Christine Lagarde

Christine Lagarde

Opinión

Las ventajas y amenazas fantasmas del euro digital

Publicada

Hace unos días, en el Observatorio de Finanzas de EL ESPAÑOL-Invertia, el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, presentaba los principios básicos del nuevo “euro digital”, que eran los siguientes: pasivo del banco central, convertible, es decir como un billete, libre de riesgo, complementario del efectivo para pagos cotidianos, accesible en entidades supervisadas y compatible con otras soluciones. Ante esto, cualquier ciudadano se preguntará si esto es un avance, o no, y qué ventajas e inconvenientes tiene.

Empecemos por las obviedades, el euro es una moneda, y por tanto es dinero de curso legal. En general, el dinero, es decir el medio para pagar deudas, es cada vez más digital. La mayor parte del dinero son anotaciones en cuenta en los bancos. Por lo tanto, parece una evolución lógica que la propia moneda también se digitalice. Pero, esto no sólo plantea ventajas, sino también riesgos. Empecemos por una ventaja para los bancos centrales, que, sin embargo, podría no ser nada popular para los individuos: poder imponer tipos de interés negativos.

Sin dinero en metálico, los particulares no tendrían la posibilidad de escapar de un tipo de interés negativo. Además, todas las transacciones quedarían registradas y serían rastreables, lo que supondría una herramienta poderosa en la lucha contra el fraude fiscal y el blanqueo de capitales.

Por supuesto, en un primer momento, el euro digital sería complementario del efectivo. Sin embargo, sólo si hay un euro digital, se podría llegar a eliminar el efectivo. De hecho, esta solución permitiría, también reducir los límites de pago en efectivo físico de una forma mucho más efectiva.

Por lo tanto, el público dispondría cada vez de menos efectivo. El primer efecto es que los tipos de interés pueden ser negativos sin perjudicar al sistema financiero, precisamente porque el público vería automática disminuir, año tras año, el dinero que posee. No sé si volveremos otra vez a una época de tipos negativos, creo que no, pero el euro digital lo haría más fácil.

Sólo si hay un euro digital, se podría llegar a eliminar el efectivo

La vía de escape de los particulares a todo esto podrían ser las criptomonedas. Sin embargo, hay que tener presentes dos cuestiones. En primer lugar, que todas las transacciones con criptomonedas quedan registradas. No se sabe, necesariamente, o a través del sistema, quién está detrás de un monedero.

Pero, si se acaba sabiendo por cualquier procedimiento, la operación queda registrada indeleblemente. La garantía de anonimato, para lo bueno y para lo malo, no es la misma que la de un billete o una moneda. El segundo problema es que una criptomoneda no está garantizada con nada.

La garantía del dinero de curso legal está básicamente en los impuestos. Los estados exigen sus impuestos en dinero, y por lo tanto siempre encontraremos a alguien que necesite esa moneda para pagar sus impuestos. Por eso, incentivar las criptomonedas, consecuencia ineludible de la reducción del efectivo, como todo, también supone inconvenientes, como han demostrado las millonarias estafas de los últimos años.

Además, la digitalización total del dinero conlleva inconvenientes importantes, como la pérdida del derecho a la intimidad y la potencial centralización del sistema financiero. La primera desventaja es evidente: la privacidad se garantiza mejor con el efectivo, que permite operar sin dejar rastro, que con medios electrónicos que registran cada movimiento.

En un escenario donde todo el dinero estuviese depositado en cuentas personales o corporativas en el banco central —una versión extrema del «euro digital»—, las autoridades tendrían acceso inmediato a todas las operaciones financieras de los ciudadanos. Por supuesto, esto supone una amenaza obvia para la intimidad. Las autoridades podrían tener acceso a todos los pagos un individuo y dónde se hicieron. Esto parece inviable con la tecnología actual, pero quién sabe si sería más viable en el futuro. Un régimen autoritario o dictatorial lo sería mucho más, si pudiese controlar todos los pagos de todas las empresas y ciudadanos.

La digitalización total del dinero conlleva inconvenientes importantes, como la pérdida del derecho a la intimidad y la potencial centralización del sistema financiero

Hay otra desventaja de la que se suele hablar menos. Paradójicamente, un «euro digital» llevado al extremo podría desestabilizar el sistema financiero en lugar de fortalecerlo. Si los ciudadanos pudieran elegir entre mantener su dinero en un banco comercial, con el riesgo de perderlo en caso de crisis, o depositarlo en el banco central —donde su seguridad estaría garantizada—, se produciría una fuga masiva de depósitos hacia este último. Jens Weidmann, expresidente del Bundesbank, ya advirtió sobre este riesgo en septiembre de 2020: «Incluso si los depósitos bancarios fuesen más atractivos en tiempos normales debido a los intereses que generan, ¿qué ocurriría en una crisis sistémica? Una CBDC sería un refugio seguro. Si la seguridad se convirtiera en la prioridad absoluta para los consumidores, estos podrían transferir sus fondos de inmediato, facilitando así un pánico bancario».

En este sentido, surgen dos cuestiones clave. Primero, el euro digital obligaría a todas las entidades a subir la remuneración de sus depósitos. Si no pueden hacerlo, los clientes optarían por mantener su dinero directamente en el banco central a través del CBDC (moneda digital del banco central), que por definición no puede quebrar, en lugar de confiar en bancos comerciales, que sí pueden hacerlo. Segundo, recordemos que la última intervención de un banco en España, la del Banco Popular se vio precipitada por una fuga masiva de depósitos, acelerada por la facilidad de los movimientos digitales. En un sistema de moneda digital centralizada, los fondos no se trasladarían a otros bancos, sino directamente al banco central, lo que, en un escenario de crisis bancaria generalizada, podría provocar una retirada de depósitos a una velocidad incontrolable.

Ante este panorama, cabe preguntarse: ¿para qué necesitamos los bancos? La respuesta radica en su papel insustituible dentro de la economía: los bancos son los únicos agentes capaces de transformar plazos. Un ahorrador quiere disponer de su dinero en cualquier momento y no está dispuesto a inmovilizarlo durante treinta años.

Sin embargo, existen proyectos que requieren financiación a largo plazo, como la compra de viviendas mediante hipotecas o la ampliación de infraestructuras clave. El ahorro a largo plazo es escaso y solo puede incentivarse con mecanismos costosos, como los beneficios fiscales de los planes de pensiones. Aun así, la inversión a largo plazo es fundamental para el desarrollo económico y el bienestar general.

Dejar en manos del Estado todas las decisiones de préstamo tampoco es una solución viable. La historia demuestra que los gobiernos no poseen la capacidad de análisis ni la información necesaria para gestionar eficientemente el crédito, lo que explica el fracaso de las economías planificadas. Por tanto, para garantizar el acceso al crédito y la inversión, especialmente a largo plazo, el sistema financiero es imprescindible. La centralización absoluta del dinero no solo es poco recomendable, sino que, en términos prácticos, resulta insostenible.

La digitalización del dinero es un proceso probablemente irreversible, pero hay que hacerla minimizando riesgos. Como tantas otras cuestiones, la digitalización financiera no sólo tiene ventajas, sino también inconvenientes y amenazas. Y es una cuestión fundamental y demasiado importante para dejarse exclusivamente en manos de los bancos centrales sin debate público. No sólo es una cuestión de técnica financiera, sino que afectará de forma sustancial a la economía en su conjunto y a los derechos de los ciudadanos.

*** Francisco De la Torre Díaz es Economista e inspector de Hacienda.