La economía global se enfrenta a un escenario de enorme inestabilidad y, por tanto, de incertidumbre. Esto sin duda alguna deteriora las expectativas de crecimiento sin descartar la posibilidad de que algunos países y regiones tengan probabilidades de caer en la recesión.
A la creación de este clima está contribuyendo de manera significativa los planes arancelarios anunciados por el presidente Trump el pasado 2 de abril y la tregua negociadora de 90 días abierta por él tras la moción de censura emitida contra ellos por los mercados. A priori, este interregno podría debilitar el impacto negativo de los aranceles sobre la economía real y, sobre, las expectativas de las familias, de las empresas y de los inversores. La economía mundial que creció un 3,2% en 2024 lo hará, ceteris paribus, alrededor del 2,5% en los dos próximos años.
Las medidas arancelarias de Trump no afectan por igual a todas las economías. Europa, los países de la UE y la Eurozona en términos agregados y, aunque países concretos atraviesan una mejor coyuntura, están estancados fruto de factores temporales, pero de causas estructurales más profundas; en concreto, un tamaño excesivo del Estado en sus tres vertientes (gasto, impuestos, regulaciones) que desincentiva el trabajo, al ahorro, la inversión, la innovación y la productividad.
La Comisión Europea se ha ido apartando de manera progresiva de su función básica, velar por el correcto funcionamiento del mercado único.
Estos males europeos son propios y no caben ser imputados a factor externo alguno, sino al modelo socio-económico existente en casi todos los estados del continente, especialmente, en los cuatro grandes: Francia, Alemania, Italia y España.
Ese panorama de estatismo asfixiante se ha visto intensificado por las autoridades de la UE, esto es, por la Comisión Europea que se ha ido apartando de manera progresiva de su función básica, velar por el correcto funcionamiento del mercado único, para transformarse en un Super Estado intervencionista cuyas iniciativas erosionan cada vez más la libertad económica en los países continentales reforzando el marcado estatismo existente en la mayoría de ellos.
En este contexto, la UE y la UEM tienen serías posibilidades de entrar en recesión tanto si los aranceles hacia el Viejo Continente son finalmente los anunciados el 2 de abril como si se mantienen en un 10% general con los diferenciales para coches, aluminio, acero y otros potenciales bienes.
En este contexto, los aranceles en su versión blanda o dura constituyen un shock de oferta que pone de manifiesto las disfuncionalidades del sistema socio-económico continental lo que debería conducir a su revisión. Esta reflexión deberían realizarla tanto las autoridades nacionales como supranacionales y plantear una estrategia/as destinadas a introducir profundas reformas estructurales destinadas a crear una economía capaz de crecer con vigor y ser competitiva. Esto supone reducir el poder de la Comisión Europea, no fortalecerle como algunos pretenden hacer. Más Europa no significa más centralización de competencias en manos de la eurócrata bruselense.
La guerra comercial entre China y USA no va a remitir porque su causa no es económica, sino política.
La guerra comercial entre China y USA no va a remitir porque su causa no es económica, sino política. La pugna por la hegemonía global entre ambos estados es muy difícil que conduzca a un escenario de distensión, como mucho de coexistencia.
En este contexto, los aranceles contra China van a acentuar la ralentización del crecimiento económico chino esta año y el próximo. Las previsiones gubernamentales de un incremento del PIB en 2025 del 5% no se van a materializar. Y este dato ha de verse en perspectiva; a saber, el ritmo de crecimiento de China lleva desacelerándose de manera consistente desde 2014.
Esa tendencia muestra algo evidente, negado aún por un buen número de analistas, el agotamiento del modelo económico del país, su caída en la denominada “trampa de la renta media” y la imposibilidad con su marco institucional y político de transformarse en una economía del país alta renta. En este entorno, unos aranceles como los impuestos por América a las importaciones procedentes de China tienen consecuencias demoledoras sobre la economía del coloso asiático.
Por lo que se refiere a EEUU, el crecimiento económico estadounidense se prevé que se estanque este año. En términos anualizados, el promedio podría descender del 2,5% en 2024 al 0,1% en 2025 y la probabilidad de una recesión en EEUU durante los próximos 12 meses se estima actualmente en un 40%.
Las perspectivas podrían ser mejores de lo previsto actualmente si se producen cambios en las políticas.
Varios factores podrían agravar el lastre actual, como una corrección más profunda del mercado de valores, el aumento de los tipos de interés impulsado por las preocupaciones fiscales o un nuevo ajuste monetario si la inflación mantiene su resistencia a la baja. Cualquier debilidad adicional en la economía estadounidense afectaría considerablemente el crecimiento mundial, en particular para los socios comerciales estadounidenses.
En el lado positivo, las perspectivas podrían ser mejores de lo previsto actualmente si se producen cambios en las políticas. Una reversión significativa de las recientes subidas arancelarias aliviaría parte de la presión inflacionaria y ayudaría a restablecer la confianza empresarial. Sumado a los continuos avances en inteligencia artificial, desregulación e incentivos a la inversión, dicho cambio podría impulsar un mayor crecimiento de la productividad. ¿Esto es posible? Nadie lo sabe ni puede aventurar que sucederá.