Por mucho que digan las tazas de Mr. Wonderful, no hace falta esforzarse en hacerlo todo bien para tener éxito. Las malas praxis corporativas pueden no hacer mella en los beneficios de una empresa, como demuestra el hecho de que la compañía matriz de Google, Alphabet, acabe de batir todas sus marcas de ingresos y beneficios.

Solo en los últimos tres meses, la empresa ha generado 65.100 millones de dólares en ingresos y unos beneficios récord de 18.900 millones de dólares por quinto trimestre consecutivo. Con esta cifra de ganancias, si Alphabet fuera un país, la economía de sus últimos tres meses se posicionaría en el puesto 118 de la clasificación de PIB mundiales anuales, ahí es nada.

Parte de la culpa de este pelotazo la tiene la pandemia. Aunque el coronavirus sigue cosechando muertes en todo el planeta, también ha sido responsable del reciente auge del comercio electrónico, y con él, del mayor interés de las marcas por anunciarse en internet. Si a esto le sumamos que Google es el buscador por excelencia, el resultado es una compañía cuyos beneficios están aumentando muchísimo más rápido que sus ingresos.

Nadie duda de la enorme calidad de algunos productos de Alphabet, como YouTube y el propio buscador, cuyas cualidades logran mantener intacta la fidelidad de sus usuarios y clientes (confieso que yo misma los utilizo a diario). Lo que choca es que la empresa crezca cada vez más deprisa, a pesar de los numerosos escándalos que la rodean.

Por su puesto, los beneficios proceden de varias ramas distintas compañías, pero es la publicidad la que logra las cifras más espectaculares y también la que más polémicas acapara. Google ha sido acusado de manipular los resultados de búsqueda que devuelve en beneficio propio y de imponer condiciones de exclusividad leoninas a sus anunciantes.

En Europa, sus prácticas abusivas en el negocio de la publicidad online ya le han supuesto tres multas por valor de casi 8.000 millones de euros en total. Aunque, si compara esta cifra con la de sus beneficios netos anuales, notará que las sanciones europeas son calderilla para el gigante.

Al otro lado del charco, el año pasado el Departamento de Justicia de EEUU demandó al buscador por monopolizar el mercado de las búsquedas. Por no hablar de cuestiones más graves, como el fulminante despido de una de sus líderes de ética el año pasado por intentar destapar los sesgos y otros problemas de sus sistemas de inteligencia artificial.

Sin embargo, sus polémicas internas no parecen calar en su legión de usuarios (entre la que me incluyo). Y por el lado de los inversores, cuyas miras suelen estar puestas en el corto plazo, parece que los problemas judiciales tampoco importan demasiado, dado que la compañía no pisará los tribunales estadounidenses hasta 2023.

Y no es la única. Esta semana, el valor en bolsa de Tesla superó el billón de dólares por primera vez, convirtiéndose en la sexta empresa estadounidense en lograr este hito (¿sabe cuáles son las demás? Por supuesto, Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet y Facebook, qué cosas, ¿verdad?). Y, como no podía ser de otra forma, la compañía también está salpicada por sus propios escándalos.

Además de la lista de accidentes mortales en los que su sistema de ayuda a la conducción, Autopilot, se ha visto envuelto, Tesla fue acusada en 2018 de omitir lesiones de los trabajadores de su fábrica de coches en sus informes obligatorios. Pero lo que más sorprende de su espectacular valoración es que ha superado a la todos sus rivales de la automoción, quienes, en realidad venden muchos más coches.

Por ejemplo, la segunda empresa de automóviles más valorada es Toyota, cuya cuota de mercado e ingresos superan con creces a los de Tesla, a pesar de que esta vale tres veces más en bolsa que el fabricante japonés. Entonces, ¿a qué se debe este entusiasmo entre los inversores?

Según los expertos, aunque la empresa de Elon Musk tenga una menor cuota de mercado y unos ingresos mucho menores que las demás, su compañía representa el futuro de la movilidad. ¿Y los escándalos? Al igual que los de Google, parece que dan igual. La única diferencia es que mientras que Alphabet vive de sus éxitos presentes, Tesla representa una apuesta a largo plazo capaz de redefinir el transporte.

Eso sí, no todos los gigantes tecnológicos viven ajenos al impacto de sus malas praxis. Frente al imparable crecimiento de estas dos compañías, las acciones de Facebook no paran de bajar y su fundador, Mark Zuckerberg, no deja de sacarse ideas de la manga y de plantear cambios de nombre y de imagen para quitarse de encima su larga lista de polémicas.

Veremos qué pasa cuando anuncie su recién anunciado paraguas corporativo similar al de Alphabet. Pero, de momento, parece que es la única Big Tech cuyo comportamiento ha empezado a ajustarse a los mensajes de las tazas de Mr. Wonderful.