pasado desapercibida para el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent. Parece demasiada casualidad que, coincidiendo con esta noticia, Bessent haya metido prisa a los países con los que está negociando EEUU para que se vayan cerrando acuerdos.
La única forma que tiene actualmente EEUU de corregir el déficit fiscal, y de reducir su astronómica deuda pública, es ingresar más
El mensaje es que mejor cerrar acuerdos ahora, que impliquen unos aranceles relativamente modestos, que no volver a los del nefasto 'Día de la Liberación'. Lo importante no es si se trata de un farol, lo importante es que Bessent tiene prisa. Como cuando hablaron de una tarifa única para quienes no cierren negociaciones ya.
Tampoco ha pasado desapercibido para los observadores más avezados del mercado, aunque probablemente imaginan al secretario del Tesoro utilizando un lenguaje más directo: “Necesitamos pasta. Si cierras un acuerdo ahora, te saldrá más barato que si te haces el remolón”.
Porque los observadores más avezados del mercado son conscientes de que estas negociaciones no van solo de justicia comercial -equilibrar las balanzas comerciales de EEUU con el resto del mundo-, también van de que el resto del mundo ayude a pagar las deudas de EEUU (equilibrar su déficit fiscal).
La única forma que tiene actualmente EEUU de corregir el desequilibrio entre ingresos y gastos (déficit fiscal), y de reducir su astronómica deuda pública, es ingresar más. Gastar menos o cobrar aranceles.
Ingresar más parece imposible, dado que el núcleo de la política económica de Donald Trump es bajar impuestos para mejorar la actividad económica
Elon Musk ya se ha dado cuenta de lo difícil que es que un político gaste menos. Por ahí, poco que rascar. Ingresar más parece imposible, dado que el núcleo de la política económica de Donald Trump es bajar impuestos para mejorar la actividad económica. Eso podría funcionar, pero la mejora económica tarda tiempo en producirse. Así que a corto plazo solo quedan los aranceles.
Finalizada la presidencia de Bill Clinton, EEUU no sólo no tenía déficit fiscal, de hecho tenía superávit. Sí, como lo leen: los ingresos del Estado superaban a los gastos en 236.000 millones de dólares, por lo que el país tenía un superávit fiscal equivalente a un 2,4% del PIB.
Ahora, después del tsunami de gasto de la administración Biden, lo que hay es un déficit que representa el 6,4% del PIB. Y, como los tipos de interés son altos (4,50% en los bonos a vencimiento de 10 años, 5% en el vencimiento a 30 años), financiar esa deuda resulta muy oneroso para el Estado.
Si la Administración Trump está preocupada por este problema, los inversores también deberíamos estarlo. No estamos hablando de que haya que venderlo todo mañana, ni nada por el estilo. No nos incluimos en ese amplio grupo de economistas, influencers, etc., que hacen del anuncio del Armagedón financiero su forma de vida y de llamar la atención.
Puestos a hablar de cuál puede ser la próxima crisis, la que más sentido tiene es una crisis de deuda
Pero tampoco estamos ciegos. Hay que estar atentos a la evolución de esta variable, porque, puestos a hablar de cuál puede ser la próxima crisis, la que más sentido tiene es una crisis de deuda.
Una crisis de deuda es eso que ocurre cuando la gente pierde la confianza en la capacidad de pago de un país o una zona económica. La más reciente y más fácil de entender para los españoles es la crisis del euro del año 2009, cuando el exceso de gasto público de los países del sur de Europa provocó una pérdida de confianza no solo en la deuda pública europea, también en la propia solidez de la divisa común.
El resultado fue que bajó fuertemente el precio de los bonos y que el Banco Central Europeo tuvo que comprarlos como si no hubiera un mañana. Para evitar que la pérdida de confianza en la deuda europea diera al traste con la divisa y, de paso, con la unión económica que representa la eurozona. El famoso “Whatever it takes” ("Lo que sea necesario") de Mario Draghi.
Alguien argumentará que EEUU es la primera economía del mundo, que el dólar sigue siendo la divisa de referencia de todo el comercio mundial, que nunca van a dejar de pagar, etc. Lo que no entienden quienes descartan este riesgo es que crisis de deuda no significa que la deuda pase a no valer nada, sino que quien la “recalifica” es el mercado y no una agencia de calificación crediticia.
Y la forma de recalificar la deuda que tiene el mercado es vendiendo (lo que hace que baje el precio y exigiendo un tipo de interés mayor por comprar esa deuda). Y esto tiene, además, un efecto contagio sobre las bolsas.
Y con una agravante en la situación actual: que Europa ha abandonado el pacto fiscal. En otras palabras, el efecto contagio sobre Europa sería masivo, puesto que Alemania ha dinamitado su techo de endeudamiento y la UE ha dicho a todos sus miembros que, si se trata de armamento, pueden gastar lo que quieran.
Europa sería mucho más vulnerable a una crisis de deuda que cuando se produjo la crisis del euro,
Pero que la UE no considere déficit el déficit en el que se incurre por gastar en armamento no significa que no sea déficit para los mercados. Y en ese contexto, Europa sería mucho más vulnerable a una crisis de deuda que cuando se produjo la crisis del euro, no solo porque ha desaparecido el ancla alemana, sino porque además todas las métricas son peores que cuando Mario Draghi tuvo que ponerse duro.
Invertir es como conducir un coche: si no lo pones en marcha y no aceleras, no vas a ningún lado. Por eso quienes están siempre anunciando problemas y burbujas nunca ganan dinero. Pero también hay que ser conscientes de cuándo hay que reducir la marcha, o incluso pararse a descansar.
***Víctor Alvargonzález es socio fundador de la empresa de asesoramiento financiero independiente Nextep Finance.