España iniciará 2024 con un nuevo-viejo equipo económico para abordar un escenario de clara desaceleración de la economía y del empleo acompañados de un binomio déficit-deuda pública insostenibles conforme a cualquier análisis básico de restricción financiera intertemporal.

Para abordar esta situación se consagra a la Sra. Montero, titular de Hacienda, como responsable máxima del área económica y se ha elegido al Sr. Cuerpo, Secretario General del Tesoro, como titular de la cartera ostentada por la Sra. Calviño tras su salida hacia unas doradas vacaciones en el Banco Europeo de Inversiones en premio a su lamentable gestión. 

Sin duda, el nombramiento de la Sra. Montero al frente de la economía patria es una magnifica señal a los mercados y una inyección de confianza para las familias, para las empresas y para los inversores.

Se consagra a la Sra. Montero como responsable máxima del área económica, lo que es una 'magnífica' señal para los mercados

La nueva Vicepresidenta Primera del Ejecutivo social comunista tiene un mérito extraordinario: su aproximación ignota a las cuestiones presupuestarias y fiscales a la que se añaden ahora las del diseño y ejecución de la estrategia económica del Gabinete en la Legislatura que acaba de comenzar.

Su indudable gracejo y su conocido rigor son y serán armas extraordinarias para afrontar los enormes desafíos de España en el período 2024-2027. 

La Ministra de Hacienda y brillante Vice I se ve avalada por una impecable gestión: la mayor expansión del gasto público, de la deuda y de la presión fiscal de la historia. Y ha hecho todo eso, o quizá lo ha hecho por eso, sin haber mostrado jamás un conocimiento técnico elemental de esas materias. Ni siquiera de la jerga o, para ser precisos, del lenguaje básico para hablar de ellas; algo inédito en los titulares de esa cartera, buenos, malos o regulares desde la restauración de la democracia.

Es un paradigmático caso de ignorancia y de fluidez, servidos con una proverbial verborrea por buleares. Sus intervenciones son memorables y, sin duda, proporcionarán aún gloriosas páginas a la antología del disparate.

La ministra de Hacienda viene avalada por la mayor expansión de gasto público, deuda y presión fiscal de la historia

El sucesor de la Sra. Calviño en el Ministerio de Economía, Sr. Cuerpo no ha tenido un comienzo muy afortunado salvo que se entienda por tal un comprensible esfuerzo para acceder a su puesto. De otra forma no cabe calificar su consideración de la condonación parcial de la deuda catalana, 15.000 millones de euros, como una contribución para dotar de mayor estabilidad a la deuda del Estado.

Esta es cuanto menos una aportación singular a la Teoría de las Finanzas Públicas que, sin duda, merecerá una atención especial en los departamentos de macroeconomía de todas las Universidades del Planeta. Su audaz afirmación, tomada en serio, es una invitación a hacer lo mismo con el resto de las autonomías. Nada ayudaría tanto conforme a la lógica “cuerpiana” a estabilizar el endeudamiento del Estado como la asunción por éste de todas las deudas autonómicas. 

Y el awful team gubernamental en el campo de la economía se completa con la Sra. Diaz, embarcada en una evidente, clara y notoria estrategia de acelerada colectivización de la economía española. Lo hace con un ataque constante a la iniciativa privada y en la institucionalización de la alquimia estadística con los datos de empleo y de paro que ya ni siquiera se molesta en ocultar.

Y, algo peor, dada la falta de ideario socio-económico de sus socios gubernamentales, SUMAR es quien llena ese vacío y proporciona la hoja de ruta en el viaje hacia la destrucción de lo que queda de economía de mercado en España. Jamás el viejo PCE soñó con ver convertirse en realidad sus sueños de un sistema económico con un control del Estado como el que se está configurando en España.

María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno; Nadia Calviño, exvicepresidenta del Gobierno y Carlos Cuerpo, ministro de Economía, durante la toma de posesión de este último.

María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno; Nadia Calviño, exvicepresidenta del Gobierno y Carlos Cuerpo, ministro de Economía, durante la toma de posesión de este último. Juan Carlos Hidalgo EFE

Estos tres brillantes Mosqueteros serán quienes dirijan los destinos de la economía española en los próximos años. Y, como es lógico, no cabe esperar cambio alguno de rumbo en la política gubernamental. En el mejor de los casos se mantendrá sin modificaciones sustanciales el statu quo y, en el peor y previsible, se acentuará la irresponsabilidad presupuestaria (más gasto y más impuestos) y la intervención estatal en la economía.

Si Calviño, como se predijo desde aquí cuando fue nombrada, no hizo nada para contrapesar la mala programación macro y micro del Gobierno, sino que la respaldó con creciente entusiasmo, de la nueva Tríada tampoco cabe esperar nada.

El awful team en cuyas manos está la economía española es un reflejo dramático de la proletarización ideológica e intelectual de la izquierda celtíbera. En este contexto, la única esperanza es que la Comisión Europea fuerce al Gobierno a introducir una mínima racionalidad en su gestión o que los mercados le obliguen a realizar un ajuste.

Por lo que se refiere a lo primero, la experiencia muestra la escasa voluntad de las autoridades de la UE de obligar al Gobierno a hacer los deberes. Sin duda, la entrada en vigor de las reglas fiscales habría de ir e irá en esa dirección pero en un escenario pre electoral en la UE y de pactos post electorales para decidir su gobernanza, el escepticismo ante una actuación decidida de las autoridades europeas en 2024 es muy alto. 

Ante ese panorama, la única posibilidad de rectificación está en los mercados. ¿Cuánto tardarán en penalizar a un país que no hace nada para corregir sus endeudamiento, cuyo crecimiento se desacelera y que no tiene posibilidades de reactivarse con la situación macro y micro existente? Nadie puede decirlo con precisión pero eso es lo que ocurrirá si el Gobierno persiste en sostener la política económica que ha aplicado hasta ahora. Y esa, por desgracia, es la última esperanza.