La recuperación económica en este 2021 que dejamos atrás

La recuperación económica en este 2021 que dejamos atrás Pixabay

La tribuna

La recuperación económica en el 2021 que dejamos atrás

El éxito de la vacunación en salvar vidas es la mejor noticia de un año en el que pymes y autónomos han sido los grandes perdedores de la crisis en términos económicos.

31 diciembre, 2021 02:13

El pasado 23 de diciembre, el Instituto Nacional de Estadística publicó los resultados, provisionales, del Producto Interior Bruto (PIB) del tercer trimestre de 2021. Estos datos corrigieron al alza los del avance de octubre, como algunos habíamos previsto. Estos datos nos dan una idea de cómo iba la economía española antes del impacto de la variante Ómicron.

En el tercer trimestre España no había recuperado los niveles de actividad de antes de la Pandemia. En términos nominales, el PIB del tercer trimestre era inferior en un 2,8% al de 2019. Ahora bien, los precios no son los mismos, con lo que la caída real es superior. Evidentemente, todavía no hemos recuperado la actividad económica anterior a la pandemia. Pero más allá de eso, conviene tener claro dónde hay problemas en la recuperación y dónde no.

En primer término, lo que sí se ha recuperado es la recaudación de impuestos. Según los últimos datos de la Agencia Tributaria, hasta noviembre, la recaudación total de la Agencia Tributaria se había incrementado un 4,6% respecto al mismo periodo (enero-noviembre) de 2019. En términos homogéneos, el incremento de recaudación respecto a 2019 era de un 3.9%.

Una parte de este incremento de la recaudación se debe a la inflación, pero no todo ni mucho menos. Por un lado, estamos hablando de la recaudación acumulada de 11 meses, y en los primeros meses de 2021, ni tampoco en 2020, hubo una inflación relevante. Por otro, solo el IVA, y en parte algún impuesto especial (como el tabaco) tienen su recaudación indiciada directamente a precios. En otros casos, como el IRPF la recaudación depende fundamentalmente de los salarios, y en el caso del impuesto de sociedades, de los beneficios. Por lo tanto, lo que tenemos es un mejor cumplimiento de los contribuyentes, derivado en parte de la extensión de pagos con tarjeta, de una mayor conciencia fiscal o del mejor control de la Agencia Tributaria. Es una buena noticia que nos aleja de una crisis fiscal.

En segundo término, la remuneración de los asalariados está ya en el tercer trimestre a niveles ligeramente superiores a los del mismo periodo de 2019. Los niveles de empleo, si consideramos los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo como ocupación, ya están a niveles similares a los de antes de la pandemia. Aquí no se han producido todavía aumentos significativos de salarios. Estos aumentos se verán ya en 2022 y parecen ir alineados con el nivel de inflación subyacente, y objetivo del BCE, alrededor del 2%.

Esto tiene una cara y una cruz. La cara es el mantenimiento de la competitividad de las empresas lo que se traducirá en el mantenimiento del empleo y la capacidad de financiación de la economía española (superávit en el saldo de la balanza por cuenta corriente). La cruz de este proceso es obviamente la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores.

Que no se actualicen los salarios con la inflación que estamos sufriendo, ahora el 5,5% es un sacrificio, pero un sacrificio necesario

Ahora bien, que no se actualicen los salarios con la inflación que estamos sufriendo, ahora el 5,5% es un sacrificio, pero un sacrificio necesario. Buena parte de la inflación es importada, especialmente la energética, y por lo tanto es una pérdida neta de renta para toda la economía. Si a partir de los precios del gas natural o del petróleo se entra en una espiral salarios-precios, el empobrecimiento del país será muy superior, fundamentalmente por la falta de competitividad que se acabará traduciendo en el cierre de empresas y destrucción de empleo. No podemos creer que salir de una crisis económica tan grave como la derivada de la pandemia del coronavirus es gratis y no va a conllevar sacrificios.

Y tengamos en cuenta que, siguiendo la clasificación del PIB en rentas, lo que no se ha recuperado es el "excedente bruto de explotación y rentas mixtas". Aquí es donde más ha incidido la revisión del INE. Si en el avance, la caída de las rentas empresariales era de un 10%, ahora esta caída se ha quedado en un 7,5%.

Aún así, de acuerdo con los datos de la Agencia Tributaria, el beneficio de las empresas que facturan más de 6 millones de euros se ha incrementado respecto a 2019 en cifras acumuladas de los diez primeros meses del año. Habrá que ver cómo evolucionan los datos, pero está claro que la caída de las rentas empresariales se concentra en pymes y autónomos.

Estos son los grandes perdedores, en términos económicos, de la crisis derivada de la pandemia. Esto podría tener el efecto adicional de disminuir la competencia e incrementar márgenes.

Si miramos esta realidad desde un punto de vista sectorial, aunque todos los sectores se han visto afectados, el turismo es el que se ha llevado la peor parte con las restricciones. Como España depende, en buena medida, del turismo internacional, los problemas continuarán mientras haya restricciones de viaje, especialmente en los países en los que más turistas viajan a España.

Por otra parte, las subidas del precio de materias primas y las rupturas y retrasos de las cadenas de producción han afectado a muchos sectores. Pero aquí cabría destacar al automóvil que se ha visto particularmente afectado por los problemas de fabricación de chips. Esto nos afecta tanto al PIB como también a las exportaciones, pero precisamente por eso, afecta en menor medida a la recaudación fiscal, ya que las exportaciones no pagan IVA.

La amenaza de ómicron podría ser temporal, pero no está nada claro que lo sean ni la crisis energética, ni tampoco la inflación

La recuperación se ha visto interrumpida por la explosión de la nueva variante Ómicron. Si se sigue confirmando que la letalidad de la nueva variante es inferior, las restricciones irán disminuyendo a medida que se vaya alejando la amenaza de colapso del sistema sanitario. Esta amenaza podría ser temporal, pero no está nada claro que lo sean ni la crisis energética, ni tampoco la inflación. Todo esto forma parte del coste de una crisis sanitaria y económica, cuando todavía teníamos pendientes de resolver desequilibrios, como el déficit público estructural, heredados de la crisis anterior, que todavía no habíamos conseguido superar. A estas cuestiones, que seguiré comentando por aquí, dedico mi próximo libro, Y esto, ¿quién lo paga?

Éste es el panorama al que nos enfrentamos al terminar este 2021, que ha sido un año mejor, en casi todos los aspectos que 2020, pero en el que la pandemia y sus restricciones para limitarla y combatirla siguen presentes en nuestra vida.

En cualquier caso, la mejor noticia que nos deja este año es el éxito de las vacunas que han salvado millones de vidas en el mundo y cientos de miles en España y nos han devuelto una parte de nuestras vidas. Soñar es gratis, pero hace un año, prever que íbamos a acabar así el año era ser muy optimista. Al igual que estamos en transición ecológica, también estamos en una transición hacia una economía post-pandémica.

Les deseo a todos los lectores de EL ESPAÑOL e Invertia unas felices fiestas navideñas y un 2022 mucho mejor que estos dos últimos años que dejamos atrás.

*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda.

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