El canciller Olaf Scholz en Praga.

El canciller Olaf Scholz en Praga. DPA / EP

La tribuna

Cómo poner orden en el colapso energético (y de paso salvar a Alemania)

Urge dar una coherencia a las políticas energéticas de cada uno de los socios europeos para hacer frente a la era del fin de la abundancia.

30 agosto, 2022 02:58

La entrevista entre el presidente del Gobierno Pedro Sánchez y el canciller alemán Olaf Scholz llega en un momento crucial de la crisis inflacionista. Es un ejemplo evidente de que serán necesarias largas conversaciones bilaterales entre Estados miembros en los próximos meses tras la inoperancia práctica y fracaso de la Comisión Europea en los últimos tiempos a la hora de coordinar acciones conjuntas de aprovisionamiento y asegurar proveedores.

Precisamente, para calmar las críticas de ausencia de liderazgo e ideas concretas, la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen hizo un anuncio poco concreto y alarmante de intervención de los mercados energéticos mayoristas, como si el problema estuviera en la formación de los precios.

[Von der Leyen anuncia una intervención de emergencia del mercado eléctrico europeo]

Al fin y a la postre, los precios recogen información de oferta y demanda, la cual se ha vuelto extraordinariamente confusa dada la descoordinación de las políticas energéticas y la falta de coherencia en las medidas que se toman.

De la noche a la mañana, se anuncia un plan de reducción del consumo de energía a nivel europeo en un 15% (del 7% en el caso de España y Portugal) sin que se haya calculado de manera seria y rigurosa qué consecuencias prácticas tiene.

Lo mismo sucede con los anuncios en materia de infraestructuras como la reactivación del Midcat o la conexión con Italia sin ni tan siquiera hacer un ejercicio realista de su puesta en funcionamiento y su conveniencia.

Mientras que todo esto está sucediendo, las familias y las industrias están sufriendo un incremento extraordinario de su factura energética, hasta el punto de tener que paralizar su actividad.

Esto es lo que ha hecho despertar al Gobierno alemán, sobre el cual pesa una herencia envenenada como es la dependencia del gas ruso y el difícil equilibrio de poder que debe realizar con sus industriales. Desde los meses de abril y mayo, la coalición alemana ha llevado un rumbo errático en términos de política energética y fiscal, el cual debe enderezar cuanto antes para no verse abocados a una crisis estructural.

La coalición alemana ha llevado un rumbo errático en términos de política energética

Por tanto, en primer lugar, es necesario poner orden en las políticas de cada país y darles una coherencia hoy inexistente (por ejemplo, en el caso de España, no se puede poner un tope al precio del gas y, al mismo tiempo, pedir que se reduzca su consumo).

Si esto es así, se habrá dado un paso fundamental para gestionar de mejor manera la crisis y restablecer la eficiencia y pleno funcionamiento de los mercados energéticos en la UE.

En el caso de Alemania, hay que aclarar la política fiscal en torno al recibo energético y las medidas de mitigación sobre la industria. A pesar de que la industria alemana o francesa cuentan con una tarifa bilateral pactada (muy distinto a España donde todavía el 40% de los consumidores de electricidad siguen ligados al mercado diario), la llegada de la revisión de contratos y la suscripción de los nuevos hace que la preocupación aumente considerablemente y, por tanto, la urgencia de actuar.

En segundo lugar, producir resultados tangibles tanto en las negociaciones bilaterales como multilaterales de los países (tanto si está presente como si no la Comisión Europea) en términos de asegurar el suministro a corto plazo.

Por el momento, los países están compitiendo por asegurar el origen del gas, aprovechando los errores de los otros. Ante el grave error histórico de España de quebrar su relación con Argelia, Italia primero y Francia después están tomando ventaja de esta situación.

Evidentemente no parece que quede nadie que siga opinando que esta decisión de apartar a Argelia y abrazar a Marruecos se debía a las conexiones argelinas con Moscú. De lo contrario, Italia y Francia no lo estarían haciendo. Y, al mismo tiempo, Francia obstaculiza la construcción de infraestructuras que chocan con sus planes, incluso aunque suponga cerrar una vía que a Alemania le sería muy positiva.

[El dilema de Sánchez con la oposición al Midcat]

Fijando la atención de nuevo en Alemania, los operadores de almacenamientos de gas dejarán de comprar debido a que se están llenando los almacenes antes de lo previsto. Alemania tiene como objetivo llenar su almacenamiento al 95% antes del 1 de noviembre, para reemplazar los volúmenes de gas rusos, y está en ese camino.

Incluso, es posible que se frene aún más la acumulación si Nord Stream 1 vuelve a fluir con más potencia tras su parada programada de esta semana. Otros elementos que irán volviendo a la normalidad es la producción hidroeléctrica y se reducirá la amenaza de una sequía más prolongada.

Y, por último, con todo lo anterior resuelto, se puede abordar el punto más importante a medio plazo que es la sustitución del mix de generación eléctrica y combustibles.

Nos enfrentamos a la misma problemática que en 1973-1979 que es el fin del suministro abundante y barato de una materia prima energética convertida en el pilar fundamental de las estructuras productivas de los países.

Un suministro energético abundante y barato que permitiera poder producir con costes medios decrecientes, con una capacidad de garantía de suministro creciente y con una implantación de la innovación tecnológica directa. Esta normalización a medio plazo, si bien parece lejana, no hay que dejar de pelearla sin atajos ni inventos que no llevan a ninguna parte.

*** Javier Santacruz es economista.

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