Inteligencia artificial

Inteligencia artificial Invertia

Opinión La máquina invisible

De los 'snacks' digitales a la IA

Dos contradicciones que conviven y nos configuran.

María Millán
Publicada

En la economía de la atención, consumimos “snacks de comunicación”: titulares, mensajes de WhatsApp, publicaciones en Instagram o X.

Este modelo de interacción es el favorito de muchos adolescentes, quienes, incluso sentados uno al lado del otro, prefieren comunicarse por chat.

El “cómo suena” y “cómo se ve, de refilón, en la pantalla del móvil” se han convertido en los nuevos referentes. Los estándares de conjugación de ideas y articulación lingüística han pasado a un segundo plano, eclipsados por la inmediatez y el impacto visual.

De hecho, la familiaridad de las personas con los temas es una de las claves para el éxito de cualquier mensaje digital. Si alguien ya ha asimilado parte de la información o reconoce las ideas en ciernes, basta con añadir un toque de frescura, un nuevo ángulo visual o narrativo para que ese mensaje, aunque sea reiterativo, sea bien recibido.

No es, por lo tanto, sorprendente que muchas de las canciones más populares entre los jóvenes, por ejemplo, tienen este toque hueco, espasmódico, facilón.

Según un estudio de 2023, el número de palabras únicas usadas en las canciones más escuchadas en Spotify ha disminuido un 15% en la última década, señalando una tendencia hacia la simplificación y la repetitividad.

La familiaridad de las personas con los temas es una de las claves para el éxito de cualquier mensaje digital

Nuestras conversaciones cara a cara también reflejan esta cultura del snacking.

Todo parece estar hecho de estímulo fácil, de “azúcar”, como diría la genial Celia Cruz.

En este contexto de intercambios superficiales, surge la inteligencia artificial.

Y nos enfrenta a una pantalla que no solo responde rápido, sino que nos obliga a reflexionar sobre cómo expresar nuestras ideas, para optimizar el tiempo y el resultado. Un ahorro que no solo aligera nuestros calendarios, sino que también libera espacio en nuestra psicología interna para pensar más profundamente.

Paradójicamente con la cultura del snacking, la IA abre un universo complejo.

Al interactuar con la IA, nuestras proyecciones internas se activan. Nuestra voz interior, curiosidad, aspiraciones y temores encuentran un espacio íntimo en el que las palabras, los datos y las ideas se articulan, sintetizan y pulen a la medida de nuestra fluidez verbal.

Para aprovechar el potencial de los modelos de lenguaje (LLMs), debemos aprender a elegir bien nuestras palabras, formulando preguntas precisas. A su vez, las respuestas de la máquina nos incitan a reconfigurar nuestras peticiones, obligándonos a pensar con más claridad.

Paradójicamente con la cultura del snacking, la IA abre un universo complejo

Estas interacciones no solo resaltan el poder del lenguaje, sino también su estructura subyacente. La IA produce, en esencia, “refritos fabulosos”. Y sobre esta base, queda en nosotros aportar un ángulo propio, nuestra aportación de valor.

Uno recibe la respuesta del LLM, siente al leerla alguna molestia, indicando una carencia en el contenido, y ha de conducir el resultado hacia un producto propio, que le refleje y le satisfaga.

La IA nos transporta a un lugar muy alejado del snacking en el que vivimos en primera persona el clásico dilema:¿Configura el lenguaje el pensamiento o es el pensamiento el que configura el lenguaje?

En este contexto, surgen interrogantes esenciales: ¿Cómo me afecta el diálogo conmigo mismo a través de la IA? ¿Cómo aspiro a comunicarme, conmigo mismo y con los demás, al descubrir el potencial que tengo para expresarme con claridad, concreción, altura de miras y curiosidad?

La IA no reemplaza nuestras capacidades; las complementa.

Su impacto es pragmático, pero al mismo tiempo sacude nuestra percepción más profunda.

Cada prompt puede ser un snack revolucionario, “AIzúcar” que transforma la relación con el lenguaje y con nosotros mismos.