La COP26 y la crisis del gas

La COP26 y la crisis del gas

La tribuna

La COP26 y la crisis del gas

Acelerar las inversiones en energías 100% renovables y acondicionar los hogares es clave para abandonar de forma definitiva el consumo de combustibles fósiles.

11 noviembre, 2021 05:00

Resulta sorprendente y hasta grotesco que los mismos gobiernos que acuden a la COP26 en Glasgow a proclamar su preocupación por el cambio climático y a anunciar promesas de reducción de emisiones para combatirlo, no tengan el menor rubor en apresurarse a asegurar el suministro de gas fósil ante la crisis de precios de la energía que se ha desatado.

¿Por qué se permite ese doble juego? ¿Cuál es el trasfondo común de las crisis climática y energética que nuestros gobiernos parecen ignorar?

Ambas crisis son innegables y sus consecuencias son potencialmente devastadoras. La comunidad científica ha advertido reiteradamente que para evitar un cambio climático desastroso, que se producirá si no somos capaces de contener el calentamiento global en el límite de 1,5 ºC, el mundo entero tiene que llevar sus emisiones a cero a mitad de siglo, con especial importancia y responsabilidad para los países desarrollados y lo que hagamos a corto plazo, antes de 2030. Puesto que la principal causa de emisiones está en la quema de combustibles fósiles, es evidente que esa reducción de emisiones solo será posible con un abandono de la dependencia de esos combustibles. Esa conclusión, aparentemente tan obvia, debería ser una de las que se alcanzasen en la cumbre de Glasgow.

La crisis de precios de la energía tampoco se puede ignorar. Sube el gas, y en consecuencia sube la electricidad, y al mismo tiempo sube el petróleo y con él las gasolinas y gasóleos. El derecho a la energía, nunca reconocido y menos aún garantizado, se ve amenazado por esta crisis que se cierne, sobre todo, como la climática, sobre las personas y comunidades con menos recursos. Es también evidente que hay una responsabilidad de nuestros gobernantes para proteger a la población de esa amenaza y evitar que se extienda la lacra de la pobreza energética.

El factor común de ambas crisis es el gas, mal llamado natural, pero fósil al fin y al cabo. Ha llegado el momento de reconocer el gas como problema y buscar soluciones que rompan con la dependencia de esta fuente de energía, dejando atrás concepciones trasnochadas como el de energía 'puente'. Sin reconocer el problema no se puede encontrar la solución.

Y es que durante años, la industria de los combustibles fósiles ha estado impulsando la falsa idea de que el gas es un combustible puente. Pero es ese pretendido puente el que nos ha llevado directamente a la actual crisis del precio del gas.

La industria de los combustibles fósiles ha estado impulsando la falsa idea de que el gas es un combustible puente

En 2019, 30 millones de europeos vivían en situación de pobreza energética. Eso antes de la pandemia y de la actual crisis de precios. Pero no son esas personas quienes decidieron depender demasiado del gas fósil, y no son los que deberían soportar la peor parte de ese error.

No hay que confundir la actuación coyuntural con la respuesta estructural, y la primera no puede ir en dirección contraria a la segunda. Tampoco hay que confundir la necesidad de protección de las personas con la estrategia de las corporaciones para consolidar el sistema energético actual.

Nuestros gobernantes tienen la responsabilidad de asegurar que ningún hogar quedará sin suministro de energía este invierno. Y al mismo tiempo, para que esa protección sea viable en el largo plazo, deben acelerar significativamente los planes para descarbonizar completamente el sistema energético y deben detener todas las inversiones en nueva infraestructura de gas fósil.

A corto plazo, los hogares vulnerables necesitan apoyo. Se debe mantener la prohibición de cortes de suministro a quien no lo pueda pagar y se debe reconocer el derecho a un suministro energético básico para todas las personas, con tarifas sociales para quien las necesite.

Además, el autoconsumo se debe generalizar, porque es la forma de garantizar un suministro eléctrico económico y estable, y no tiene sentido que parezca estar solo al alcance de los más ricos, cuando hay cada vez más esquemas de financiación disponibles para ahorrar desde el primer día sin tener que hacer un desembolso inicial: hay que dar a conocer sus beneficios a todo el mundo, en especial a las comunidades de vecinos, y eliminar barreras administrativas para que cualquiera pueda optar por el autoconsumo sin que una minoría de vecinos se lo pueda vetar.

La señal de precio se debe mantener, de forma que el coste de la energía sea proporcional al consumo, especialmente en los momentos más críticos para el sistema, de forma que sean cada vez más beneficiosos económicamente el ahorro, la eficiencia, la gestión de la demanda y el autoconsumo. Y hay que facilitar el acceso a los fondos de recuperación a todos los hogares que lo necesiten para acondicionar energéticamente las viviendas.

Esta crisis exige innovación, y es hora de que la UE introduzca medidas para reducir la demanda global de energía. Los grandes usuarios de energía industrial deben ser los primeros en recibir señales para la reducción de la demanda; deben desempeñar un papel en la nivelación de la demanda para que la mayor parte de la responsabilidad de navegar esta crisis no recaiga sobre los hogares vulnerables este invierno.

A más largo plazo, los líderes europeos deben demostrar su determinación y reconocer la necesidad de avanzar más y más rápido hacia la descarbonización total, como solución definitiva para las crisis climática y energética.

Los líderes europeos deben demostrar su determinación y reconocer la necesidad de avanzar más y más rápido hacia la descarbonización total

No faltarán proclamas populistas, nada ajenas a los intereses creados de las grandes corporaciones energéticas, que intentarán echar la culpa de esta crisis a la transición energética, cuando es justo al contrario. Las tecnologías renovables (que ya son las más baratas), la electrificación, las redes inteligentes y un mejor almacenamiento nos protegerán de este tipo de crisis en el futuro.

Hay también otro debate más de fondo que emerge: ¿no hay energía suficiente para el nivel de consumo actual? Esa pregunta se suele responder erróneamente porque se confunde con la de ¿no hay energía suficiente para el nivel de consumo futuro? Y ahí claro, sabemos que un crecimiento infinito es imposible.

Pero es importante explicar que para el nivel actual (y futuro hasta un cierto límite) sí hay energía renovable suficiente, lo que no hay es planeta que aguante que esa energía se siga extrayendo de fuentes fósiles: el límite más acuciante es el del calentamiento global, que debemos limitar a 1,5 ºC, tal como se comprometió en el Acuerdo de París para evitar los peores efectos del cambio climático. 

Claro que hay energía renovable suficiente para reemplazar a todos los combustibles fósiles y a la energía nuclear, y lo hemos demostrado: un sistema energético eficiente, inteligente y 100% renovable no solo es viable, sino que es la opción de menor coste, y reduciría la demanda energética a la mitad. Pero lógicamente, para que esa energía esté disponible, hay que invertir en poner en marcha las instalaciones (potencia) que la capten y transformen en energía final útil.

Para ello es importante que se designen, con carácter ejecutivo, los emplazamientos adecuados para que aquellas instalaciones de generación que no puedan estar en el mismo lugar que la demanda se ubiquen donde el coste ambiental sea mínimo y el beneficio social máximo, lo que no debería ser muy complicado, teniendo en cuenta que con menos del 1% del territorio europeo se podría cubrir con renovables el 100% de la demanda eléctrica. 

Los que no quieren que abandonemos el viejo sistema fósil-nuclear son los más interesados en hacer creer que no hay alternativa posible, y bien que han dedicado recursos durante años a propagar sus libelos, como hemos vuelto a ver con el reciente escándalo de las enmiendas de varios países al informe del IPCC para que no incluya el abandono de los combustibles fósiles. Pero ahora hasta la Agencia Internacional de la Energía defiende que ya no es necesario invertir en combustibles fósiles.

El acceso a una energía asequible es una cuestión de necesidades básicas y derechos básicos. Vivir en una casa con calefacción adecuada no es un lujo y no debería ser una preocupación solo en tiempos de crisis. Al avanzar en la transición energética, tanto en Europa como en todo el mundo, podemos hacer de esta la última vez que el precio del gas conduce a una crisis de este tipo.

*** José Luis García Ortega es responsable del área de cambio climático de Greenpeace.

Personal de la sección de Hemodinámica e Imagen del Área Clínica del Corazón del HUN.

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