Dice la Real Academia de la Lengua que la palabra “moderno” en su primera acepción se refiere a lo perteneciente o relativo al tiempo de quien habla. Sin embargo, entre sus sinónimos encontramos palabras como “renovado”, “innovador”, “vanguardista” e incluso “flamante”. Desde ese punto de vista, el título del presente artículo no tendría sentido y, sin embargo, refleja perfectamente la situación de nuestro país, en general y de nuestra economía actual, en concreto.

Ha tenido que ser el expresidente de un gobierno socialista español el que subraye, como venimos haciendo muchas personas, que las medidas del actual gobierno socialista son propias del dictador que tanto y de manera tan ostentosa atacan. Efectivamente, aunque Felipe González se refiere a la pretensión de que el sistema judicial esté al servicio del gobierno, el retroceso actual español se aplica también a la economía.

Yo no soy de las que creo que con Franco se vivía mejor, ni siquiera cuando el ritmo del crecimiento del PIB era más del doble que el actual. Era un modelo de gobierno que había estrangulado la economía durante el periodo autárquico y que, solamente con la ayuda técnica del Fondo Monetario Internacional y cediendo territorio para el establecimiento de bases estadounidenses en nuestro país, logró que la economía española se modernizara relativamente.

Quedaron pendientes varias reformas medulares: la fiscal, la agrícola y la del mercado de trabajo, no porque hubiera paro, sino porque el modelo industrial era generador potencial de desempleo, como se pudo comprobar en décadas posteriores. Si es verdad que Franco, siguiendo el ejemplo de Mussolini, introdujo algo similar a la Seguridad Social actual, creó vivienda social y se aseguró de que el acceso a las universidades fuera para todo el mundo. A pesar de ello, sigue sin parecerme que con Franco se vivía mejor porque no estoy de acuerdo en ceder libertad de elegir a cambio de riqueza, y con Franco, las libertades básicas no estaban aseguradas.

¿Y cómo están esas libertades en nuestro mundo moderno de la España del 2025? La respuesta es que van en retroceso.

¿Y cómo están esas libertades en nuestro mundo moderno de la España del 2025? La respuesta es que van en retroceso

Los datos económicos animan a algunos economistas muy próximos al poder a sacar pecho y a aplaudir las declaraciones de Sánchez cuando trata de convencernos de que somos, poco más o menos, la nueva locomotora de Europa, tras la caída de Alemania. Lo que no cuentan, o no con tanta efusividad, es que no hemos logrado transformar nuestra agricultura ni nuestro mercado laboral con la profundidad necesaria. 

En su recién publicado informe"Las necesidades organizativas y productivas de las empresas y las respuestas del ordenamiento jurídico. Reflexión de futuro y propuesta de líneas de cambio", elaborado, entre otros por los catedráticos de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social Federico Durán y Yolanda Valdeolivas, el Instituto de Estudios Económicos, señala algunos de los problemas más acuciantes de nuestro mercado laboral: es necesario modernizarlo y adecuarlo a la realidad de las empresas españolas. Para los autores del informe, las relaciones laborales en España no son precisamente modernas. Más bien están anticuadas, ancladas en el pasado.

Y es que lo que necesita nuestra economía para modernizarse de verdad es que las relaciones empresarios y trabajadores estaba basada en la negociación colectiva y no en la "obsesión sancionadora”, como señalaba Federico Durán.

Otro aspecto de nuestra economía que nos está dejando atrás es el de los desincentivos a la inversión extranjera en España. No contentos con penalizar el ahorro y la inversión en nuestro país y demonizar a “los ricos”, nuestros gestores  políticos se han propuesto poner coto a la inversión inmobiliaria extranjera en nuestro país. Un tema que ya ha hecho sonar las alarmas en países como el Reino Unido. Las consecuencias de esta propuesta son graves y nos afectarán a todos.

Por otra parte, la ministra de Trabajo y vicepresidente del gobierno, Yolanda Díaz, sigue en su empeño de implantar el cocktail laboral imposible: para empezar, subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), elevando el coste para la empresa por encima de 1.900 euros al mes por trabajador, teniendo en cuenta, además, que los receptores del SMI deberán tributar IRPF. A eso hay que sumarle su obsesión con reducir la semana laboral, una medida que pretende mejorar la calidad de vida del trabajador, pero que va a suponer que, a medio plazo, nuestros salarios no suban, y que los sobre costes para la empresa los paguemos en los precios. Y, para terminar, se ha extendido la edad de jubilación y no hay futuro para nuestro sistema de pensiones.

Todavía hay quien compara la situación con Europa, siendo, como somos, los líderes del desempleo y del desempleo juvenil. ¿Qué va a pasar si el trabajador no genera un valor equivalente a su coste, especialmente en actividades que puedan ser realizadas por las innovaciones tecnológicas como la Inteligencia Artificial?

Por último, también retrocedemos en competitividad, como muy bien explica el profesor Rafael Pampillón. De acuerdo con sus análisis, basados en los datos del INE, desde el año 2023 España arrastra un diferencial entre nuestra inflación, medida por el Índice de Precios al Consumo Armonizado (IPCA) que es del 2,8% y el de la media europea, que se sitúa en el 2,4%.

Esta diferencia, que el profesor Pampillón pronostica que se mantendrá en 2025, nos hace menos competitivos respecto a nuestros socios europeos. Las medidas que propone, como reducción de los costes energéticos, laborales y fiscales, entre otros, no parecen interesar mucho a nuestros gestores políticos.

En primer lugar, porque están haciendo lo posible para evitar que España disfrute de los beneficios de la energía nuclear a costa de hacernos más dependientes. Segundo, porque ya hemos visto qué sucede en el mercado de trabajo. Y, tercero, porque este gobierno, que ya ha subido muchos impuestos, va a recrudecer el “asalto fiscal” al bolsillo de los españoles, también de las empresas en este 2025. 

Todo un retorno al pasado envuelto en el papel celofán de las grandes palabras, las buenas intenciones, y aprovechando que la oposición no está ejerciendo su papel con la determinación y firmeza necesarias, tanto en economía como en los atropellos judiciales que estamos viviendo día a día.