Thomas Piketty y Yolanda Díaz.

Thomas Piketty y Yolanda Díaz.

La tribuna

Thomas Piketty y su talón de Aquiles

El autor de 'Capital e ideología' considera que el nacionalismo catalán es cosa de ricos y su socialismo participativo tiene flecos sin cerrar. 

14 enero, 2022 02:09

La gran ventaja de componer libros de dimensiones disuasorias, pongamos por caso todos los que sobrepasan las mil páginas, es que con ello los autores obtienen garantía casi absoluta de que no los leerá nadie, cautela que les dota de impunidad para esconder en su interior contenidos acaso susceptibles de contrariar al público consumidor. Sin ir más lejos, justo eso es lo que ha ocurrido en España con Capital e ideología, obra magna de Thomas Piketty, el economista más brillante de la escena alternativa, ese ámbito siempre heterodoxo del pensamiento teórico que se ubica a la izquierda de la socialdemocracia convencional.

Yo ignoro si Pablo Iglesias, la vicepresidenta Yolanda Díaz o su futura compañera de cartel electoral, la muy soberanista Ada Colau, habrán encontrado tiempo para dar cuenta de principio a fin a ese texto de 1.420 profusas páginas, tratado que, tal como sentenció en su día el crítico encargado de glosar su contenido para Le Monde, es de esas obras que "endurecen las convicciones y cristalizan las certezas" 

Pero, en caso afirmativo, tiendo a sospechar que no les habrá suscitado nada parecido al entusiasmo constatar de primera mano lo que piensa el economista más reputado de la extrema izquierda global sobre el nacionalismo catalán, tanto el de derechas como el que se dice de izquierdas, un movimiento secesionista al que dedica una extensa disección analítica en la última parte del ensayo.

Sobre todo, no creo que les haya complacido en exceso ese muy concreto capítulo porque nuestro autor, el antisistema Piketty, forma parte de una inmensa minoría, la integrada por los ensayistas a quienes atiende el establishment anglosajón, la genuina incubadora intelectual de la élite del sistema. Capital e ideología es, por ejemplo, uno de esos volúmenes que se pueden encontrar en las bibliotecas de los directores de los grandes periódicos norteamericanos de referencia, así como en las principales cátedras de Economía de ese país.

El antisistema Piketty, forma parte de una inmensa minoría, la integrada por los ensayistas a quienes atiende el establishment anglosajón

Y de ahí la trascendencia de cuanto en el texto se divulga a propósito del secesionismo catalán. Pues Piketty, a diferencia de Iglesias, Colau y también de la mucho más discreta Díaz, demuestra ahí tener claro lo que cualquier persona de izquierdas, cualquiera, igualmente debiera tener muy claro, a saber: que la pulsión identitaria de los independentistas está sospechosamente correlacionada con su propio nivel medio de renta y patrimonio. Dicho en román paladino, que el separatismo es un movimiento insurgente de los ricos, por los ricos y para los ricos.

Clamorosa evidencia estadística ante la que, como haría cualquiera, Piketty se interroga en voz alta por quién demonios habrá dado vela en ese entierro a la izquierda que presume de radical y transformadora. Jaume Assens, el flamante independentista catalán que preside el grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso, tal vez debería aprovechar la visita a Madrid del francés para aclararle ese inextricable misterio.

Pero igual que lo que puede contrariar a un compañero de viaje del nacionalismo catalán es la postura de Piketty al respecto, su actitud frente a la gran cuestión ubicua del tiempo presente, la de las migraciones globales, también invita al desconcierto a otra parte de los que se acercan a su obra.

Y es que Piketty, el pensador de referencia de una izquierda que se quiere en verdad  transformadora, la que postura trascender el orden capitalista, resulta que viene a compartir grosso modo las mismas tesis sobre el particular que los intelectuales orgánicos de la derecha globalista convencional, esos liberales canónicos que zahiere en todos sus escritos, exactamente las mismas. Así, Piketty se muestra en extremo crítico con el hecho de que la Unión Europea hay consumado el propósito de hacer real la libre circulación de mercancías y capitales dentro de su espacio, pero que, al tiempo, implante normas de acceso cada vez me restrictivas en relación a las personas procedentes de otros continentes que ansían instalarse en ella.

Si bien se mira, algo no tan extraño cuando se repara en que tanto el liberalismo clásico como el socialismo revolucionario compartían - y siguen compartiendo- una similar cosmovisión internacionalista a la que repugnan las barreras de entrada de todo tipo.

Por lo demás, si su crítica impresa al capitalismo realmente existente ha exigido talar tantísimos árboles, dada la elefantiásica desmesura de su volumen en palabras, el contenido íntegro del modelo alternativo que postula casi podría caber dentro de un escueto y lacónico párrafo. Al cabo, su "socialismo participativo del siglo XXI", una vez desprovisto de la preceptiva hojarasca retórica, puede sintetizarse en la propuesta de acometer un incremento exponencial de los impuestos que gravan las rentas, patrimonios y herencias de los ricos para, con los ingentes recursos fiscales obtenidos por esa triple vía, crear "un sistema de dotación universal de capital susceptible de ser transferido por el Estado a cada adulto joven".

El contenido íntegro del modelo alternativo que postula Piketty casi podría caber dentro de un escueto y lacónico párrafo

Una donación pública, extensiva a la integridad del censo e incondicionada para todas las personas que alcancen la edad adulta, transferencia que, en el caso concreto de los países desarrollados de Occidente, Piketty se aventura a cuantificar en unos 120.000 euros por individuo. 

Un planteamiento, al margen de consideraciones valorativas, impecable desde el punto de vista formal. Si bien incurre en un olvido, el mismo olvido que comparte con todos los demás teóricos de la izquierda crítica, como Guy Standing, que postulan fórmulas más o menos similares. Un olvido que se llama frontera. Porque 1.420 páginas en papel biblia tendrían que haber dado para aclarar si los inmigrantes extraeuropeos igualmente debieran tener derecho a beneficiarse de esa dotación universal de capital. Sin embargo, nuestro autor no se atreve a lo largo de todo el libro a dar alguna respuesta a esa pregunta. He ahí su talón de Aquiles.

*** José García Domínguez es economista y periodista.

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