El título de esa vieja canción del inolvidable grupo musical The Platters ilustra con bastante precisión los datos de paro y empleo publicados esta semana por el Ministerio de Trabajo y propagados con la parafernalia triunfalista habitual por los corifeos del Régimen.

Sin embargo, una vez más, el análisis detallado de los datos ofrece una imagen distinta y certifica un hecho evidente: la constante pérdida de vigor de la creación de puestos de trabajo en una España con un desempleo muy abultado, trayectoria que, por desgracia, se mantendrá y acelerará en el horizonte del corto y del medio plazo.

De entrada, las cifras de abril están condicionadas siempre por el efecto Semana Santa. Es verdad que el mes pasado el desempleo se redujo, pero menos que en el mismo período del año anterior y en términos interanuales es el cuarto peor dato de la última década a excepción de los de 2020 y 2021 condicionados o, mejor, determinados por la pandemia. Si se enmarca la situación en el contexto europeo, el milagro laboral patrio se desvanece en tanto la tasa de paro sigue doblando la media de la UE. Pero ahí no termina la historia.

Si se realiza una aproximación a lo que importa, la capacidad de la economía española de generar empleo, el panorama empeora de manera significativa. El número total de contratos registrados en abril cae un 20,19 por 100 sobre el mismo mes del año 2022 y la contratación acumulada en los cuatro primeros meses de 2023, lo hace en un 22,79 por 100 frente al mismo período del año anterior. Esto no parece ser una buena noticia y en ningún caso ha de considerarse un éxito, sino una manifestación clara y palpable de que la inquietante evolución del mercado laboral.

Por modalidades contractuales, los indefinidos han descendido un 24,06 por 100 sobre igual mes del año pasado. De ellos, los a tiempo completo han bajado un 21,22 por 100; los a tiempo parcial un 30,97 por 100 y los fijos discontinuos un 22,38 por 100. 

Si se enmarca la situación en el contexto europeo, el milagro laboral patrio se desvanece en tanto la tasa de paro sigue doblando la media de la UE.

Por su parte, tema que el Gobierno oculta o, mejor, que intenta eludir, los contratos temporales han supuesto el 54,16 por 100 de los realizados, pero éstos también han descendido con relación a abril de 2022, un 16,59 por 100.

Por lo que se refiere a la duración de la jornada, los contratos temporales se dividen en los pactados a tiempo completo o a tiempo parcial. Comparados con abril del ejercicio anterior, los primeros se han reducido en un 15,56 por 100 y los segundos en un 18,69 por 100.

Por otra parte, esos datos se ven acompañados por una reducción del número de horas trabajadas como reflejó la EPA el primer trimestre de este año. Esto significa que se está produciendo una segmentación del mercado de trabajo diferente a la del pasado, pero, cuanto menos, igual de dañina; esto es, la imposibilidad de un elevado número de españoles de conseguir un puesto de trabajo a tiempo completo y su obligación de asumir un ocio no deseado.

Esto se traduce de manera inexorable en una disminución del potencial de crecimiento de la economía española y en un nuevo tipo de precariedad laboral, concepto tan denostado por las fuerzas políticas que integran la coalición gubernamental.

Un observador imparcial podría argüir con razón que los datos comentados han de ser enmarcados en un contexto más amplio; esto es, en lo acaecido en magnitudes acumuladas en todo el espacio temporal que cubre el período de abril 2022 hasta abril de 2023. En este caso, el panorama mejoraría todos los indicadores de empleo y de paro.

Sin duda este ejercicio cabe ser realizado, pero no permite contemplar algo esencial: la dinámica del mercado de trabajo y su persistente pérdida de vigor. Esta marca la tendencia del comportamiento del binomio empleo-paro en los próximos meses y es declinante.

Se está produciendo una segmentación del mercado de trabajo diferente a la del pasado, pero, cuanto menos, igual de dañina.

¿Qué va a suceder? No hace falta ser un profeta ni realizar ningún complicado análisis econométrico para aventurar que en los trimestres venideros se crearán menos puestos de trabajo y el paro aumentará. Abril sin ser esplendoroso, como se ha mostrado, ha sido un espejismo coyuntural provocado por la Semana Santa.

En mayo y en los meses subsiguientes, salvado el verano, los resultados del mercado laboral tenderán a ser peores y 2023 cerrará con una tasa de paro superior al 13 por 100 y con un encefalograma plano en lo que respecta a la generación de empleo.

Quienes hacen sonar las trompetas celebrando el "éxito" de la política laboral del Gobierno acusan a quienes se muestran escépticos de dejarse llevar por criterios ideológicos o partidistas cuando no de querer que las cosas no vayan bien. En otras palabras, arrojan sobre sus críticos lo que ellos hacen, pero en la otra dirección, un enfoque sesgado de la realidad para que ésta se ajuste a sus deseos. Nada más lejos de la realidad.

La misión de los economistas no es estar al servicio del poder o de la oposición, sino describir con una lógica fría lo que es. Esto sin duda resulta incómodo y desagradable para muchos y no es nada agradecido el ser una especie de Casandra permanente. Que se le va a hacer…