
Claudia Sheinbaum
Las relaciones entre México y la Unión Europea han evolucionado significativamente a lo largo de las últimas décadas, pasando de ser simples interacciones comerciales a una asociación estratégica integral que abarca diversos ámbitos, incluyendo el comercio, la inversión, la cultura y la cooperación en temas globales.
Esta relación ha sido fundamental no solo para fortalecer los lazos económicos, sino también para promover el desarrollo sostenible y el respeto por los derechos humanos en ambos territorios, así como el desarrollo institucional que contribuye a la seguridad jurídica.
Estas relaciones se formalizaron en 1997 con la firma de un Acuerdo de Asociación, que estableció un marco para la cooperación política y económica. Desde entonces, este vínculo ha crecido y se ha diversificado, culminando en la firma del Acuerdo Global en 2000, que abarcaba no solo el comercio, sino también la cooperación en áreas como la cultura, la educación y el medio ambiente.
El acuerdo finalmente alcanzado actualiza los términos del pacto vigente para adaptarlo a las nuevas necesidades en un momento geoestratégicamente importante ante el previsible proteccionismo estadounidense. Pero no únicamente por eso.
Hace unos meses el Informe Draghi hacía una llamada de atención a los responsables políticos para tomar medidas rápidas y significativas sobre la competitividad de la UE. Reclamando que nos centremos en la innovación y en la creación de riqueza. Y que reduzcamos la carga regulatoria de las empresas, que no es lo mismo que las normas que se deben respetar.
Las relaciones entre México y la Unión Europea han evolucionado significativamente a lo largo de las últimas décadas
Agilizar este tipo de acuerdos como el que acabamos de firmar con México tras años de negociación, es una buena noticia para todos porque tiene el potencial de mejorar la competitividad de las empresas de ambas regiones.
Al facilitar el acceso a mercados preferenciales, las empresas podrán competir más eficazmente a nivel global. Esto es fundamental en sectores clave como la agricultura, la manufactura y los servicios, donde la competencia internacional es intensa. Las empresas mexicanas, por ejemplo, podrán beneficiarse de la tecnología y la experiencia de las empresas europeas, mientras que las empresas europeas podrán aprovechar la creciente demanda de productos en el mercado mexicano.
No hay que olvidar que México es el segundo socio comercial más importante de la UE en América Latina, después de Brasil. El comercio entre ambas partes ha crecido exponencialmente, beneficiándose de la eliminación de aranceles y la reducción de barreras comerciales a través de los acuerdos firmados.
Al eliminar estos aranceles y reducir barreras comerciales, se facilita el intercambio de bienes y servicios entre ambas partes. Y esto se traduce en una mayor variedad de productos disponibles para los consumidores y en oportunidades para que las empresas accedan a nuevos mercados. Este flujo comercial beneficia a los exportadores y también impulsa el crecimiento económico en ambas regiones.
Otro beneficio claro es la atracción de inversiones. El acuerdo establece un entorno más predecible y atractivo para los inversores, proporcionando un marco claro para las inversiones y para la protección de los derechos de propiedad intelectual. Esto es crucial para México, que busca atraer inversiones extranjeras que puedan impulsar el desarrollo de infraestructuras y fomentar la innovación.
El comercio entre ambas partes ha crecido exponencialmente, beneficiándose de la eliminación de aranceles y la reducción de barreras comerciales a través de los acuerdos firmados
Por su parte, las empresas europeas encontrarán en México un socio estratégico en América Latina, pudiendo beneficiarse de una mano de obra calificada y costes competitivos. Este aumento en la inversión extranjera directa tendrá como resultado la creación de empleos, lo que a su vez contribuirá a la mejora de la calidad de vida de la población.
El acuerdo simplificará los procedimientos aduaneros para que nuestro comercio sea más fluido, lo cual es especialmente importante para las pequeñas y medianas empresas.
Y aunque existen obstáculos que deben superarse, las oportunidades para profundizar esta relación son vastas y prometedoras. En un mundo cada vez más interconectado, la colaboración entre México y la UE debe tener un enfoque integral que garantice que el comercio no se realice en un vacío, sino que esté alineado con los objetivos más amplios de desarrollo en el marco de las democracias liberales.
La UE ha sido un socio clave para México en su búsqueda de una mayor integración en la economía global, facilitando el acceso a mercados europeos y promoviendo inversiones en sectores estratégicos. Pero, además, es el primer acuerdo comercial de la UE que incluye una cláusula anticorrupción, y la UE puede suspender el acuerdo comercial si se produce una violación grave de los derechos humanos en México. Un reto que puede marcar un nuevo paradigma en el nuevo escenario geoestratégico ligando de manera indisoluble la competitividad, con el respeto a los derechos humanos y al Estado de derecho.
Desde el Parlamento Europeo, eurodiputados especialmente españoles y portugueses hemos contribuido a este éxito, comprometidos con el vínculo iberoamericano que nos une en lugar de ser una excusa para la polarización. Conscientes de que esta relación privilegiada tiene mucho potencial y también muchos retos que hemos de afrontar juntos. Confiados en que este acuerdo sea, además, una herramienta para facilitar las relaciones con México en todos los ámbitos desde el respeto institucional.
*** Antonio López-Istúriz es eurodiputado y presidente de la Delegación en la Comisión Parlamentaria Mixta UE-México (D-MX).