La inflación no se frena. Al revés subió al 8,7%, cuatro décimas más que en abril. Sobre todo, subió la inflación subyacente al 4,9%. La mayor desde hace mucho, mucho tiempo. Esa inflación en la que no influye directamente ni la energía, ni los alimentos perecederos y empuja el crecimiento de los precios de productos como electrodomésticos o servicios, como hotelería, etc.

Es una subida de precios irreversible. Ni las buenas cosechas que aumenten la oferta de alimentos, ni la bajada de los precios de la energía (que Bruselas aún tiene que aprobar) disminuirán la inflación subyacente.

Es decir, que la subida de los precios, pese a la cacareada moderación de los salarios, no va a cesar a corto plazo. Además, la demanda turística, que se espera recuperada, presionará los precios al alza este verano.

Por tanto, a final de año es posible que haya menos inflación. Pero eso no quiere decir que bajen los precios. Con esta inflación subyacente los precios cumplen el famoso dicho de: Santa Rita, Rita, Rita… lo que se da, ya no se quita.

Con ambos razonamientos el Banco de España ya empieza a decir que en breve (junio) volverá a bajar las previsiones de PIB y subir las de IPC subyacente para este año. Así que la economía española, como en el juego de la OCA, va 'de previsión en previsión y a la baja porque me toca'.

Pero si suben los precios subirán las pensiones, ahora ligadas al IPC. Los salarios de funcionarios tendrán que hacerlo. El BCE subirá los tipos de interés. Los mercados ya lo hacen con el Euríbor y la desaparición de tipos negativos en las emisiones de la deuda del Reino de España. Si baja el PIB se reducirán, tarde o temprano, los ingresos por tributos. En conclusión, habrá que cubrir más déficit público.

Ante ello el gobierno contesta: a) la UE ha aumentado las vacaciones fiscales, puedo seguir generando déficit (¿hasta cuándo y cuánto?); b) me tienen que llegar los famosos 140.000 millones de euros ¿Por qué preocuparme del déficit?

El Gobierno tiene razón si lo único que pretende es sobrevivir. Aunque sea a costa de dejar el país en la bancarrota

El Gobierno tiene razón si lo único que pretende es sobrevivir. Aunque sea a costa de dejar el país en la bancarrota. La legislatura cada vez se parece más al último año de Zapatero. Cuando exhausto disolvió las elecciones y dejó el país quebrado en manos de un PP que tuvo que "apechugar" con la más fea.

Luego, como es costumbre, la izquierda se dedicó a lo que mejor sabe hacer: la algarada callejera.

Porque sea Sánchez o Feijóo hay que recuperar un cierto equilibrio fiscal y eso sólo se puede hacer con un PIB desacelerado de dos formas, o de ambas a la vez: subiendo impuestos y/o reduciendo gastos. La pregunta es: ¿cuáles?

El IRPF vacía los bolsillos de los consumidores, con lo que se deprime el PIB. El aumento del IVA (eliminando los tipos reducidos y superreducidos) aumenta el precio de los productos alimentando la inflación. En resumen, aunque veremos una subida de impuestos casi con seguridad, el problema no se resolverá.

Por tanto, deberían bajarse los gastos ¿Alguien cree que el Gobierno PSOE-UP lo puede hacer? No lo hizo ni Montoro ¿cómo lo va a hacer Montero? (no es coincidencia que les separe solo una letra).

Ese es el problema básico: que hay que empezar cuanto antes y dejar pasar el año y medio que quiere Sánchez, para ver si llega a tiempo de salvarse electoralmente, es económicamente suicida.

Feijóo ya se puede ir preparando, porque la herencia de Sánchez va a ser más macabra que la de Zapatero. Lo único que estará mejor es la situación del sistema financiero. Ya lo arregló Rajoy.  Afortunadamente Bankia se salió de las manos del Estado en un hábil quiebro del dúo Gortázar-Goirigolzarri.

Si Sánchez no disuelve pronto, que no parece estar por la labor por egoísmo personal y de partido, la situación se deteriorará día a día. La necesidad de aumentar impuestos y reducir gastos públicos crece mes a mes ¿Nadie lo ve?

*** J. R. Pin es profesor del IESE.