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Volkswagen, 'compliance' y el rescate del hijo prodigo

1 octubre, 2024 02:10

Dos importantes citas judiciales devuelven actualidad al caso de los motores diésel Volkswagen, el denominado dieselgate, que sacudió los cimientos del mundo empresarial, hace nueve años. En la ciudad alemana de Brunswick se ha iniciado el juicio contra el ex presidente de la entidad Martin Winterkorn, acusado de fraude y manipulación del mercado. En España, un juzgado de lo mercantil de Barcelona ha fijado para octubre el juicio derivado de una demanda colectiva de la OCU, en interés de 7.500 usuarios.   

El caso Volkswagen es un inmejorable botón de muestra de cómo un tratamiento de choque de compliance puede rescatar a una organización en apuros. 

El compliance ayuda a las empresas a evitarse fraudes e irregularidades, pero también a superar las caídas, incluso las más estrepitosas. Nuestro sistema penal ha convertido a las empresas en sus mejores agentes de prevención del delito. Por eso, cuando tienen problemas y tocan fondo, las tiende la mano, como a un hijo pródigo, para que vuelvan a la senda de la ley.

Aunque, a diferencia del padre de la parábola, sólo les abre la puerta después de una severa penitencia y de comprobar que se han sometido a un intenso proceso de autolavado ético y organizacional. Es una especie de segunda oportunidad penal, al precio de reconocer y reparar sus errores, deshacerse de los malos directivos y poner sobre la mesa garantías de que sus controles internos ya están blindados y a prueba de balas. 

 El asunto Volkswagen estalló en Septiembre de 2015 cuando la Agencia Estadounidense de Medio Ambiente (EPA) reveló que el gigante alemán, una de las primeras firmas automovilísticas del mundo, y que se presentaba como campeona del medio ambiente, había estado instalando en sus vehículos diésel, un software trampa, capaz de reconocer las pruebas de emisiones y reducirlas durante el test. Pasado éste, el software se apagaba y el nivel real de emisiones alcanzaba hasta 40 veces el límite legal. 

El compliance ayuda a las empresas a evitarse fraudes e irregularidades, pero también a superar las caídas, incluso las más estrepitosas

El fraude, naturalmente, no se limitaba a Estados Unidos y el total de vehículos contaminantes esparcidos por el mundo alcanzaba los 11 millones.   

¿Cómo pudo ocurrir esto, en un coloso empresarial como Volkswagen? ¿Qué había sido de sus auditorías internas y sus herramientas de compliance, que todos habríamos imaginado como una maquinaria de controles excelsa e infalible?.

Todo hace pensar en un caso de fake compliance, ese compliance falso, de adorno y del que nadie hace caso, de algunos directivos imprudentes o avariciosos. Es difícil concebir un fraude de tal magnitud, sin la complicidad o la desidia supina de los principales responsables. El juicio contra el expresidente Winterkorn probablemente dará nuevas luces sobre cómo y quiénes decidieron aquello, y hasta qué altura llegaba la mancha de aceite.    

La noticia supuso un escándalo reputacional devastador. La cotización de las acciones de Volkswagen se desplomó y todos los que confiaban en la marca se sintieron traicionados. Aún hoy, la palabra Volkswagen se asocia instintivamente, en la memoria colectiva, a aquél número ingente de vehículos adulterados.

Los acontecimientos se sucedieron a toda velocidad. En Alemania, la Policía registró diversas oficinas del grupo empresarial, interviniendo documentación, incluyendo, por cierto, un controvertido registro al despacho de abogados Jones Day. Volkswagen fue condenada al pago de una multa sin precedentes y se iniciaron otros procesos a instancias de autoridades, particulares y asociaciones de consumidores.

Aún hoy, la palabra Volkswagen se asocia instintivamente, en la memoria colectiva, a aquél número ingente de vehículos adulterados

En Estados Unidos, el epicentro de la reacción penal, la Fiscalía se empleó con singular dureza contra la entidad y contra sus directivos, varios de los cuales fueron detenidos y posteriormente, condenados. En España la Audiencia Nacional abrió unas diligencias, tras una querella de Manos Limpias. Por todas partes, grupos de afectados iniciaron demandas colectivas, reclamando indemnizaciones millonarias. 

Volkswagen parecía al borde del K.O., pero no solo no se desplomó, sino todo lo contrario, fue capaz de encajar los golpes, tirar la basura y poner en marcha una profunda transformación.

En Enero de 2017 suscribió un acuerdo con el Departamento de Justicia norteamericano. Se declaró culpable de fraude y obstrucción a la justicia, y, --aparte de asumir una multa de más de 4.000 millones de dólares, y cifras mareantes en indemnizaciones civiles--, Volkswagen se comprometió a una severa modificación de su estructura organizacional, que incluía la  implementación de nada menos que 300 reglamentos y políticas internas, que ampliaban/mejoraban sus sistemas de informantes, prevención, anticorrupción y prácticas antimonopolio, e incluían la creación de un área de Medio Ambiente, Seguridad y Salud, más un Código de Conducta aplicable a sus 12 marcas, y otras muchas regulaciones más de transparencia y control, ordenadas al establecimiento de un sistema de compliance que pudiera resultar  invulnerable. Una conversión larga y compleja, que se dio por terminada cuatro años después.  

La salida del túnel empezó a divisarse pronto. La entidad no solo salió adelante, sino que ha venido aumentado sus ventas y manteniéndose como  segunda marca mundial. Las heridas de su reputación tardarán en curar, pero sus acuerdos con el Departamento de Justicia se tradujeron en una auténtica catarsis de ética y cumplimiento de la ley, que le permitió reconciliarse con el mercado. 

Los sistemas de compliance no son solo medicina preventiva, también son una excelente cirugía, cuando el enfermo quiere curarse y colabora. 

Otras grandes compañías envueltas en escándalos no tuvieron tanta suerte. En la historia de los fraudes empresariales es cita obligada el caso  Enron, la monumental empresa norteamericana declarada en quiebra en 2001, tras haber estado falseando su contabilidad y ocultando sus pérdidas, para mantener el valor de sus acciones. Cuando el castillo de naipes se derrumbó, su presidente fue condenado y miles de accionistas quedaron en la ruina. No solo cayó Enron, también cayó su auditora, la poderosa Arthur Andersen, en aquellos momentos, una primera firma mundial. La caída de ambos imperios sonaba, entonces, a ciencia ficción, pero era real.  

Aquello no tuvo arreglo, eran otros tiempos. En realidad en caso Enron marcó un antes y un después en la historia del compliance y precipitó su definitivo desembarco en el escenario empresarial. Enron marcó el fin de una época, fue como el inicio de la Edad Contemporánea del compliance.

***Diego Cabezuela Sancho es senior partner de Circulo Legal. 

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