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Aranceles, depreciación del dólar y gestión del riesgo de divisa: una llamada a la acción para las empresas europeas
El reciente anuncio de nuevos aranceles por parte de la Administración estadounidense ha provocado una reacción inmediata en los mercados financieros, particularmente en el mercado de divisas. En contraste con anteriores episodios de incertidumbre, en los que el dólar reforzaba su posición como activo refugio, en esta ocasión la divisa estadounidense ha mostrado una ligera pérdida de atractivo. Desde comienzos de abril, el cruce EUR/USD ha repuntado desde niveles próximos a 1,08 hasta situarse cerca de 1,14 a finales del mismo mes, recuperando posiciones frente al dólar respecto a los niveles previos y posteriores a las elecciones estadounidenses de noviembre pasado.
Este movimiento refleja, en parte, el temor a un deterioro cíclico aislado de la economía de EEUU, así como una creciente expectativa de recortes de tipos de interés, en un entorno donde las tensiones comerciales y los riesgos geopolíticos empiezan a cuestionar algunos de los pilares tradicionales de fortaleza del dólar.
Para las empresas europeas, los movimientos del tipo de cambio USD/EUR no son un fenómeno marginal. La volatilidad del tipo de cambio puede afectar de manera significativa a su competitividad internacional, a sus márgenes de negocio y a la valoración de activos y pasivos. Una depreciación del dólar, si bien abarata algunas importaciones y facilita el servicio de deuda denominados en dólares, también reduce el valor en euros de los ingresos obtenidos por exportaciones facturadas en esa divisa, afectando a los resultados y generando impactos contables y financieros no deseados.
Sin embargo, a pesar de estos riesgos evidentes, muchas empresas todavía gestionan su exposición al riesgo de tipo de cambio de manera parcial o reactiva. Esta falta de estructura conlleva decisiones ad hoc difíciles de justificar ante inversores, financiadores o reguladores, y expone a las organizaciones a una volatilidad de resultados que podría haberse mitigado con una política de riesgos bien diseñada.
En este contexto, establecer una política de gestión de riesgos de tipo de cambio resulta más necesario que nunca. Una política que tenga como objetivo principal reducir la incertidumbre de los resultados empresariales, de forma eficiente en costes, aprovechando en primer lugar las coberturas naturales que puedan existir en el negocio —como la compensación entre ingresos y gastos en la misma divisa—.
La volatilidad del tipo de cambio puede afectar de manera significativa a su competitividad internacional, a sus márgenes de negocio y a la valoración de activos y pasivos
Cuando estas coberturas naturales no sean suficientes, la estrategia debe apoyarse en instrumentos derivados clásicos, como contratos a plazo o swaps de divisas, que permiten una cobertura directa, transparente y fácil de evaluar. La elección de instrumentos sencillos no es casual: facilita tanto la medición objetiva de la eficacia de las coberturas como la aplicación de contabilidad de coberturas bajo las normas internacionales, mejorando así la calidad de la información financiera y permitiendo una mejor comunicación con los stakeholders.
Una política eficaz no solo debe establecer qué riesgos cubrir y con qué instrumentos, sino también definir los horizontes temporales adecuados, fijar umbrales de tolerancia y valorar sistemáticamente el coste de las coberturas en relación con el beneficio esperado en términos de reducción de volatilidad. Además, debe ser un documento vivo, sujeto a revisiones periódicas para adaptarse a los cambios en el entorno económico, en los mercados financieros y en la propia estrategia de la empresa.
En definitiva, en un momento en el que la hegemonía del dólar empieza a mostrar signos de vulnerabilidad estructural, gestionar el riesgo de tipo de cambio no es simplemente proteger los márgenes de hoy, sino blindar la estabilidad y competitividad del negocio en un mundo crecientemente incierto. La adopción de políticas de gestión de riesgos sólidas y eficientes se convierte, más que en una opción prudente, en un auténtico imperativo estratégico.
*** Miguel Díaz es profesor de Afi Global Education.