Panel de la Bolsa de Madrid

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Opinión

#ReArmEU: la bolsa está lista

Pilar Martínez
Publicada

Que Europa se encuentra en un punto de inflexión geopolítico y económico ya no es novedad. La tensión sostenida en sus fronteras, la incertidumbre sobre el compromiso transatlántico y la inestabilidad global han hecho inevitable el debate sobre la necesidad de reforzar nuestras capacidades de defensa. La pregunta ya no es si hay que rearmarse, sino cómo hacerlo, y sobre todo, cómo financiarlo.

Parece claro que el esfuerzo no puede recaer exclusivamente sobre los presupuestos públicos. Estos, al fin y al cabo, se alimentan de impuestos, y las necesidades de inversión crecen mucho más rápido que los ingresos fiscales. Aquí es donde el capital privado —los mercados y los inversores— deben asumir un papel protagonista. ¿Está Europa lista para reorientar sus mercados financieros hacia la resiliencia estratégica? La respuesta es que puede estarlo, pero para lograrlo, necesitamos un giro en la mentalidad, en la narrativa y en el marco normativo.

El primer paso es superar el tabú que asocia la inversión en defensa con una amenaza más que con una necesidad. El sector permanece al margen de los marcos ESG —ambientales, sociales y de gobernanza— y ha sido tratado con enorme cautela por los inversores institucionales. Sin embargo, defender un territorio, sus instituciones y su ciudadanía también es una forma de compromiso social. La seguridad es una condición previa para el ejercicio de cualquier derecho e invertir en defensa debe empezar a considerarse un ejercicio de responsabilidad social.

Europa necesita una narrativa pública que reconozca que la defensa puede —y debe— ser un pilar legítimo de la sostenibilidad estratégica. Este cambio no implica rebajar estándares, sino adaptarlos. Igual que el sector energético ha sabido reposicionarse hacia la transición y seguridad, el sector defensa debe poder reivindicar su papel dentro de una sostenibilidad más integral. Incluir la defensa dentro de la “S” de ESG contribuiría a garantizar los derechos y la estabilidad democrática que persigue la UE.

Ahora bien, cambiar la narrativa no basta. Para canalizar el ahorro privado hacia sectores estratégicos hace falta algo más tangible: incentivos. Europa debe avanzar en un marco de medidas fiscales y financieras que premien la inversión en defensa, especialmente en tecnologías de doble uso —civil y militar—. Estas tecnologías están a la vanguardia de la innovación y tienen un amplio recorrido y capacidad de creación de riqueza a largo plazo.

El marco europeo de finanzas sostenibles también debe adaptarse

Los instrumentos financieros también deben evolucionar. Así como los bonos verdes han canalizado financiación hacia la transición energética, ¿por qué no lanzar una categoría de bonos de soberanía o bonos de sostenibilidad estratégica? Estos productos podrían captar capital para proyectos que refuercen la autonomía europea en sectores clave como defensa, energía nuclear, ciberseguridad, semiconductores o infraestructuras críticas.

Para que todo esto funcione, el marco europeo de finanzas sostenibles también debe adaptarse. La actual taxonomía —centrada en actividades ambientalmente sostenibles— corre el riesgo de quedarse corta ante los desafíos geopolíticos actuales. Ampliarla más allá del binomio verde con una categoría de sostenibilidad estratégica permitiría integrar inversiones que, sin ser “verdes”, son esenciales para la seguridad y resiliencia de Europa.

Lo contrario —seguir midiendo todas las inversiones con un único criterio climático— puede llevar a un desalineamiento preocupante entre los objetivos de sostenibilidad, los intereses económicos y las necesidades de defensa. Es una conversación incómoda, pero urgente.

En este contexto, la reciente creación de la Savings and Investment Union (SIU) ofrece un marco prometedor. Esta nueva estrategia europea ambiciona movilizar una parte importante de los ahorros en depósitos de bajo rendimiento de los ciudadanos europeos. Este nuevo enfoque ofrece oportunidades reales para reorientar el capital privado hacia sectores estratégicos, y no solo para empresas consolidadas, sino también para startups y pymes innovadoras que trabajan con tecnologías de uso dual. Además, también permitiría reorganizar iniciativas dispersas —como InvestEU, la European Tech Champions Initiative o el plan STEP— y darles coherencia.

Apoyarse en la SIU puede ayudar a reducir otra de las barreras clave: la fragmentación regulatoria. Europa carece hoy de un marco común para la inversión en defensa. Los requisitos de transparencia, los estándares de reporte o las condiciones para financiarse en bolsa varían entre países. Armonizar estableciendo condiciones mínimas comunes aportaría seguridad jurídica al inversor y legitimidad social al emisor.

Si Europa quiere proteger su modelo social, defender sus valores y garantizar su autonomía estratégica, necesita rearmarse también desde el punto de vista financiero. El mercado de capitales europeo debe ser capaz de servir no solo a la prosperidad económica, sino también a la seguridad colectiva.

Invertir en defensa no es un acto de agresión: es una apuesta por la prevención. Como advertían en la antigua Roma, si vis pacem, para bellum —si quieres la paz, prepárate para la guerra. Hoy más que nunca, esa preparación exige algo más que ejércitos: necesita visión estratégica, herramientas financieras adecuadas y mercados dispuestos a responder. Y esta vez, sí: la bolsa está lista.

*** Pilar Martínez es directora de Asuntos Públicos de Europa y América Latina en BME - Grupo SIX.