“La corrupción raras veces comienza por el pueblo” (Montesquieu).

Las conexiones políticas siempre han engrasado las ruedas del comercio. Sin embargo, durante el siglo actual, desde Malasia hasta México, los traficantes de influencias que ganan su riqueza gracias a la camaradería con el gobierno han tenido una época dorada.

A nivel mundial, el valor de las fortunas de los plutócratas involucrados en industrias susceptibles de tratos de favor (áreas como la construcción, el sector inmobiliario o los recursos naturales) se disparó desde 315.000 millones de dólares (1% del PIB global) hace 25 años hasta tres billones de dólares ahora (3% del PIB global). Alrededor del 65% del aumento provino de Estados Unidos, China, la India y Rusia. El 40% de la riqueza de los magnates compinches proviene de autocracias y supone el 9% de su PIB.

El Índice “Capitalismo de Amiguetes” de The Economist trata de medir la magnitud de esta corrupción en una serie de países relevantes utilizando datos de la lista Forbes:

Rusia es, una vez más, el líder de la clasificación. La riqueza multimillonaria de los sectores compinches asciende al 19% del PIB. Sin embargo, los efectos de la invasión de Ucrania son claros. La riqueza de los amiguetes oligarcas disminuyó de 456.000 millones de dólares en 2021 a 387.000 millones este año. Sólo una quinta parte de la riqueza de los multimillonarios rusos se deriva de sectores sin “colegueo”, lo que muestra cuán distorsionada está la economía.

¿Qué sucede cuando el amiguismo se sale completamente de control? Si las élites se enriquecen tanto que empobrecen a un país, se crea una “cleptocracia” según Stanislav Andreski, un sociólogo polaco. Él advirtió sobre dichos regímenes y sus efectos a finales de la década de 1960. Occidente ha tardado más de medio siglo en prestarle atención.

Identificar la cleptocracia supone más arte que ciencia, ya que los hallazgos se correlacionan sólo un poco con los índices de democracia y corrupción. USAID, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, recomienda acabar con los monopolios corruptos y digitalizar los registros de la propiedad, entre otras medidas importantes.

Aprovechemos la columna de hoy para repasar el Índice de Percepción de la Corrupción 2022, publicado el 31 de enero por Transparency International, el cual muestra que España no avanza en sus esfuerzos de prevención y lucha contra la corrupción, bajando de nuevo un punto con respecto al año anterior y obteniendo una puntuación de 60/100.

Con esta calificación, España ocupa la posición 35/180 del ranking global, junto con Botswana, Cabo Verde y San Vicente y las Granadinas. Desciende así un puesto con respecto a 2021 y tres con respecto a 2020. Por otro lado, España se mantiene en el puesto número 14/27 de los Estados miembros de la UE, dos puntos por debajo de Portugal y Lituania (62/100) y sólo un punto por encima de Letonia (59/100).

El listado muestra que el 95% de los países han avanzado poco o nada desde 2017. La media mundial se mantiene por undécimo año sin cambios con un 43/100, y más de dos tercios de los países ostentan un problema grave de corrupción, con una puntuación inferior a 50/100.

El ranking clasifica a 180 países y territorios según sus niveles percibidos de corrupción en el sector público, medido a través de datos obtenidos de 13 fuentes expertas externas, en una escala de cero (muy corrupto) a 100 (muy transparente).

Dinamarca (90/100) encabeza el índice este año, seguida de cerca por Finlandia y Nueva Zelanda, ambas con 87 puntos sobre cien. La solidez de las instituciones democráticas y el respeto de los derechos humanos hacen también de estos países algunos de los más pacíficos del mundo, según el Índice de Paz Global.

Sudán del Sur (13/100), Siria (13/100) y Somalia (12/100), todos ellos inmersos en conflictos prolongados, se mantienen, por su parte, en los últimos puestos. Finalmente, 26 países -entre ellos Catar (58), Guatemala (24) y Reino Unido (73)- se sitúan esta ocasión en mínimos históricos.

En América, los mejores son Canadá y Uruguay (ambos con 74/100), seguidos por Estados Unidos (69/100) y Chile (67/100). Los peores son Nicaragua, Haití y, como farolillo rojo, Venezuela obviamente.

¿Queremos los españoles realmente acabar con la corrupción? ¿O vamos a seguir culpando a los políticos mientras a nivel microeconómico hacemos lo mismo?

José de San Martín afirmó: “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.