La eliminación de los combustibles fósiles es, sin ningún género de dudas, la única manera de atajar la emergencia climática en la que se encuentra el planeta. Es, en realidad, tan sencillo como eso: la tecnología de los combustibles fósiles trajo la emergencia climática, y únicamente su final, el que dejemos de quemarlos, puede traer su final. 

La cronología de la emergencia climática es completamente paralela a la explotación de los combustibles fósiles como fuente de energía. Por mucho que las compañías petrolíferas mintiesen sobre ello en décadas pasadas, los incrementos en la concentración de dióxido de carbono atmosférico siguen perfecta y fielmente el progreso de la industrialización, y se van haciendo cada vez peores a medida que vamos introduciendo tecnologías multiplicativas como el automóvil. 

A día de hoy, la generación de energía mediante combustibles fósiles como carbón, petróleo o gas es claramente el primer responsable del desastre climático, seguido de manera inmediata por el transporte. De hecho, el transporte es una pescadilla que se muerde la cola: aunque el principal componente, por supuesto, son los automóviles particulares —fundamentalmente porque son tremendamente ineficientes y, sobre todo, porque son muchísimos— no podemos obviar el papel de otros medios como los aviones o el transporte marítimo de mercancías.

Pues es precisamente en ese transporte en el que se da la ironía más salvaje: resulta que el 40% de todos los productos transportados por grandes buques son ni más ni menos que combustibles fósiles, es decir, petróleo, carbón o gas: si eliminásemos esos productos, podríamos reducir inmediatamente una parte muy significativa de la contaminación generada por esos grandes buques. 

¿Es realista pensar en la eliminación de los combustibles fósiles? Obviamente, hacerlo de la noche a la mañana traería consigo una crisis de magnitudes mundiales y provocaría el hambre en millones de personas, así que esa idea, que además sería completamente irrealizable, se descarta sola. Sin embargo, proceder a una retirada gradual de los combustibles fósiles y plantear dejar en el suelo una parte muy significativa de las reservas que aún se encuentran en él es visto cada vez con mejores ojos y de manera completamente realista por una parte importante del mundo empresarial. 

Astra Zeneca, Ikea, Nestlé, Unilever o Volvo acaban de firmar una declaración pidiendo a los líderes mundiales que eliminen gradualmente los combustibles fósiles

De hecho, más de ciento treinta compañías, entre las que se encuentran algunas tan conocidas como Astra Zeneca, Ikea, Nestlé, Unilever o Volvo acaban de firmar una declaración pidiendo a los líderes mundiales que eliminen gradualmente los combustibles fósiles, que se presentará en la próxima cumbre del clima en Dubai. Las compañías incluidas en ella afirman “estar tomando acción y trabajando activamente para la eliminación de su uso de combustibles fósiles”, pero dicen también que “no pueden hacer esta transición de manera segura o eficiente por sí solos”, por lo que solicitan a los jefes de estado que establezcan políticas que aceleren el despliegue de energía renovable. 

La gran realidad es que tenemos todas las tecnologías necesarias para llevar a cabo esa transición tecnológica y consignar los combustibles fósiles, como responsables directos de la emergencia climática, al olvido de la historia, al archivo y cierre de esa época que se ha dado en llamar Piroceno, la era en la que los humanos nos dedicamos a quemar cosas sin parar. 

La energía renovable es ya más que suficiente para sustituir la totalidad de las centrales de carbón, petróleo o gas, y de hacerlo además asegurando un suministro estable y suficiente para la totalidad de la actividad económica gracias a la disponibilidad de almacenamiento. El hecho de que los paneles solares y las baterías hayan disminuido su precio en un 99% y un 97% respectivamente en los últimos cuarenta años al tiempo que incrementaban sus prestaciones proporciona un escenario inmejorable, contra el que no se puede argumentar nada: hay materias primas de sobra, pueden extraerse de manera razonable, y no hay ningún problema realista de reciclaje ni de residuos, digan lo que digan los negacionistas. 

Hay materias primas de sobra, pueden extraerse de manera razonable

De hecho, el desarrollo de estas tecnologías es tan radical, que hay otra tecnología, la energía nuclear, que ya simplemente no es necesaria para obtener la energía que necesitamos. El sueño nuclear terminó simplemente porque ya no era necesario romper átomos para obtener energía, podía hacerse de manera más sencilla. ¿Los automóviles? Los eléctricos ya son perfectamente capaces no solo de cubrir el hueco que dejan los de combustión interna, sino además, de hacerlo con prestaciones más brillantes. 

¿Qué impide que el fin de los combustibles fósiles se convierta en realidad? Simplemente, la economía. Un conjunto de intereses económicos que hacen que los estados sigan mayoritariamente subvencionando a las compañías petrolíferas para que no detengan el suministro.

Pero la realidad es que podría hacerse, y que sobre todo, debería hacerse, por el bien ya no de los que vendrán en las próximas generaciones, sino de los que estamos ahora mismo sobre el planeta. La frecuencia e intensidad de las catástrofes climáticas en forma de lluvias torrenciales, incendios, inundaciones, huracanes y olas de calor se ha elevado tanto, que todos jugamos ya una siniestra lotería que amenaza con llevarse nuestras vidas o nuestro patrimonio en cualquier momento, vivamos donde vivamos. 

Pero quien más claro lo ha dicho en este sentido ha sido el director de sostenibilidad de Volvo, con una frase redonda y contundente: “sabemos que eliminar gradualmente los combustibles fósiles es el único camino a seguir si queremos limitar el calentamiento global y mantener a las personas a salvo de una catástrofe climática”. Y tiene toda la razón: no hay otra manera. No hay ni dudas ni debate que valga: es ciencia, y no es debatible. Ahora, esperemos que lo escuchen quienes lo tienen que escuchar y actúen en consecuencia. 

***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.