De vez en cuando, en los pronósticos económicos, hay que reelaborar las previsiones. En septiembre del año pasado se aseguraba que en abril/mayo de 2023 estaríamos saliendo de una recesión con inflación (estanflación). Sin embargo, la situación actual es distinta. Al fin y al cabo, es lo que hacen todas las instituciones de pronóstico, modificar sus previsiones a la vista de los nuevos datos, y no por ello se desprestigian.

Ni el efecto de la inflación ni el de la guerra ruso-ruso-ucraniana han llevado a España a la recesión esperada.

Cuando das clase en “executive education”, es decir, a directivos de empresas, se detecta muy bien el pulso de la economía. No es una estadística de números. Es una sensación que transmite la realidad. En los últimos meses el comentario de estos directivos suele ser: estamos en línea con lo presupuestado o, incluso, por encima. Las empresas, en general, están haciendo un buen año.

Si a esta sensación se le añade la que transmite la calle (cafeterías, restaurantes, hoteles, …) se llega a la conclusión de que la economía española está creciendo.

Ya lo indicó el resultado del PIB del primer trimestre. Un 0,5% de crecimiento, cuando se esperaba negativo. Es cierto que en ese periodo el consumo interno disminuyó un poco, pero el sector exterior (exportación) y la inversión tiraron del PIB.

Ni el efecto de la inflación ni el de la guerra ruso-ruso-ucraniana han llevado a España a la recesión esperada

Pasado ese trimestre viene el tirón del turismo (interior y el extranjero). Por tanto, las previsiones económicas no pueden basarse en las malas sensaciones que dejó el otoño de 2022.

En aquellas fechas se pensaba que la economía española crecería sobre el 1% en 2023. Pero todas las revisiones de crecimiento se están revisando.

La UE acaba de hacerlo. Augura un crecimiento de 1.9% para España este año. Esa previsión se puede quedar corta. Los eurócratas no se quieren pillar los dedos, la prudencia matiza sus cálculos, y la distancia de la realidad concreta amortigua su sensibilidad.

Así que probablemente España crecerá por encima del 2% este año. No es mala cifra, dados los augurios pesimistas que había. Con ese crecimiento el desempleo debería descender del 11/12% de paro registrado; es decir, entre un 12 y un 13% real contando los parados discontinuos y los que están haciendo cursos del SEPE, que la estadística oficial no recoge. El paro debería bajar más, pero eso exige medidas muy profundas en la estructura económica y la formación cuyos resultados son lentos.

Por otra parte, ese crecimiento también dificultará que la inflación baje del 4%. Es difícil bajar precios cuando la demanda no cede. Quizás por eso, las subidas salariales (¿5%?) ya superan el reciente acuerdo de los agentes sociales, que era del 4% para este año. Eso hará que las rentas familiares no pierdan más capacidad de compra y, por tanto, que el consumo interno se mantenga.

El paro debería bajar más, pero eso exige medidas muy profundas en la estructura económica y la formación cuyos resultados son lentos

El resto del año la exportación seguirá porque en términos relativos nuestros precios no crecen más que los de los países clientes. Nuestra competitividad no tiene porque bajar. Y esa exportación incentivará la inversión.

La incógnita está en el sector agrícola y ganadero por la sequía. Pero desde hace tiempo su aportación al PIB es pequeña. España dejó de ser un país agrario hace años.

La conclusión es clara: no hay recesión a la vista en España y si un posible crecimiento superior al 2% (¿2,5?).

Solo un acontecimiento externo inesperado puede cambiar esta situación ¿La habrá?

El mundo descontará pronto el efecto económico de la guerra ruso/ucraniana. China y EEUU llegarán a la conclusión de que lo mejor es un acuerdo pactado que salve la honra de los dos contendientes.

Despejada esa incógnita no se ve en el horizonte nada relevante, salvo el cambio climático, pero sus efectos son a medio y largo plazo. Las economías tienen tiempo para adaptarse a él. Las que lo hagan con éxito serán las que más crecerán. España tiene la oportunidad gracias a los fondos europeos, el sol y el viento. Aunque la Administración deja mucho que desear, invertir en renovables y nuevas tecnologías nos puede situar en buena posición para el futuro ¿Lo sabremos hacer?

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.