El Gobierno tendrá que explicar porqué las familias y las empresas españolas van a soportar unos precios de la energía mayores y porqué puede haber racionamiento en el consumo de la electricidad en el futuro venidero, en concreto, en los meses del otoño y del invierno.

La causa es muy sencilla: un Gabinete irresponsable e incompetente, por razones no explicitadas, ha destruido las relaciones con uno de los principales suministradores de gas, Argelia, en medio de la peor crisis energética soportada por España desde los shocks petrolíferos de mediados-finales de los años 70 del siglo pasado. 

Argelia ha devuelto a España la misma pelota que el Gabinete social-comunista le lanzó hace unos meses: enterarse por los medios de comunicación que el Gobierno argelino suspendía el Tratado de Cooperación y Amistad con la vieja piel de toro.

Solo un ignorante o alguien con un mínimo conocimiento de la realidad podía pensar que la ofensa a Argelia con el abrazo español a Marruecos podía ser una anécdota. Sin duda, la banda gubernamental ha hecho un ejercicio de soberanía, ojalá lo hiciese en otras cosas, pero ese movimiento ha atacado los intereses estratégicos de Argelia sin beneficiar para nada a los de España. Y los argelinos han puesto en la mesa sus propios intereses. Esto es impecable.

Las proclamas del Ministro de Asuntos Exteriores hasta 'ayer' sobre la invulnerable solidez de las relaciones hispano-argelinas son grotescas y reflejan la falta de conocimiento-información-inteligencia de quien dirige la diplomacia española sumida en un completo ridículo.

No se han enterado de nada. Las llamadas al apaciguamiento de la UE son tan esperables como cautas. Italia sustituye a España como socio de los argelinos y el Gas Natural seguirá afluyendo, eso sí, a través de Italia. Esto significa que nadie en Europa va a castigar a los argelinos o, mejor, a ayudar a España de sus propios e incomprensible errores. Si uno decide suicidarse, no es racional que los demás le sigan.

Esto significa que nadie en Europa va a castigar a los argelinos o, mejor, a ayudar a España de sus propios e incomprensible errores

España no tiene a corto-medio plazo ningún suministrador de gas alternativo al gas.  América no tiene capacidad de hacerlo; Qatar tiene vendido su gas hasta 2023 y Nigeria es una broma.

De igual modo que este Gobierno se lanzó a la descarbonización sin tener garantías de suministro alternativas al sol y al viento, que son intermitentes, no almacenables y, por tanto, incapaces de asegurar un flujo de energía suficiente para abastecer a la demanda, ahora destruyen la relación con quien proporciona la energía necesaria para garantizar ese objetivo: el gas.

La ideología y la estupidez han desatado una tormenta perfecta cuyas consecuencias sociales y económica van a pagar las familias y las compañías españolas. España está en una tesitura dramática que, sin duda, lograran sortear el Dr. Sanchez, la vicepresidenta de Energía y su audaz Ministro de Exteriores. Qué seguridad.

¿Qué va a pasar? Cabe plantear dos escenarios. En el primero, Argelia decide cortar el gas suministrado a España. Esto se traduciría en una combinación de escasez-carestía del gas y, por tanto, en un efecto depresor adicional sobre la economía por tres vías: reducción de la inversión, del gasto de los hogares y acentuación de la aportación negativa de la balanza comercial al PIB porque la factura importadora de gas sería más cara.

En el segundo, Argelia se muestra magnánima, decide mantener los flujos gasísticos a la economía española, eso sí, a priori, a unos precios mucho más elevados de los que aplicaría a un cliente amigo. El resultado de ambas probabilidades sería el mismo aunque algo amortiguado.

En otras palabras, suceda lo que suceda, el impacto negativo sobre el PIB español en 2022 será superior a la ya irreal previsión de crecimiento realizada por el Gobierno. Por último, ese encarecimiento del gas se filtrará al tejido productivo español presionando al alza sobre el nivel general de precios que encara ya una escalada alcista.    

Lo lamentable es que todo esto era evitable, no obedece a la fuerza del destino o la la maldición de las brujas. Es sólo la consecuencia de una alucinante, incompresible y suicida actuación del Gobierno que no responde al interés nacional y cuya oscuridad de móviles resulta muy extraña.

¿Qué intereses políticos, partidistas o personales hay en el giro unilateral e inexplicado de la política española en el Magreb? ¿Qué ventajas para España tiene abrazarse con Marruecos sin que nadie sepa cuales son las contraprestraciones? La ausencia de respuestas no ya contundentes sino mínimas por parte del Gobierno a esos interrogantes es muy grave y se presta con razón a especulaciones preocupantes.