Los aconteciéndoos acaecidos en la escena internacional a lo largo de las últimas semanas y simbolizadas por el inicio de las conversaciones entre Rusia y Estados Unidos para resolver por ukase la guerra ruso-ucraniana tienen una extraordinaria relevancia, también para el futuro de la economía global.

Lo tienen por una sencilla razón: tienen una incidencia decisiva sobre el entorno geopolítico  mundial y, en consecuencia, sobre la evolución de la economía en el horizonte del corto, del medio y del largo plazo. Se está ante un momento histórico similar a los de 1919, 1945 y 1989, años de inflexión en el escenario mundial. 

Si los Estados Unidos evalúan y responden a la coyuntura actual de manera equivocada, como lo hicieron después de la Primera Guerra Mundial, las consecuencias podrían ser igualmente devastadoras.

Entonces lo que siguió fue la expansión del fascismo, el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.

Teniendo en la mente el recuerdo de esas dos guerras, los líderes estadounidenses y sus aliados acertaron en el período posterior a 1945 y crearon las instituciones y prácticas globales que produjeron un período sin precedentes de prosperidad en Occidente y de paz entre las principales potencias. 

La postguerra fría, que comenzó en 1989 con la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS en 1991 dio paso a una época de “pereza” intelectual y de conformismo autocomplaciente ante la convicción de que la democracia liberal, el capitalismo y la globalización habían triunfado de manera irreversible.

Fukuyama tenía razón y se había llegado al fin de la historia. Occidente y sus líderes consideraron que ya no era necesario hacer más, sino aprovechar y disfrutar de las ventajas de una nueva edad dorada ignorando que esa situación no era algo natural, sino el resultado de una larga lucha.

El colapso de la URSS en 1991 dio paso a una época de “pereza” intelectual y de conformismo autocomplaciente

Esa Arcadia Feliz extendida por todos los confines de la Tierra ha mostrado ser una ficción. Se ha transitado hacia una competencia estratégica en una era de interdependencia, de desorden internacional y, como siempre, de conflictos fríos y calientes en el contexto de una II Guerra Fría.

En este contexto, se abre un interregno potencialmente muy peligroso en el que el viejo orden liberal impulsado por los EEUU desde el final de la última gran conflagración mundial se ha agrietado, las potencias autocráticas aspiran a darle la puntilla y la incertidumbre se incrementa cada vez mas.

En un entorno definido por guerra en Europa, la ruso-ucraniana, de un conflicto en Oriente Medio y de la competencia con China por la hegemonía o, al menos, por el predominio en la escena globales los votantes estadounidenses trajeron a Trump de regreso al poder.

El Presidente de los EEUU tiene la oportunidad de consolidar su lugar en la historia y preservar los logros obtenidos con tanto esfuerzo en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial o destruirlos. Por eso, sus próximos pasos son cruciales. 

Zelenski y Trump tras la reunión que mantuvieron el pasado 27 de septiembre en Nueva York.

Zelenski y Trump tras la reunión que mantuvieron el pasado 27 de septiembre en Nueva York. Reuters

Para lograr el mejor resultado posible, es básico tener claras dos ideas fundamentales: primera, no hay ningún mundo en el que una comunidad transatlántica más débil, más fragmentada y preocupada por las luchas internas sea del interés de Estados Unidos o de Europa.

La preservación de esta relación es fundamental para dar forma al futuro global y para frenar la estrategia expansiva de la coalición de las potencias autocráticas lideradas por China. 

Segunda, una Europa con un débil crecimiento cuando no estancamiento, excesivamente regulada e insuficientemente innovadora e incapaz de crear una eficiente disuasión frente una Rusia revanchista no sólo es malo y peligrosos para el Viejo Continente sino también para la propia América.

Las críticas lanzadas por la Administración Trump en esa dirección son correctas, pero esa alarma no puede sonar un número ilimitado de veces y Europa pagará un alto precio, el de la irrelevancia, si no es capaz de responder.

No hay ningún mundo en el que una comunidad transatlántica más débil, sea del interés de Estados Unidos o de Europa

La credibilidad de Estados Unidos depende de cómo termine el conflicto ruso-ucraniano y eso no apunta bien.

La ausencia de Ucrania y de Europa en las conversaciones celebradas en Riad es un hecho muy grave.

Si se percibe o se materializa la sospecha de que América cede a los diktats de Putin para satisfacer-apaciguar al tirano ruso o para compartir con él los despojos de un Estado con soberanía limitada, privado de parte de su territorio y sin garantías sólida de seguridad para preservar su libertad, esto supondría una mancha indeleble no ya para la Administración Trump, sino para  el liderazgo global de los EEUU.

América es la primera potencia mundial pero de ello no se traduce la conveniencia de actuar de manera unilateral en un escenario multipolar como el actual. Si lo hace deteriorará las relaciones con sus socios tradicionales generando desconfianza y resentimiento. Y esto no es intelligence el el mundo de estos días.