La economía española es resiliente. Después de la crisis de las subprime (2008) y la Covid (2020), este año crecerá un 2,5%, a pesar de una política económica que aprieta y desprecia a la empresa y el empresario en un momento de crisis internacional.

Este otoño se detecta una reducción del consumo interno. El Black Friday, las navidades y las rebajas de enero parecen tener menos expectativas que el año pasado. Aún así, en los últimos “puentes” se mantienen el “gasto en la calle”, el turismo nacional y extranjero, no se hunde la inversión y las exportaciones resisten. Los taxistas, mi índice económico particular, dicen que se mantiene el gasto. 

Por eso, hace un mes, anuncié más de un 2% de crecimiento del PIB para 2024 a pesar de las pesimistas previsiones del 1,7% de los expertos o el propio gobierno. 

Pero entonces el pacto de investidura de Sánchez y sus pormenores no se conocía. 

Ahora se sabe que hay una proposición de ley de amnistía, se busca reducir el horario de trabajo, mantener los impuestos a las grandes fortunas y empresas, aumentar el pago de los autónomos, reducir las deudas a Cataluña, ceder la gestión de los impuestos a la Generalitat o la Seguridad Social al Gobierno vasco, … la autodeterminación, …

La economía española es resiliente

Ese pacto, ha crispado la mitad o más del electorado, muchas instituciones y gran parte de la opinión publicada y los jueces. Responsables de la economía, como la CEOE, no lo ven claro. La patronal catalana, que acepta el pacto, reconoce que hay riesgos de inseguridad jurídica. 

Todo esto socava la confianza en las instituciones. Confianza que es el valor más delicado de una economía. El desarrollo de las naciones depende más de esa confianza en las instituciones políticas, civiles y mercantiles, que de otro factor.

Hay países con grandes recursos naturales, incluso con una población muy formada, que por el desastre de sus instituciones no remontan el vuelo. Les falta esa confianza en sus instituciones.

En España, por ejemplo, el PIB per cápita, reflejo del bienestar ciudadano, creció desde la última década del siglo pasado hasta 2008, una de las etapas de mayor desarrollo y estabilidad institucional; y se estabilizó y bajó en la época de conflicto, 2011/2019 (luego vino la pandemia). La duda es si la inestabilidad institucional es consecuencia de la recesión económica o al revés. Lo cierto es que coinciden. 

La obligación de los dirigentes de una sociedad es mantener y aumentar esa confianza. Tanto en las instituciones políticas como en las civiles y mercantiles. 

La duda es si la inestabilidad institucional es consecuencia de la recesión económica o al revés

¿Lo está haciendo la clase política actual? 

La actual política de Sánchez puede conducir a la duda sobre la legitimidad del poder judicial, legislativo y ejecutivo o su independencia; o a la división del territorio, el llamado derecho de autodeterminación, que no existe en ningún país democrático. Entonces la economía se resentirá.

Es el dilema de la XV legislatura. Sánchez y su Consejo de Ministros  deben ser conscientes de ello ¿Están dispuestos a crispar más la sociedad española y empujar la deslegitimación de su Gobierno por media parte de España?

No puede echarse la culpa a esa media parte de la sociedad como, según la Ley de Amnistía presentada en el Congreso, tampoco se echa la culpa a los promotores y actores del Process.

El político prudente debe compaginar las aspiraciones, emociones, sentimientos y consecuencias reales o percibidas de toda la sociedad y sus partes. Ese equilibrio es la sabiduría. Para ello hay que respetar las minorías y, si son muy amplias, tenerlas muy en cuenta en las decisiones de gobierno.

La verdadera democracia exige que los Gobernantes lleguen al poder por sus partidarios, pero que gobiernen para toda la sociedad. Sánchez, una vez investido es el “Presidente del Gobierno de España”; no es sólo del Gobierno del PSOE y menos aún de los independentistas. Como la oposición debe ser la “leal”. No sólo un ariete electoral.

Por eso si la política del presidente Sánchez no cambia, perjudicará la economía. La duda es cuanto, cómo y cuándo. 

Los políticos pueden jugar a su particular lucha de poder, hablar de ideologías, incluso insultarse. Pero, como dice una frase española: “con las cosas de comer no se juega

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.