En 1271, el mercader veneciano, Marco Polo, emprendió su viaje famoso a Oriente para abrir las puertas del Celeste Imperio a Europa.
Se convirtió en amigo del emperador, el Gran Kublai Kan, a cuyo servicio permaneció 23 años según las crónicas.
Casi 2.000 años después, el presidente del Gobierno español, Sr. Sánchez, ha emulado al aventurero italiano con su peregrinación a China; eso sí, con una parada previa en Vietnam donde rindió un emotivo homenaje al sanguinario tirano, Ho Chi Ming, depositando unas flores en su tumba.
Este fue el preludio a su entrevista con la versión 2.0 del dictador vietnamita, el Kan de la China Comunista, Xi Jinping.
El peregrinaje ha sido un movimiento inadecuado en el momento más inoportuno, el de la escalada de las tensiones entre EEUU y China que han desembocado en una guerra comercial abierta.
La inoportunidad es grave porque un caudillo patrio con ínfulas de estadista mundial se ha brindado a ser el mediador-lobista (no mandatado por nadie) de los chinos en sus relaciones económicas y de comercio con Europa.
Y la temeridad es mayúscula en medio de la tregua de 90 días ofrecida por la Administración Trump antes de imponer los planes arancelarios anunciados el pasado 2 de abril.
Desde un punto de vista político, el alineamiento del Gobierno social-comunista con China es erróneo y frívolo.
Por un lado, supone ignorar la pugna chino-estadounidense por la hegemonía global. También ponerse del lado de una potencia imperialista y revisionista, de un régimen totalitario contrario a todo lo que significa Occidente.
El alineamiento del Gobierno social-comunista con China es erróneo y frívolo
Por otro, implica obviar el único elemento de consenso bipartito existente a día de hoy en la escena norteamericana: China es el enemigo.
Desde una óptica económica, la iniciativa gubernamental es ridícula. El comercio total de España con China apenas supone el 5 por 100 del total (importaciones + exportaciones) y, gracias a los dioses, las inversiones chinas en España no son significativas ni tienen peso en sectores estratégicos.
La dependencia económica española del coloso asiático es inexistente en términos agregados y esa es una magnífica noticia.
Por el contrario, EEUU es el primer inversor extranjero en España y el sexto destino mundial de las exportaciones y de las inversiones españolas en el exterior.
Esto es vital para poner en su verdadera dimensión los riesgos derivados de la excusión presidencial a Pekín.
Esto sitúa a España en una posición de alto riesgo al colocarla en un campo hostil a los EEUU cuando la espada de Damocles de los aranceles pesa sobre la economía global.
Ello convierte a la Vieja Piel de Toro en un candidato perfecto para sufrir un castigo arancelario diferencial y ejemplificador respecto al recibido por otros estados, incluidos por supuesto, los europeos.
Sánchez no ha sido comisionado por la UE para entablar un proceso de acercamiento a China ni mucho menos para estrechar los lazos comerciales entre ese país y Europa. Su megalomanía le ha animado a dar ese paso, incentivado además por sus crecientes problemas internos.
Sánchez no ha sido comisionado por la UE para entablar un proceso de acercamiento a China
Por otra parte, resulta de una ignorancia proteica y multiforme hacer de China un aliado para mantener el sistema global de libre comercio.
La estrategia comercial e inversora china no persigue fines económico-financieros, sino político-estratégicos al servicio de los intereses del Estado-Partido.
Esto ha sido así desde el proceso de apertura iniciado por Deng Xiaoping en 1979 y acentuado desde el acceso al poder de Xi Jinping.
Pekín ha usado y abusado de la liberalización de los movimientos de bienes, servicios y capitales de los últimos cuarenta años para perseguir esos objetivos y, desde su ingreso en la Organización Mundial de Comercio, ha incumplido de manera reiterada sus reglas.

Pedro Sánchez y Xi Jinping pasean tras su reunión por los jardines de la casa de huéspedes Diaoyutai, en Pekín.
En este marco, cualquier tipo de acuerdo comercial de Europa con China supondría algo mucho más grave que una agudización de las tensiones con EEUU. Sería abrir las puertas del gallinero al zorro.
Es obvio que, tras la imposición por parte de América de unos aranceles del 125% a las importaciones procedentes de China, Pekin quiere compensar la perdida de competitividad de sus exportaciones en Estados Unidos. ¿Cómo? Desviando su comercio a su segundo gran mercado: Europa. Y esto ya ocurrió hace unos años.
Las exportaciones chinas a la UE crecieron un 10% a raíz de la subida de los aranceles a sus exportaciones a EEUU un 25% en 2019. Con un 125%, el aumento sería muy superior.
Esto crearía poderosos incentivos para que el Gobierno chino aumentase sus prácticas de dumping para inundar con sus productos el mercado europeo.
Pekin quiere compensar la perdida de competitividad de sus exportaciones en Estados Unidos
Esto ya ocurrió con el acero en 2016. Y, si ahora se produjese una desviación de comercio masiva, la economía europea sufriría un duro quebranto y se produciría una dependencia de China inaceptable en términos económicos y estratégicos.
El Bruegel Institute ha señalado que ello se traduciría en una reducción del PIB industrial de la UE del 0,7% anual.
El gran Joaquín Garrigues Walker decía que el destino de los hombres puente es siempre el mismo: alguien pasa por encima de ellos y terminan por hundirse.
El viaje a China de Sánchez y sus declaraciones son de una irresponsabilidad manifiesta cuyas consecuencias son imprevisible pero, sin duda, malas para España.