Imagen de archivo de una factura de la luz.

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La tribuna

Mitos, malos diagnósticos y pésimas soluciones: la problemática del sistema eléctrico nacional

10 agosto, 2021 02:34

Existen varios mitos que circulan habitualmente en torno al funcionamiento del mercado eléctrico nacional, pretendiendo basar en ello la explicación del porqué los precios de la electricidad son tan altos en este momento. En muchos casos son razonamientos seudocientíficos que por falta de un mínimo contraste por parte de las fuentes de mercado y los medios permanecen en el tiempo, incluso determinando la política de un Ministerio: 

1. No es cierto que siempre se marque el precio con las energías más caras. Tal como señala el Informe Anual 2020 del Operador del Mercado Ibérico de la Electricidad (OMIE), la energía que marcó el marginal el 45,8% de las horas del año fue la hidráulica frente al 29,5% de las renovables y cogeneración, y el 20,7% de los ciclos combinados.

2. No es cierto que el mercado eléctrico español genere precios mayoristas más altos que en Europa. De nuevo con datos de OMIE, durante el año 2020, el precio medio de España (33,96€/MWh) es similar al francés (32,20€/MWh), ligeramente superior al alemán (30,47€/MWh) y sustancialmente más bajo que en Italia (38,92€/MWh) o Reino Unido (39,59€/MWh).

3. No es cierto que el mercado español genere precios más volátiles que en Europa, impactando negativamente sobre los bolsillos de los consumidores, especialmente los que tienen tarifas indexadas al mercado mayorista. Durante 2020, sistemáticamente los precios medios diarios en España y Portugal están dentro del rango mínimo y máximo de los precios de los principales mercados europeos.

4. No es cierto que en momentos de picos de demanda y crisis de mercado el mercado español genere precios mucho más altos que en Europa. En 2020, el precio máximo horario marcado en Península (68,9€/MWh) es muy inferior a Italia (162,6€/MWh), Francia y Alemania (200€/MWh) o Reino Unido (387,9€/MWh).

Por consiguiente, el problema del incremento de los precios energéticos en España no reside en ser “marginalista”, mismo funcionamiento que en Francia, Alemania o Italia. El problema no está en que la última unidad de energía que entra en el pool es quien marca el precio (como ocurre en cualquier otro mercado cotidiano con unidades de venta homogéneas).

El problema es la dependencia que tenemos con gas y fuel como energías de respaldo, las cuales en momentos de tensión como el actual (una coyuntura internacional inflacionista tanto en el gas como en los derechos de CO2) provoca graves alteraciones de los precios.

El problema se localiza en el paso del mercado mayorista al minorista o, lo que es lo mismo, de los precios mayoristas a los precios para los consumidores tanto domésticos como industriales.

En esta transición, al cierre de 2020 según Eurostat, el precio del KWh español se situó el quinto más alto con una subida interanual del 7%.

Este sobrecargo de la factura se convierte en una losa en momentos de crisis de precios, multiplicando el efecto negativo sobre el precio final, pero con beneficios evidentes para la Hacienda Pública

¿Cuál es la diferencia? La incorporación de los costes regulados, impuestos y tasas con un peso del 65% sobre el precio final. Algo similar ha pasado en estos últimos años en Alemania, donde el 53% de la factura eléctrica final son impuestos y tasas, o el caso de Italia que asciende al 38%.

Este sobrecargo de la factura se convierte en una losa en momentos de crisis de precios, multiplicando el efecto negativo sobre el precio final, pero con beneficios evidentes para la Hacienda Pública en forma de recaudación de los diferentes impuestos (IVA del 21% ahora del 10% de manera transitoria, impuesto especial sobre la electricidad, impuesto del 7% a la generación, tasa de residuos nucleares y otros) y los ingresos por los derechos de CO2. 

El segundo elemento es la intervención regulatoria tanto en el diseño del mix de generación muy especialmente en materia de extracción y redistribución de ingresos entre tecnologías.

Éste es uno de los ámbitos donde mayor arbitrariedad existe. Es el caso del proyecto de Ley remitido a las Cortes que propone un severo correctivo a la generación tradicional hidroeléctrica y nuclear, acusadas de registrar ‘windfall profits’.

Este anteproyecto es sorprendente dado que coloca al Gobierno Sánchez y a la vicepresidenta Ribera en una evidente contradicción

Este anteproyecto es sorprendente dado que coloca al Gobierno Sánchez y a la vicepresidenta Ribera en una evidente contradicción.

Mientras que pone en marcha planes millonarios de inversión en energías de nulo impacto carbónico, castiga a las fuentes de energía limpia tradicional que contribuyen no sólo a reducir los costes del sistema eléctrico sino, todavía más importante, a salvaguardar la estabilidad del suministro. Por esta labor, la hidráulica y la nuclear no sólo no son remuneradas, sino que son castigadas.

Una intervención tan directa y drástica como ésta sobre la cuenta de explotación de una empresa privada no se produce en ninguna economía de mercado y en ningún otro sector económico.

El coste de oportunidad de castigar a la hidroeléctrica o a la nuclear debe calcularse no sólo por el coste económico explícito que tiene sobre la cuenta de resultados sino, más importante aún, por el encarecimiento de otras alternativas existentes y el problema que causa en el conjunto de la política actual de ambición climática a 2030, prolongando por más tiempo el encarecimiento de los precios energéticos.

Con toda esta confusión, sin un buen diagnóstico compartido por los principales partidos y actores de mercado y sin un plan consistente y robusto a medio-largo plazo, no es posible llegar a una solución satisfactoria.

Por ello, es necesario clarificar las cuentas del sistema eléctrico, reducir drásticamente de manera permanente la presión fiscal sobre los costes energéticos e impulsar las tecnologías limpias que reducen huella de carbono y una mirada estratégica sobre los inventarios de materias primas energéticas, tecnologías y cadenas de valor que permitan amortiguar los momentos de tensión en los precios internacionales. 

** Javier Santacruz es economista.

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